¿Cuál es mi opinión sobre la gestión de esta pandemia? En este país en el que la estupidez provoca ver el debate ideológico como si de un partido de fútbol se tratase, sé a ciencia cierta que estoy ya catalogado como ferviente defensor del Gobierno, a pesar de no haberles votado, ni a unos ni a otros. Igual que también se me ha dicho que soy comunista y abogo por la intervención directa del Gobierno en la economía para planificarla. Gilipolleces. Yo sólo me he casado una vez en toda mi vida, y fue con mi mujer, y las lealtades las tengo con ella, con mi familia y con mis amigos. Al respecto de los políticos, creo que, dentro de sus motivaciones, hay muchas más que servir al interés general. Al respecto de nuestros políticos nacionales, creo que están convencidos de que, con sus ideas y actuaciones, defienden a la población, pero tienen tal ceguera que no son capaces de ver su propia incompetencia. Y suman esa incompetencia y esa ceguera a una prepotencia superlativa que sobrecompensan por el miedo a no ser tomados en serio. Dicho lo cual, paso a opinar desde mi particular criterio.
He visto como el Gobierno reaccionaba a una pandemia poniendo en uno de los platos de la balanza el miedo a que le pasara lo de la gripe A y sus noventa millones de vacunas no utilizadas, sufriendo lo que se llama la paradoja de la prevención, y poniendo en el otro que la evolución de los contagios saturase unas urgencias hospitalarias que ya conocían ese fenómeno año tras año durante la época de la gripe estacional. Todo esto, sin que la ciencia todavía pudiera aportar datos ciertos y fiables sobre el CoViD-19. La conclusión es que llegó tarde. Pero no tarde como dicen los taberneros del Congreso por no haberlo declarado una semana antes. Llegó tarde por no declararlo en enero. O quizá incluso antes. En diciembre, quizá. Me explico.
Con los datos que hoy tenemos, sabemos que en Francia hay un caso confirmado de coronavirus en diciembre. Lo hemos sabido hace un par de días. Además, los análisis de aguas fecales de varias ciudades españolas ya tenían restos en enero del virus que únicamente podían haber llegado a nuestras alcantarillas por un medio. Sabemos también que el primer caso de coronavirus en nuestro país no fue aquel sevillano de finales de febrero. Hoy sabemos que hubo al menos quince casos repartidos por varias localizaciones a principios del mismo mes, y también se está conociendo que los médicos de atención primaria empezaron a ver gripes raras en enero. Se está empezando a hablar que la cumbre del clima que se celebró en diciembre en Madrid ya expandió inicialmente el virus y todavía recuerdo como clamaron a los cielos tertulianos de todo espectro ideológico cuando se canceló el Congreso sobre Tecnología Móvil de Barcelona, a mediados de febrero. Os invito a buscar en San Google qué pasaba en esas fechas.
En Francia, en diciembre. Sin embargo, en Francia hay menos afectados que en España o en Italia. Francia celebró elecciones después de que España declarase el Estado de Alarma a mediados de marzo. ¿Por qué no se han visto arrasados en igual o mayor medida que nosotros? No lo sé y, a día de hoy, todavía no he encontrado ninguna noticia que me lo aclare. Y os aseguro que la he buscado.
Pero eliminando lo que hoy sabemos y que desconocíamos entonces, la Organización Mundial de la Salud advirtió a mediados de febrero del riesgo de celebrar actos públicos multitudinarios. En concreto, el catorce de febrero, cuando todavía no sabíamos que ya teníamos el bicho entre nosotros. El Gobierno actuó tarde, eso es indudable. Lo que parece no saber la mayoría de ciudadanos –aunque lo sabéis y os hacéis los locos– es que las advertencias sobre posibles pandemias mundiales como la que estamos sufriendo vienen produciéndose desde hace años. Incluso, advierten de la posibilidad de que llegue un virus que mate mucho más de lo que mata éste, y con su facilidad de contagio. Por cierto: ¿sabéis que ya se han catalogado ciento noventa y ocho mutaciones del CoViD-19 original? Es cuestión de tiempo que aparezca ése que abra la caja de pandora. Ése que, en lugar de matar a la tercera edad, mate a la primera y a la segunda, y con tasas de las que parecen reservadas a los países africanos. Una más: ¿sabéis que la OMS advirtió en su informe "Un mundo en riesgo" de 2019 de la posibilidad de que llegase un virus como el de la gripe de 1918 y matara a ochenta millones de personas? De momento, no llevamos tantas. Y si no, Bill Gates, a través de su fundación, lleva años realizando estudios al respecto y en 2015 ya advirtió que el mundo no estaba preparado para lo que nos ha tocado vivir en 2020.
El gobierno llegó tarde. Y los gobiernos de países que parece que no lo han hecho, también lo han hecho, pero sus ciudadanos han tenido una suerte que hoy en día la ciencia no puede explicar. Este Gobierno ha llegado tarde y espero que sus votantes le hagan pagar la responsabilidad que les corresponda y que se deberá dilucidar en el momento adecuado y con los métodos previstos en democracia. Pero que nadie se lleve a engaños. ¿Cuántos de nosotros estábamos dispuestos a renunciar a nuestro modo de vida en 2015? ¿Y en 2019? A toro pasado, al bicho se le ven los cojones y se sabe que es macho, pero el problema está en la sociedad, en todos nosotros, que sufrimos del sesgo de la paradoja de la prevención y que no renunciaríamos a nuestro modo de vida aunque nos dijesen de que existe un alto riesgo de que el CoViD y sus tasas de contagio se hubiesen apareado con la letalidad del ébola o del ántrax. Esta vez nos ha pasado con el CoViD-19, pero ¿cuánto llevan avisándonos los científicos sobre esta y otras catástrofes que se ciernen sobre nosotros? Parece, de momento, que la naturaleza nos quiere conceder una oportunidad más, pero quién sabe… Como decían los Héroes del Silencio, no hay nada para siempre, y el ser humano, de momento, sólo es una pequeña mota de polvo en la historia de nuestro planeta.
Alberto Martínez Urueña 7-05-2020
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