jueves, 27 de mayo de 2010

A la rebusca de diferencias

Ya hemos hablado de los culpables de la crisis de manera concreta y hemos descrito, creo que con cierto detalle, que las medidas que serían auténticamente necesarias en este país (siempre desde mi opinión) no se han tomado desde hace muchos años, y que los partidos políticos predominantes en España tienden a parecerse cada vez más a ese respecto. Sin embargo, la polaridad entre sus seguidores cada vez se hace más patente y reaccionaria, lo cual parece indicar que en algo se diferenciarán. ¿En qué?
Este es un tema peligroso, ya que pasa como en el fútbol, que se acaban notando los colores, y al final lo que puedas argumentar se acaba quedando en un agua de borrajas bastante enlodado. Yo en ese sentido tengo una ventaja y un problema. Primero que no me convence ni PSOE ni PP, y que no pienso caer en lo del voto útil que genera el gran enemigo llamado bipartidismo. Segundo, que la izquierda de este país es inauditamente inaudible debido a un sistema electoral que favorece a los partidos mayoritarios por demarcaciones, es decir, los predominantes y los nacionalistas. Además, la extrema derecha siempre parece que está en la sombra, esperando para resurgir y soltar un esputo venenoso que nos contagie alguna mala enfermedad, así que hay que andar con mucho cuidado.
Los últimos acontecimientos dejan claro que a cierta gente con la que me cruce hace años ya no les queda el argumento de que sólo los sociatas son unos chorizos, así que por ahí no podemos tirar para sacar argumentos sobre las diferencias.
Si nos ponemos a mirar datos de uno y otro periodo, podríamos caer en la tentación de hacer leña del árbol caído con respecto a la crisis. Sin embargo, diré que como la economía por desgracia es cíclica y se manejan variables que en nada tienen que ver con los Gobiernos (dudo mucho de la capacidad de estos para hacer nada), pues no me atrevo a entrar en el tema, más que nada porque no puedo aportar datos fiables, y la mala sangre que te puede recorrer porque no gobiernan los tuyos no es nada científico.
Luego, por otro lado, no sé muy bien cuál es la orientación de ninguno de ellos, ni las ganas de hacerlo aceptable. Si la memoria no me falla, en temas económicos relevantes, desde el año mil novecientos setenta y siete, allá por Febrero, no se han conseguido poner de acuerdo en el Hemiciclo-patio-de-vecinas para tomar medidas de un calado importante. Claro, en aquella época teníamos un cuarenta y siete por ciento de inflación, pero sólo algo menos de un cinco de paro. Ahora es al revés, que curioso.
A tener en cuenta que somos personas que, por desgracia, dejamos que los medios de comunicación nos indiquen cuáles han de ser las proclamas y los argumentos, y claro, nos topamos con demasiados intereses económicos. Es mucho más sano cogerse los datos y ver las evoluciones, para saber si realmente las cosas son como las cuentan, y en ello ando (ya hablaré sobre esto en detalle). Te encuentras con datos terriblemente curiosos como por ejemplo que el tejido industrial de este país es una castaña, que la agricultura tiene un peso demasiado alto en comparación con Europa, que la tasa de paro española es siempre el doble que la de nuestros vecinos, que las variaciones se producen sobre todo en construcción y servicios… También que el gasto del sector público en nuestro país no es más alto que en nuestro entorno, que el número de funcionarios por habitante es los más reducidos de Europa (por debajo de Francia, Alemania, Noruega…), que la presión fiscal es inferior, que la deuda pública es de las bajas, que no tenemos más déficit que otros, que se mantienen los ratios comparativos… Luego las campañas informativas y los discursos políticos que dicen lo contrario, mienten. Todo esto, independientemente del partido que este amorrado al grifo.
Así que, ¿dónde se encuentran las diferencias para que haya gente que pase lo que pase votan a unos o a otros, o que jamás votarían a los contrarios? ¿Dónde están las señas de identidad que hacen que la fidelidad de millones de votantes no se desvíe un ápice de su partido? Está la frase de votar al menos malo, pero eso únicamente indica un conformismo difícilmente asumible teniendo en cuenta lo mucho que costó conseguir el sufragio universal, la participación y la soberanía nacional. No nos engañemos, en cuanto la cartera se ha roto, el tema del matrimonio gay, el aborto y demás han dejado de importarle un huevo de pato a nadie, y por ahí podríamos entresacar algo. La política sobre la permisividad o no en este país con respecto a delitos, menores y demás familia se mueve a ritmo de rumba, no de ideologías. Y me desespera pensar esto, os lo aseguro, porque encuentro muchos símiles y ninguna diferencia relevante, y al final del camino, da la sensación de que alguien nos está mareando la perdiz, creando entretenimientos y dispersando las atenciones para seguir haciendo lo que le place. Y eso sería mucho más grave.

Alberto Martínez Urueña 27-05-2010

Distintos colores, misma carroña

Os comentaba la semana pasada mis opiniones sobre las cuestiones de la crisis que vivimos últimamente. Ya sé que muchos de vosotros pensaríais que estaba descargando de responsabilidades al Gobierno, con aquello de mis colores y temas parecidos. No era la intención, eso desde luego: si hubiese entrado en valoraciones políticas concretas, el barbas y toda su camarilla habrían salido bastante peor parados, y sólo les rozó un poco en comentarios al margen. La cuestión no era buscar responsables entre los políticos para la crisis, ni tampoco andar mirando a ver quién lo hubiera hecho mejor (al margen de que pueda tener mis propias opiniones), sino recordar bajo qué servidumbre nos encontramos, nos plegamos a diario con nuestras actitudes, y miramos hacia otro lado cuando nos lo indican. Ya se estará olvidando, con esto de que si los funcionarios vamos a empezar a pasar hambre, como clamábamos venganza cuando los directivos que demolieron nuestro paraíso terrenal se iban de jarana y descanso a playas caribeñas (o de donde fuese) con sus primas y sus estipendios.
Pero hoy les va a caer a todos los políticos por igual. Hay diferencias entre ellos, gracias a dios o a quien sea, pero demasiadas similitudes hacen que me gotee el colmillo y mire por lo bajo, arrugando el hocico. Hay un consenso generalizado entre la gente que entiende (por supuesto ellos no entran dentro de este grupo) al respecto de cuáles se consideran que habrían de ser los pilares maestros sobre los que se debería asentar una sociedad medianamente avanzada como la nuestra, en la que no hay que preocuparse por tener agua potable, cacho de pan para cada día y cosas similares. Son tres fundamentales, la inversión en educación, la inversión en I+D y la protección y fomento de la infancia y la natalidad. Tres cosas básicas sobre las que poder construir el camino hacia donde ha de dirigirse una colectividad humana.
Sin embargo, si vemos lo que han sido los últimos años en nuestro país, y en nuestra región primermundista (hablo de quince o veinte años, que no se me escapa nadie) estos temas se han obviado, y se ha fomentado el consumo en detrimento de la inversión en estos campos (inversión igual a ahorro igual a menos consumo, y eso te lo explican el primer día en la facultad) por el único motivo de que esto vende más, que traducido a la política es de qué manera engañar a la plebe para conseguir más votos. Esto ha hipotecado las posibilidades no ya de crecer más o menos, sino la posibilidad de tener una senda de crecimiento aceptable con un tejido productivo nacional digno de estar incluido en el primer mundo. Y hablo de primer mundo, porque imaginaros que nos quitasen el turismo… Todo ello aderezado con cortinas de humo, como cuando salen los representantes de la familia y sus chorradas neofascistas de rigidez mental, diciendo que la izquierda se carga a las susodichas familias, cuando quien lo hace es el sistema económico que mantienen sus amigos los empresarios, obligando a currar doce horas diarias a los dos miembros de la pareja y a que los hijos se críen libres y salvajes.
En cambio, se han dado facilidades para el endeudamiento (consumo presente en detrimento del consumo futuro) y durante los últimos diez o doce años, en España se ha estado viviendo por encima de las posibilidades marcadas por la producción nacional. Pensad en lo contentos que estarán aquellos piratas que durante un largo tiempo han estado fomentando esto, ganando dinero de los hipotecados por una casa o por unas vacaciones, y que cuando esto ha empezado a venirse a abajo, han recibido todavía más dinero a modo de ayudas públicas (es decir, más dinero nuestro), y tienen la jeta de exigir reducción de un gasto público que se ha disparado por su culpa.
Nadie se preocupó de estos temas, ni los de la rosa de camposanto ni los de la rata de puerto llamada gaviota, y dejaron que todo engordarse sin mover un dedo en contra y sin aprovechar los beneficios que se obtenían para hacer las reformas fiscales y laborales que ahora se reclaman (se llevan reclamando más de diez años, lo sé a ciencia cierta). Determinadas proclamas salen de la madriguera en cuanto la cosa se empieza a poner fea, pero nadie está dispuesto a tomar decisiones por los ciudadanos a los que representan, si no sólo a tomar decisiones para los que pagaron sus campañas electorales. Y esos no quieren que nada se reforme, prefieren que las cosas se conserven como están, con ellos en la cúspide ostentando el auténtico poder soportado por una clase media que ya no sabe a dónde mirar para no verlo.
Al final, para recapitular, diré la clase política que tenemos da vergüenza verla. Ya no saben qué hacer para tapar sus escándalos de corruptela, para que donde dije digo, digo Diego, para salir en la que debería ser la cámara de nuestros representantes dando un ejemplo más o menos honroso en lugar de convertirlo en el plató de Ana Rosa. Me da igual la mayoría de las gilipolleces que tratan y con las que intentan convencernos ocultando lo subyacente; y no os digo ya cuando, tratando de emular a las grandes glorias de las artes escritas, se dedican a utilizar figuras literarias como la metáfora o el símil, o parafrasean a personajes verdaderamente honorables: demuestran tanto su estupidez como la nuestra.

Alberto Martínez Urueña 21-05-2010

Culpables

Bueno, pues parece que la escena política se empieza a poner candente, de esas escenas que a mí me gustan para poder explayarme tranquilamente en mi columna. Antes de nada, decir que hoy no me voy a poner a hablar de lo que ya se llama Zapatazo, y sólo ha pasado un día. Voy a dar rienda suelta a determinados temas, y de la historia ésta de que paguemos los funcionarios algo de lo que no tenemos culpa ya me ocuparé dentro de un par de semanas o tres. Hoy toca hablar de los culpables de esta situación. Procuraré no ser demasiado beligerante, que no es la idea.
Hace trescientos o cuatrocientos años, a los piratas se les colgaba sin conmiseración ninguna en la primera plaza en la que eran apresados; hoy en día, se les da primas, opciones sobre acciones, planes de pensiones de siete cifras… Dirá el que sea un poco obtuso de mente que si las leyes del mercado, que si oferta y demanda, que si la abuela fuma y todas esas justificaciones que me sé demasiado bien por la carrera. Como bien es sabido por todos, el objetivo de las empresas, bancos y otras covachas financieras es maximizar el beneficio, y ese es el único objetivo que les mueve. En base a eso, se juegan el dinero en la bolsa, hacen inversiones de alto riesgo, conceden préstamos con una más que dudosa política de riesgos, o apuestan a que la economía baja y hacen lo posible porque así sea.
Hay gente por ahí que se toma a cachondeo estas cosas. Salen de la bolsa cuestiones como las hipotecas basura (no hace falta poner su nombre anglosajón, idioma de pastores, para entendernos) y a nadie le resulta raro que se tiren a la piscina con esas cosas. No hay un clamor generalizado para tirar a esa gente al mar con un buen peso atado a los tobillos o, al menos, para alguien como yo, que rechaza la violencia de plano, poder meterles en la cárcel, exigirles responsabilidades de las de verdad o algo parecido.
Pues no es para tomárselo a cachondeo. Por un motivo muy sencillo, y suficientemente serio como para que los soplagaitas y carroñeros que aprovechan cualquier excusa para liarse la manta a la cabeza con chorradas, en lugar de acordarse de que por detrás hay personajes muy peligrosos y con sonrisa pícara, que después de llevarnos a una crisis sin precedentes, y de haber sido rescatados con dinero público, después nos hablan de sus intereses privados, de leyes de mercado y de que el sector privado es más eficiente que el público. Podría ser verdad hace dos años, pero ahora el que se crea esa patraña tiene un problema de oclusión mental muy serio.
Ahora sale la gente galleando en ese patio de vecinas que son los parlamentos nacionales y europeos (de momento no entro en las medidas que se han tomado, ya digo que eso lo dejo para más adelante) y se desahogan soltando sapos y chorradas, pero de momento no hay nadie con los suficientes arrestos, que se haya agarrado los machos, y haya dicho qué hacemos con toda esa gentuza que sigue en el mismo océano que antes, pero ahora amarrado a puerto esperando aguas más favorables. Y si no se hace nada, nos la volverán a liar, y no estarán ni Zapatero ni Rajoy, pero se nos habrá olvidado todo esto y volveremos a buscar responsabilidades y cuestiones donde no existen. Otra cosa es el espectáculo de la clase política, pero eso también irá en otro texto.
En nuestro país de pandereta, la cosa se ha añadido con el tema inmobiliario, repleto de más piratas de agarra lo que puedas y corre, y con una facilidad de crédito por parte de esos bancos tan solventes y tan bien posicionados que debería hacer sonrojar a todos sus analistas de riesgos. Eso nos ha llevado a un endeudamiento externo tan curioso como que si España deja de pagar los créditos algunos bancos franceses y alemanes se verían seriamente comprometidos en sus cuentas. Vamos, que todo está lo suficientemente interconectado como para que las medidas que se tomen, se hagan de común acuerdo. Pero la cuestión es que aquí hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades con un tejido productivo que da risa verlo, y un día de estos lo comento, no preocuparse. Vamos, que tenemos nuestra idiosincrasia particular que requiere de determinadas medidas que se deberían tomar para reestructurar esta casa de putas que es nuestro sistema económico, con una cultura empresarial (hablo de lo predominante, que no se me ofenda nadie) lamentable, unos bancos chorizos y una clase trabajadora que al final no sabe qué sinvergüenza le merece más pena para arrimarse.
Así que antes de nada, antes de empezar a poner a cada uno en su sitio, prefiero centrar un poquito el tema y remarcar quienes son los culpables de toda esta marea de podredumbre que nos rodea. Podría hablar de que en España somos de tal o cual manera, pero esto le afecta a todo el mundo desarrollado, desde los españolitos vagos hasta los alemanes cuadriculados. Cuidado con qué daga se tira y a dónde se apunta cuando se habla, que hay varios tipos de tiburones en el mar, pero no todos tienen el mismo hambre, ni los mismos dientes.

Alberto Martínez Urueña 13-05-2010

Tendencias para justificaciones

Andaba yo en el metro de Madrid, mirando periódicos ajenos con disimulo (cuando se viaja, no se tiene mucho tiempo para saber qué pasa por el mundo), viendo qué había pasado con el tema de la mancha de petróleo, cómo había sido la última jornada de liga de fútbol, cuando vi una de esas noticias que hacen que me sonroje de mi condición humana. Va a ser una de esas que no salen más que para llenar una pequeña columna en cualquier diario de tirada local; sin embargo es igual de significativa, a mi modo de ver, que las gaitas que se traen Zapatero y Rajoy.
La noticia en cuestión informaba sobre lo sucedido en no-diré-el-nombre-por-decencia sobre una inauguración de no sé que bareto y la intención de subastar, en tal magnífico evento, a una chica. Entiendo que os haya dado una arcada nada más leerlo, a mí me pasó algo parecido, y no conozco a la chica, así que no van por ahí los tiros. Al parecer, esos héroes de la benemérita, o del cuerpo que sea, habían paralizado el tinglado, imagino que por orden de instancias superiores, aunque no sé si la preocupación de tales instancias se digna a descender a esas cuestiones mundanas. La noticia concluía, para mi asombro, añadiendo que en otro pueblo de tampoco sé el nombre, se había llevado a cabo una barbaridad semejante con niñas de catorce a dieciocho años, utilizando dinero del Monopoly. Se ve que como no era con dinero legal, sí que vale.
Estupefacto me hallo todavía, tanto de que haya hijos de perra que monten tales saraos, como de imbéciles que se dignen a participar, y ya no digamos de que haya chicas, mujeres, o como las quieran llamar, que se presten a participar en algo semejante (a lo mejor no se prestaron, se vendieron por un módico precio, y eso tiene un nombre del que hablan los textos más antiguos).
Y habrá quien se pregunte que a quién voy a dar caña esta semana, que realmente esto no da mucho más de sí. Pero confiad un poco más en mis posibilidades, por favor. La cuestión con estas cosas no es que sucedan, que viene a ser algo que no me acaba de sorprender demasiado, si os digo la verdad; lo que me preocupa de todo esto, es precisamente la falta de sorpresa. Parece que la conciencia de nuestra sociedad, o al menos la mía, se está acostumbrando demasiado a que temas como el que os planteo no sea algo más importante que una pequeña columna en un periódico gratuito.
Desde hace tiempo creo que el ser humano no tiende por naturaleza hacia el mal, tal y como nos intentó vender aquel charlatán llamado Pablo. Creo que más bien tiende a la comodidad de lo fácil e inmediato, lo cual lo pondría en la categoría de bobo, más que de malo. O nos pondría, que de ésta es más complicado excluirme. El problema es que cuando se introduce en la conciencia colectiva que el hombre es un ser que por defecto se dirige a la depravación y a la pervertida laxitud de costumbres, se justifica y se tolera con más complacencia determinado tipo de cuestiones como la que os he puesto antes. Incluso se llega a aplaudir, lo que convierte a una cultura como la nuestra en una pseudotribu prehistórica.
El hombre no se inclina hacia bien o mal sin más, tiene cierta tendencia, si acaso, a quedarse sentado en el sofá procurando moverse lo menos posible, y de esa manera su capacidad para tomar las decisiones correctas se ve ampliamente trastocada. La ociosidad es la madre de las lacras humanas, así como la experiencia es la madre de la ciencia, y movidos por esa comodidad se cometen errores tales como dejar que a los niños les eduque la televisión en horario de máxima audiencia. En la naturaleza del hombre está su mente racional, y el hecho de tener que pasar ese filtro para tomar las decisiones que nos plantea toda situación, desde la más trivial hasta la más trascendente. Es decir, la auténtica naturaleza humana y la auténtica tragedia que acecha en cada esquina es tener que tomar la decisión correcta en cada momento, o al menos intentarlo, ya que la casuística y la gran variedad de posibles soluciones te pueden llevar al error. Desde luego, dicha naturaleza no es la esclavitud de los impulsos irracionales (ya sea sexo, agresividad, drogas, narcisismo, o el que queráis escoger), pero tampoco la esclavitud de la racionalidad. La solución a esta paradoja ha ocupado la mente de los hombres durante milenios, y no exagero un ápice, y de ella derivan las auténticas cosas importantes de la raza humana.
Y los que se dedican a entrar en ese juego de sorteos, participantes y participadas, no quiero poner calificativos que me hagan errar a mí también en lo que considero correcto. Sólo diré que el hecho de que el sexo y lo que de él pueda derivar sea la golosina de los actuales adolescentes no me va a hacer justificar tratar a seres humanos con tan poco respeto. Los calificativos hoy se los dejo a otros.

Alberto Martínez Urueña 7-05-2010

Líderes

Hay veces que estar en un despacho puede ser bastante tedioso. Sobre todo cuando las personas que deberían facilitarte el trabajo no te dan la información que necesitas; y así, te ves reducido a estar sentado delante de la pantalla, con tus compañeros dedicados a su parte que sí han recibido, y tú sin saber muy bien si dedicarte a otros tejemanejes será demasiado jeta por tu parte.
En todo caso, sin que piense nadie mal de mí, y como tengo la idea, vuelvo a la parte artística de mi literatura para compartir con vosotros ciertos pensamientos que últimamente he tenido la suerte de que me visitaran. No es que haya faltado a mi palabra de escribir con más asiduidad, es que la muerte de Miguel Delibes me dejó el hado bastante postrado. Ya escribiré más adelante sobre ese tema, cuando hacerlo no sea oportunista y no me deje llevar demasiado por lo que ahora considero una de las mayores pérdidas de nuestro país en toda su historia. Pero claro, eso seguramente esté motivado porque me gusta el arte y considero que las cosas que elevan el alma humana son las importantes.
Pero hay para más cosas. Recién llegado de Nueva York y de haber visto cosas que no se verán en España durante años, como baños públicos más limpios que el Palacio Real, con hilo de música clásica incorporados, para que hagas tus necesidades con gusto y relax, me veo en la necesidad de mirar hacia fuera de nuevo y ver qué es lo que se cuece en nuestra curiosa sociedad española.
Recapacitaba hace un par de días, de camino para Valladolid, sobre la importancia de los líderes para la sociedad. No sé muy bien cuál será antes en este caso, si el huevo o la gallina, si los líderes influyen en la sociedad, o si aquéllos son un reflejo de ésta. En todo caso, la capacidad de liderazgo de quien se espera que la ejerza, tiene importantes consecuencias en aquellos que se observan a sí mismos en esas personalidades. No en vano, para un infante, el liderazgo de sus padres resulta imprescindible; igualmente, en una empresa, el liderazgo de las personas encargadas de las tareas de dirección es simplemente irrenunciable para la buena marcha del sistema (algunas no lo tienen, y así las va). Claro, me preguntaba con gesto concentrado y con temblor de subconsciente, cuáles habrían de ser los líderes de la sociedad, los que dieran ejemplo para el resto de masa insustancial (hablo de masa, no de las personas que lo componen) que se deja llevar según los vientos lleguen.
Si tuviera que buscar líderes, tendría que fijarme en las personas que más llaman la atención y a los que las personas de una manera u otra prestan su atención. La cosa se empezó a poner bastante chunga llegado a este punto, ya que son esas personas que hacen que no cambies de canal, que te remueven algo de los adentros, que hacen piruetas lógicas para conseguir que estés de acuerdo con ellos y otra clase de idioteces. Y claro empezaron a salir nombres a patadas.
Primero me vino a la mente esa clase de aves de rapiña que son ciertos tertulianos y otra clase de alimañas. No quiero poner nombres por no manchar mi texto, pero imaginaros señoras que gritan para imponer su esperpéntica realidad y sus estercoleros de ideas, hablando y montando gallineros sobre las vidas de otros o sobre las suyas, vendiendo que la gente ha de estar interesado en las vidas ajenas y lejanas. Primera arcada.
Segundo, se me pasó por la cabeza toda esa clase de hienas en pantalón corto que por cobrar lo que dicta una ley de mercado inhumana (por mucho que los capitalistas nos la vendan del otro palo) ya se creen merecedores de otra clase de tratamientos y ventajas, de envidias y de respetos, de portadas y admiración. No admiro a alguien así más que porque curra en algo más divertido que lo mío.
Tercero, el acabóse. La clase dirigente de esta mezcla de reinos de taifas que debería acabar de escindirse a base de terremotos y fracturas piroclásticas. Podríamos estar días enteros hablando de unos y otros, para llegar a la conclusión de que su irresponsabilidad con respecto al poder DELEGADO que ostentan raya lo paranormal, y va increscendo. Independientemente de opiniones ideológicas, de las que creo que ha quedado claro que quedaron desbancados hace tiempo, salvo los ciertos fascistas que todavía anhelan aquellos tiempos en que no se les movía nadie de su sitio, y que ahora viven acojonados ante la posibilidad de que se les mueva el sillón donde viven permanentemente acomodados.
Líderes, decía. Después de un pequeño repaso, no sé si son reflejo de la sociedad, o guían los designios de ésta. De una forma u otra, estoy pensando en largarme a vivir unos cientos de años a una cueva, por la que espero no tener que pagar una hipoteca desmesurada, a ver si el paso de tiempo les convierte en ese ejemplo de lo que nunca debió ser.
Alberto Martínez Urueña 30-04-2010