Os comentaba la semana pasada mis opiniones sobre las cuestiones de la crisis que vivimos últimamente. Ya sé que muchos de vosotros pensaríais que estaba descargando de responsabilidades al Gobierno, con aquello de mis colores y temas parecidos. No era la intención, eso desde luego: si hubiese entrado en valoraciones políticas concretas, el barbas y toda su camarilla habrían salido bastante peor parados, y sólo les rozó un poco en comentarios al margen. La cuestión no era buscar responsables entre los políticos para la crisis, ni tampoco andar mirando a ver quién lo hubiera hecho mejor (al margen de que pueda tener mis propias opiniones), sino recordar bajo qué servidumbre nos encontramos, nos plegamos a diario con nuestras actitudes, y miramos hacia otro lado cuando nos lo indican. Ya se estará olvidando, con esto de que si los funcionarios vamos a empezar a pasar hambre, como clamábamos venganza cuando los directivos que demolieron nuestro paraíso terrenal se iban de jarana y descanso a playas caribeñas (o de donde fuese) con sus primas y sus estipendios.
Pero hoy les va a caer a todos los políticos por igual. Hay diferencias entre ellos, gracias a dios o a quien sea, pero demasiadas similitudes hacen que me gotee el colmillo y mire por lo bajo, arrugando el hocico. Hay un consenso generalizado entre la gente que entiende (por supuesto ellos no entran dentro de este grupo) al respecto de cuáles se consideran que habrían de ser los pilares maestros sobre los que se debería asentar una sociedad medianamente avanzada como la nuestra, en la que no hay que preocuparse por tener agua potable, cacho de pan para cada día y cosas similares. Son tres fundamentales, la inversión en educación, la inversión en I+D y la protección y fomento de la infancia y la natalidad. Tres cosas básicas sobre las que poder construir el camino hacia donde ha de dirigirse una colectividad humana.
Sin embargo, si vemos lo que han sido los últimos años en nuestro país, y en nuestra región primermundista (hablo de quince o veinte años, que no se me escapa nadie) estos temas se han obviado, y se ha fomentado el consumo en detrimento de la inversión en estos campos (inversión igual a ahorro igual a menos consumo, y eso te lo explican el primer día en la facultad) por el único motivo de que esto vende más, que traducido a la política es de qué manera engañar a la plebe para conseguir más votos. Esto ha hipotecado las posibilidades no ya de crecer más o menos, sino la posibilidad de tener una senda de crecimiento aceptable con un tejido productivo nacional digno de estar incluido en el primer mundo. Y hablo de primer mundo, porque imaginaros que nos quitasen el turismo… Todo ello aderezado con cortinas de humo, como cuando salen los representantes de la familia y sus chorradas neofascistas de rigidez mental, diciendo que la izquierda se carga a las susodichas familias, cuando quien lo hace es el sistema económico que mantienen sus amigos los empresarios, obligando a currar doce horas diarias a los dos miembros de la pareja y a que los hijos se críen libres y salvajes.
En cambio, se han dado facilidades para el endeudamiento (consumo presente en detrimento del consumo futuro) y durante los últimos diez o doce años, en España se ha estado viviendo por encima de las posibilidades marcadas por la producción nacional. Pensad en lo contentos que estarán aquellos piratas que durante un largo tiempo han estado fomentando esto, ganando dinero de los hipotecados por una casa o por unas vacaciones, y que cuando esto ha empezado a venirse a abajo, han recibido todavía más dinero a modo de ayudas públicas (es decir, más dinero nuestro), y tienen la jeta de exigir reducción de un gasto público que se ha disparado por su culpa.
Nadie se preocupó de estos temas, ni los de la rosa de camposanto ni los de la rata de puerto llamada gaviota, y dejaron que todo engordarse sin mover un dedo en contra y sin aprovechar los beneficios que se obtenían para hacer las reformas fiscales y laborales que ahora se reclaman (se llevan reclamando más de diez años, lo sé a ciencia cierta). Determinadas proclamas salen de la madriguera en cuanto la cosa se empieza a poner fea, pero nadie está dispuesto a tomar decisiones por los ciudadanos a los que representan, si no sólo a tomar decisiones para los que pagaron sus campañas electorales. Y esos no quieren que nada se reforme, prefieren que las cosas se conserven como están, con ellos en la cúspide ostentando el auténtico poder soportado por una clase media que ya no sabe a dónde mirar para no verlo.
Al final, para recapitular, diré la clase política que tenemos da vergüenza verla. Ya no saben qué hacer para tapar sus escándalos de corruptela, para que donde dije digo, digo Diego, para salir en la que debería ser la cámara de nuestros representantes dando un ejemplo más o menos honroso en lugar de convertirlo en el plató de Ana Rosa. Me da igual la mayoría de las gilipolleces que tratan y con las que intentan convencernos ocultando lo subyacente; y no os digo ya cuando, tratando de emular a las grandes glorias de las artes escritas, se dedican a utilizar figuras literarias como la metáfora o el símil, o parafrasean a personajes verdaderamente honorables: demuestran tanto su estupidez como la nuestra.
Alberto Martínez Urueña 21-05-2010
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