jueves, 27 de mayo de 2010

Líderes

Hay veces que estar en un despacho puede ser bastante tedioso. Sobre todo cuando las personas que deberían facilitarte el trabajo no te dan la información que necesitas; y así, te ves reducido a estar sentado delante de la pantalla, con tus compañeros dedicados a su parte que sí han recibido, y tú sin saber muy bien si dedicarte a otros tejemanejes será demasiado jeta por tu parte.
En todo caso, sin que piense nadie mal de mí, y como tengo la idea, vuelvo a la parte artística de mi literatura para compartir con vosotros ciertos pensamientos que últimamente he tenido la suerte de que me visitaran. No es que haya faltado a mi palabra de escribir con más asiduidad, es que la muerte de Miguel Delibes me dejó el hado bastante postrado. Ya escribiré más adelante sobre ese tema, cuando hacerlo no sea oportunista y no me deje llevar demasiado por lo que ahora considero una de las mayores pérdidas de nuestro país en toda su historia. Pero claro, eso seguramente esté motivado porque me gusta el arte y considero que las cosas que elevan el alma humana son las importantes.
Pero hay para más cosas. Recién llegado de Nueva York y de haber visto cosas que no se verán en España durante años, como baños públicos más limpios que el Palacio Real, con hilo de música clásica incorporados, para que hagas tus necesidades con gusto y relax, me veo en la necesidad de mirar hacia fuera de nuevo y ver qué es lo que se cuece en nuestra curiosa sociedad española.
Recapacitaba hace un par de días, de camino para Valladolid, sobre la importancia de los líderes para la sociedad. No sé muy bien cuál será antes en este caso, si el huevo o la gallina, si los líderes influyen en la sociedad, o si aquéllos son un reflejo de ésta. En todo caso, la capacidad de liderazgo de quien se espera que la ejerza, tiene importantes consecuencias en aquellos que se observan a sí mismos en esas personalidades. No en vano, para un infante, el liderazgo de sus padres resulta imprescindible; igualmente, en una empresa, el liderazgo de las personas encargadas de las tareas de dirección es simplemente irrenunciable para la buena marcha del sistema (algunas no lo tienen, y así las va). Claro, me preguntaba con gesto concentrado y con temblor de subconsciente, cuáles habrían de ser los líderes de la sociedad, los que dieran ejemplo para el resto de masa insustancial (hablo de masa, no de las personas que lo componen) que se deja llevar según los vientos lleguen.
Si tuviera que buscar líderes, tendría que fijarme en las personas que más llaman la atención y a los que las personas de una manera u otra prestan su atención. La cosa se empezó a poner bastante chunga llegado a este punto, ya que son esas personas que hacen que no cambies de canal, que te remueven algo de los adentros, que hacen piruetas lógicas para conseguir que estés de acuerdo con ellos y otra clase de idioteces. Y claro empezaron a salir nombres a patadas.
Primero me vino a la mente esa clase de aves de rapiña que son ciertos tertulianos y otra clase de alimañas. No quiero poner nombres por no manchar mi texto, pero imaginaros señoras que gritan para imponer su esperpéntica realidad y sus estercoleros de ideas, hablando y montando gallineros sobre las vidas de otros o sobre las suyas, vendiendo que la gente ha de estar interesado en las vidas ajenas y lejanas. Primera arcada.
Segundo, se me pasó por la cabeza toda esa clase de hienas en pantalón corto que por cobrar lo que dicta una ley de mercado inhumana (por mucho que los capitalistas nos la vendan del otro palo) ya se creen merecedores de otra clase de tratamientos y ventajas, de envidias y de respetos, de portadas y admiración. No admiro a alguien así más que porque curra en algo más divertido que lo mío.
Tercero, el acabóse. La clase dirigente de esta mezcla de reinos de taifas que debería acabar de escindirse a base de terremotos y fracturas piroclásticas. Podríamos estar días enteros hablando de unos y otros, para llegar a la conclusión de que su irresponsabilidad con respecto al poder DELEGADO que ostentan raya lo paranormal, y va increscendo. Independientemente de opiniones ideológicas, de las que creo que ha quedado claro que quedaron desbancados hace tiempo, salvo los ciertos fascistas que todavía anhelan aquellos tiempos en que no se les movía nadie de su sitio, y que ahora viven acojonados ante la posibilidad de que se les mueva el sillón donde viven permanentemente acomodados.
Líderes, decía. Después de un pequeño repaso, no sé si son reflejo de la sociedad, o guían los designios de ésta. De una forma u otra, estoy pensando en largarme a vivir unos cientos de años a una cueva, por la que espero no tener que pagar una hipoteca desmesurada, a ver si el paso de tiempo les convierte en ese ejemplo de lo que nunca debió ser.
Alberto Martínez Urueña 30-04-2010

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