miércoles, 25 de mayo de 2011

Elecciones

Pues nada, hoy es veintitrés de mayo (lo recibiréis algún día después), lunes, bruma vespertina, la taquilla de cine dominada por “Piratas del Caribe”, y la quinta de The Fast and the Furious, y toda una sorpresa con Woody Allen arriba del todo. Ah, claro, y ya por fin conocemos el desenlace de la nueva telecomedia compartida por todas las cadenas y medios informativos de “El Show de las Elecciones Municipales y Autonómicas”.
Notaréis rápidamente el sarcasmo, claro. Las mentes más resabidillas y malpensadas andarán barruntando que ya estoy con mis ideas, y algo rebotado porque haya ganado la derecha más rácana y falsa de toda Europa. Por supuesto, es cierto, porque cuando miras a los liberales europeos, les ves como con otra gracia. Tocan otros resortes, no la fibra de la zona más inguinal, como estos de aquí. Qué decir de los sociatas, con una velocidad de crucero que hace que se despeñen una tras otra vez sin solución de discontinuidad en una evidente falta de ideas. Porque además, a mí ya me daba igual quien ganase (como en el resto de convocatorias electorales desde que ejerzo mi derecho al voto) ya que no hay nadie que defienda una economía como la que yo quiero. La que veo da asco, y punto. Lo curioso del tema es que no le gusta a nadie, pero ahí siguen los mismos, repartiéndose el cazo a dos manos.
Porque ahí siguen. Sí que es cierto que han tenido un retroceso electoral los más grandes (aunque el de la rosa es más bien caída a una sima abisal), pero sigue habiendo trece coma ocho millones de personas que no sé muy bien a qué juegan, todos ellos responsables de lo que está ocurriendo en este patio de vecinos. Trece coma ocho millones, teniendo en cuenta una participación de sesenta y seis por ciento (redondo) de los treinta y cinco millones cuatrocientos mil votantes, según datos del INE, nos salen las siguientes cifras: veintitrés millones cuatrocientos mil votantes, de los que el cincuenta y ocho por ciento han votado a la gaviota carroñera y a la flor de los entierros. Eso es lo que me duele, sinceramente.
Las elecciones, sean las que sean, son pendulares, este año unos, al otro año otros, mangoneo va, mangoneo viene… Lo chungo del tema es que esas cifras, con el espectáculo que nos brindan cada día tras día, sigan siendo tan altas. El partido del Gobierno, ya sea municipal, autonómico o nacional, con un despendole público digno de cualquier película porno cutre de los años sesenta. El partido de la oposición encelado cual morlaco en hacer caer desde lo más alto al contrario, a sabiendas de que dará igual las barbaridades que diga o haga: lo que le hará ganar unas elecciones será lo enguarrado que quede el contrario. Pero me sangra la ulcera estomacal cuando todo el mundo se amorra al grifo de que son unos mierdas y unos ladrones, y al final les votan el cincuenta y ocho por cierto de personas. ¿A QUÉ JUEGA LA CIUDADANIA?
¿Desengañado? No sé si es la palabra. No desde el punto de vista público, porque en la era de la información que vivimos, sabemos de primera mano que hay otras opciones que se plantean en otros países y que funcionan mejor que el nuestro. Lo que hace que encima se me quede cara de gilipollas. La ignorancia de pensar que en todos los países ocurre lo mismo, por lo menos haría algo más soportable el tema. ¿Qué hacemos, por tanto, con tanta impavidez ciudadana?
Los problemas de este país son estructurales, es decir, vienen de mucho más tiempo atrás que el señor de las cejas. Cuando salen a relucir con la crueldad de hoy en día, con casi un veintiuno por ciento de paro, y el juvenil rozando el cuarenta y cinco por ciento, pone de manifiesto esta terrible verdad. Pero seguimos con los votos de castigo al Gobierno de turno. Sin entender cosas como el estado descentralizado: la responsabilidad de que el tema esté chungo en Castilla y León, gobernado por el PP, es del señor ZP. ¿Y cuando estaba Aznar y aún así la gente se tenía que largar a Madrid porque en mi tierra no había curro? Problemas estructurales, decía, que ninguno de estos señores tan elegantes (no diré palabras más gruesas, porque luego me dicen cosas, pero las tengo a miles) han solucionado nunca. Es más, nos han multiplicado por diecisiete los problemas que genera la política y no han aportado gran cosa. ¿Os creéis que alguno de ellos va a solucionar la papeleta de un hijo/marido/padre/(sus femeninos, ya sabéis)/etcétera en el paro? En la mejor situación de todas (de nuevo os remito al INE) no hemos bajado del siete por ciento de paro. ¿Quién ha hecho algo? ¿Por qué les votan? Problemas estructurales tontos, que todo hijo de vecino sabe cuales son, pero que a ellos les quedan demasiado lejos: la distancia de un despacho oficial a la vida real de la calle. Esto es lo que me duele, esta ignorancia; y de momento, soy español y amante de mi tierra (imagino el jerol de más de uno de vosotros), pero nos la están metiendo doblada desde hace tantos años que ya ni lo sentimos. Os dije que no hablaría de política hasta después de las elecciones. Pero no es más fácil ver y tener que narrar la estupidez que me rodea. De las ideas, mucho ojo.


Alberto Martínez Urueña 25-05-2011

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cabreándome

Aviso para navegantes, que hoy vengo bastante cabreadillo y con el cuchillo bajo la camisa. Hay ciertas cosas que sobrepasan los límites de la desvergüenza y la canallada más bajuna y os aseguro que hoy me lo cobro, fijo. Si había cosas que tenía claras, se confirman y caen por su propio peso, como el granizo más gordo, y amenaza con romperme la luna del tranvía que conduzco, llevándome por delante formas, léxico y hasta acidez estomacal.
En el último texto, si recordáis, titulado “Soluciones”, comentaba la necesidad de no sólo ser crítico con la situación social aborregada y conformista, sino que había que impulsar de una forma u otra actuaciones que, aunque luego no valgan para mucho, al menos nos dejasen el culo a salvo de las hienas acusadoras y malintencionadas, y sobre todo, la conciencia tranquila de no haber asistido como torete desde el redil mientras nos van poniendo uno por uno los clavos del ataúd. La insoportable dejadez de un amplio espectro de la sociedad por parte de una clase dirigente instalada en su torre de marfil, con una miopía que resulta insoportable para cualquier persona cuerda (no todas lo son), es vomitiva: hablamos de todos los que cobran una mierda de sueldo, o simplemente no lo cobran y están en el paro, o simplemente es que no tienen donde caerse muerto, o su futuro está más mancillado que una adolescente de Tailandia. Es decir, hablamos de unos tres millones de personas en paro real, más todos los mileuristas, más la mayoría de universitarios… Si queréis sigo.
Hace falta cojones (no me corto) para hablar de la juventud, de los problemas de esta sociedad y otras movidas desde una tribuna, asesorado por sus directores de campaña, con discursos cada vez más cutres (cualquiera de nosotros lo podría hacer mejor, os lo aseguro), y con los riñones perfectamente cubiertos. Sabiendo como sabemos todos que luego van a chupársela al señor capitalista para perpetuarse en un grupo social al margen de toda realidad evidente, evitándole al primero el trauma de la vergüenza social por hacernos caer en una crisis como la que estamos viviendo. Es más, para que semejantes hijos de puta no se remuevan mucho en el sofá, les evitar pagar el precio de jugarse en la bolsa nuestro dinero con rescates bancarios que pagamos una vez más nosotros. Tan simple como eso: les damos su dinero, lo pierden y tenemos que poner más dinero para que no se muevan de su sitio. Para ello nos desposeen de los servicios públicos y se los entregan a las manos privadas (a los mismos de antes) porque, es evidente en la situación en la que estamos, ellos sí que saben llevar las cosas bien. Y mucho ojo, el dinero que nos falta, no se ha perdido, está en algún sitio, escondido, en cajas fuertes de color plateado con contraseñas encriptadas y complejos sistemas de escaneo de retina y huella dactilar para que esté a salvo. A ver de qué, en estás épocas de crisis, el dinero que tienen algunos se ve incrementado, y el de otros desciende. Ya sabéis en qué grupo estáis, ¿no?
Viene este cabreo por lo de Democracia Real Ya (buscarlo en Internet los que no sepáis de qué hablo). La juventud cabreada sale a la calle para que esos señores con traje y pinta de mafiosos se enteren de que no nos gustan, que sabemos que nos están tomando el pelo, que estamos hasta el arco del triunfo de ver como se hinchan los riñones mientras nos piden esfuerzos y nos privatizan los servicios públicos. Todo un orgullo, me quito el sombrero.
Pero claro, les ha faltado tiempo para empezar con sus gilipolleces electorales, que sólo me hacen sentir una inmensa oleada de ganas de darles una inmensa oleada de tortazos. A unos y a otros. El señor Jauregui, con su imagen de niño bien e iluminado, diciendo que eso no vale para nada y que los políticos son necesarios. Totalmente de acuerdo en la premisa, pero que ellos se vayan y lleguen otros con lo necesario para cuidar al pueblo que les otorga el poder que ellos creen que es suyo. El señor Pons, grandísimo orador e hijo de meretrices de las que frecuentan los polígonos, nos viene con que son gente de extrema izquierda y peña antisistema. No existen mayúsculas suficientemente grandes para expresarle a este señor mi disconformidad: mire usted, que ya han dicho que pasan de sus memeces, que no tienen color político, que es que están hasta la gorra de verles el careto mientras sus secuaces nos roban. Y por supuesto que son antisistema, porque está claro que el sistema que ustedes están soportando es una mierda y no vale para que una gran cantidad de gente pueda vivir con un mínimo de dignidad. Y no me vengan con demagogias baratas de los que cobran el paro y trabajan, de los que curran tres meses y cobran doce, y otras ideas peregrinas y bastardas; ahora estamos hablando de otras historias mucho más truculentas, porque con lo que han robado sus amiguetes solucionábamos todos los problemas, y todavía nos sobraría para poder irnos de vacaciones pagadas al caribe.
Eso sí, dentro de cuatro días, los colegios electorales volverán a llenarse de peña dispuesta a votar a unos o a otros sin importarles nada de lo anterior. Ya sabéis: ocho millones y pico para cada uno, de caída. En lugar de expresar su opinión, y que les den por saco a esos mierdas, expresarán su miedo y votarán al menos malo, para evitar o a esos rojos de mierda o esos fachas de los cojones. Eso es lo que me da más pena.


Alberto Martínez Urueña 18-05-2011

martes, 10 de mayo de 2011

Comienzos

Hace un tiempo, ya unos meses, uno de vosotros (o vosotras, para ser políticamente asqueroso), me mandó un correo al respecto de un extremo sumamente interesante, y al mismo tiempo de gran relevancia. Uno de los comentarios que más me hacéis es que os gusta cuando meto cera de lo lindo y reparto estopa literaria a diestro y siniestro. A mí también me causa una catarsis emocional sublime, en el aspecto más literal de la palabra. Si bien no creo que el señor Botín y sus secuaces vayan a tener acceso a estos textos, al igual que esa panda de irrespetabilísimos señores que ahora andan a la gresca con sus mítines y sus zarandajas, también es cierto que eso me da la oportunidad de poder decirles lo que me plazca. Y os puedo asegurar que es mucho más placentero que mirar con cara de vaca tejana (gracias por la metáfora, Reverte) la tele durante seis o siete horas al día.
Pero claro, éste es un camino de una sola dirección. Una vez que te da por mirar a ver qué ocurre ahí fuera, y por un casual lo ves, ya no vale darse la vuelta y hacer como que no estuviera. Es como lo de los rencores, que puedes liberarte de ellos, pero lo que no puedes es borrar de la memoria el dedo que te introdujeron por el ojo. A lo que me refiero con esto, y es de lo que me hablaba esa persona que os comentaba antes, es que además de ciscarme en la madre que parió a esos canallas, y acordarme de sus muertos más frescos, habría que intentar hacer una lectura positiva de ello, aportando posibles soluciones. Si no para enviarles al mar con un peso de cemento en los pies, si para ir consiguiendo cambiar nuestro pequeño mundo particular. Quizá de esa forma, como en la película de “Cadena de favores” podamos ir mejorando un poco el ambiente enrarecido en el que nos movemos.
Hoy me he leído un librillo pequeño que os recomiendo a todos, sin excepciones, pero especialmente dirigido a los jóvenes (su propio autor así lo ha hecho, no es que me lo invente yo), titulado “Indignaos”, de Stephane Hessel, un tío del que pocos habrán oído hablar antes, pero que fue, entre otras cosas, uno de los doce hombres sin piedad que redactaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ya por eso no merecería la pena ser leído, porque al parecer hay poca gente que le haga caso, pero como a mí me van las utopías, ahí os dejó esto.
Ahora en serio, no basta como hacemos todos con criticar lo que vemos y no proponer nada. Más aún, es todo un esperpéntico descalabro andar criticando el sistema social en el que vivimos y participar en él “porque no se puede hacer nada”. Asistimos impasibles ante ciertos desmanes sociales con la misma actitud que un niño de dos años delante de un teletabi (un programa para niños que da bastante asco) y encima no decimos nada. Vemos con absoluto asombro cómo han barrido las dictaduras occidentales personalistas para imponernos otra dictadura que es la del capital. Peligrosa porque te permite vivir al margen de ella, pero si lo haces eres un tío muy raro, un marginado y además bastante gilipollas. Peligrosa porque está basada en la obtención de un placer inmediato que cercena por completo uno de los aspectos en los que se basa la satisfacción, que es el esfuerzo personal por conseguir algo. Entre otras cosas, peligrosa porque nos trata de subnormales, quitándonos toda herramienta para resistir a ella y luego nos envilece, cuando ya no hay quien pueda aguantar.
Esto hace que ciertas mentiras campen a sus anchas sin que nadie las cuestione. Actualmente estamos inmersos en una crisis económica provocada por empresas sin escrúpulos, y en todas las soluciones propuestas de una cierta relevancia no hay ni una sola que les haga pagar a éstas las consecuencias sin salpicar demasiado al resto. El sector privado, ineficaz para mantener un equilibrio de rentas, o simplemente un equilibrio, nos vende que es el más justo y eficiente mientras sus directivos se forran por hacer las cosas mal y por echar a la calle a millones de personas.
Pero esto va de que hay que buscar soluciones. Hoy no traigo ninguna clara, lo siento. Ardo en deseos de poder ofrecer una dirección que no sería única, pero que sería posible, y distinta de la que los tiburones nos ofrecen. Sin embargo, sí que os diré que al menos no entreguemos el alma, como quien dice. Quizá no conozca el camino en sí, pero puedo atisbar el comienzo, y éste pasa por no asistir indiferente a las tragedias y tener un pensamiento crítico de lo que hay a nuestro alrededor. No voy a inventar nada, os lo aseguro, y mucho de lo que escribo lo han dicho otros antes que yo; sólo aporto mi particular manera de pintarlo. El mensaje es el mismo, y la intención igual; el resultado unos lo consiguen y otros no, y éste es remover las entrañas del lector para que de una manera u otra trate de encontrar el pequeño granito de arena que pueda aportar. Aunque sólo fuese no caer en la trampa que el enemigo nos tiende. Porque, lo creáis o no, el enemigo sigue ahí fuera, está acechando, nos observa. No es una película de terror ni éste es el discurso paranoide de un amante de la conspiración. Ahí fuera hay gente que quiere quedarse con todo sin el menor escrúpulo y con una gran carcajada, y permanecer impasibles sólo nos hará espectadores de la debacle. Y después víctimas.


Alberto Martínez Urueña 9-05-2011