“Por fin”, decía en un texto que tenía ya en el horno. Por fin iba a contaros mi opinión al respecto de la situación parlamentaria que tenemos y el espectáculo grotesco que estamos presenciando. Iba a argumentar cómo la ineptitud e incompetencia supina de nuestros dirigentes está provocando el bloqueo institucional y cómo, en cualquier empresa –en una de las serias, no las del caciquismo español– que sucediese tal cosa, los accionistas, el consejo de administración o el órgano con capacidad decisoria que fuese les mandaría directamente al paro, previo paso por el culo. A ellos no. A ellos les han votado, ellos ya no responden ante nadie. Ahora están a ver cómo se reparten los escaños que aparecen en la tele a la hora del telediario, antes estuvieron con la conformación de la mesa del Congreso y después irán a por los sillones ministeriales. Lo del intercambio de cromos. De momento, tres grupos ya van camino de sacar de la foto a un cuarto que tiene sesenta y nueve diputados, han concedido a los peligrosos nacionalistas un grupo parlamentario propio en un absoluto alarde de hipocresía y se lo han quitado a Izquierda Unida. Poco a poco, van avanzando hacia el gobierno de la gran coalición, que puede gustar más o menos, pero que no concretan cuál sería la fórmula determinada, al margen de que todos sabemos que estaría fundamentalmente pensada para aislar a esos locos antisistema que vienen a destruir España.
“Por fin”,
decía, y en los últimos dos días han vuelto a la palestra con más fuerza que
nunca los escándalos que nos han espantado durante los últimos años, todos esos
casos de corrupción pergeñados de engaños televisados y ruedas de prensa
inundadas de soberbia que han dibujado un cuadro del partido que está en el
gobierno más propio de una familia mafiosa que de una respetable institución
política con sanas intenciones con respecto al interés general de los
españoles. Por fin, decía, que iba a poder hablar de una cosa, pero seguimos
con la otra. Seguimos con los melifluos representantes peperos, amantes de los
eufemismos, argumentando que son casos aislados que en ningún caso pueden
suponer un descrédito de sus siglas. Antes fue Madrid, Baleares, Castilla y
León, Murcia, Valencia… Ahora vuelven a ser los de antes, a los que se les
añade otra vez Valencia, por supuesto Madrid, Galicia y la operación Zeta con
sus cursos de formación, como los andaluces, pero a la gallega. No, amigos
míos, esto se escapa a la típica reclasificación urbanística de ayuntamiento
corrupto. No es por menospreciar la capacidad delictiva de un alcalde de
mierda, pero lo del Partido Popular a nivel nacional es algo más grande. Y más
grave.
Es más grave
porque da la sensación de que el propio partido ha sacado rédito como
institución de todo este chorreo de ilegalidades económicas. No sólo parece que
se han aprovechado sus cargos imputados – investigados es el nuevo eufemismo de
la ley de procedimiento judicial – para llenarse los bolsillos; además, las
arcas del partido parecen haber recibido dinero putrefacto que después habrían
utilizado para financiarse. Aunque la Agencia Tributaria considere que esto no
es un delito tributario, queda muy feo si lo tienes que poner en el curriculum
cuando te presentas de nuevo a presidente del Gobierno y utilizas ese dinero
para financiarte la campaña. Esto no deja de ser como lo del dopaje en el
deporte: se llama hacer trampas.
Por otro
lado, y aumentando la gravedad del asunto, si los altos cargos no se enteraban
de lo que pasaba en su partido, son unos inútiles gestionando nada. Pero es que
si lo sabían, y además han puesto el cazo –y por tanto son unos delincuentes–, sean
gastos de representación o sean sobres color carne, lo pone todo mucho más
crudo. Y es que por mucho que la militancia y sus votantes sean honrados, cualquier
estructura cuya cabeza pensante esté tan deteriorada provoca que todo el cuerpo
camine en la dirección errónea. Y para el país que dicen gobernar, lo mismo. Ya
no vale lo de que la mayoría de los peperos son honrados, porque esa mayoría –y
más en una estructura piramidal y gregaria como son los partidos políticos
tradicionales– está dirigida por supuestos –supuestos, reitero, ley mordaza–
capos mafiosos que estarían utilizando la organización para crear una organización
criminal con la que forrarse a espuertas a costa del dinero público. El de
todos. O como decía el otro día uno de los investigados de Acuamed, el de
nadie. Que en esta nación grande y libre, pero necesitada del tutelaje de estos
sujetos, los euros brotan de los árboles.
Supongo que
todos lo hemos pensado alguna vez. Tenerle delante y con posibilidad de
preguntar lo que quisieras. Rueda de prensa en Moncloa y sin límites ni
plasmas. A mí, con lo que os he contado y que ha quedado para la posteridad en
las hemerotecas, así como con todos esos índices de desigualdad, de percepción
de la corrupción, de pobreza energética, de malnutrición infantil, lo único que
se me ocurriría preguntarle a Mariano, viendo que le siguen votando con esa
fidelidad es…
¡Joder, Mariano,
qué les das?
PD: y sé que
no me gustaría la respuesta.
Alberto Martínez Urueña
27-01-2016