Hoy es uno de esos días en que me levanto con ganas de decir algo que no sea demasiado controvertido. Y me siento delante del teclado con la intención de encontrar la forma de hallar consensos en lugar de ponerme a disparar al primero que se mueva. En días como los que nos ha tocado vivir debería ser fácil poder encontrar esos consensos. Deberían partir de algo tan sencillo como explicar a los ciudadanos desde todas las administraciones están todas ellas luchando por encontrar mascarillas, equipos de protección, test para el coronavirus y que están haciendo lo imposible por lograrlo. Igualmente, no debería ser complicado para nuestros políticos asumir que sus rivales ideológicos en circunstancias normales están peleando igual que ellos para encontrar los recursos y los procedimientos necesarios para luchar contra la pandemia. Y todos ellos deberían tener la suficiente capacidad humana para explicar a los ciudadanos que habrá un número de bajas inevitables independientes de la gestión realizada. Casado defendiendo a Sánchez por haber hecho lo posible por minimizar los muertos, asumiendo que era imposible reducirlos a cero. Sánchez defendiendo a Ayuso en la gestión y en la toma de decisiones sobre las residencias para mayores de la comunidad. Todas las Comunidades Autónomas y el Gobierno batiéndose el cobre en esos mercados internacionales completamente salvajes y desalmados, cubiertos de la ponzoña de la especulación, intentando encontrar todos esos recursos que los sanitarios y expertos necesitan para lograr minimizar los daños y acortar el tiempo de confinamiento que nos toca vivir a los ciudadanos.
Y qué decir de los ciudadanos… Deberíamos poder decir que asumimos nuestro papel de bienmandados, sumisos y obedientes, tal y como, por cierto, creo que somos la mayoría, intentando no envenenar la escena pública. Por desgracia, hay excepciones: tenemos a los que se saltan el confinamiento y ponen en peligro a la policía y a la guardia civil; pero no solo ellos. Nos encontramos también con esa policía de balcón, con los videos virales de peña que se queja porque no es capaz de soportar tener a sus hijos en casa y con los que comparan todo esto con una guerra, con dos cojones, demostrando que en Europa hace mucho tiempo que no pasamos por una. Quizá por eso existe Lesbos… Hacen esa afirmación como si fuese lo mismo ver venir a un avión y poder correr a ponerte a salvo en un refugio antiaéreo que no saber de dónde te puede venir el puto bichito. En casa, por suerte, sabes que no va a venir un bombardero israelí o un comando sirio y te va a tirar las paredes sobre la cabeza, y que luego no te va a tocar recoger los cachos de tus hijos de entre los escombros. Y todo porque los perros sí que pueden salir y ellos con los niños no pueden. Espero que sus hijos sí que sepan mear en la taza del váter o que no les falte para pañales… En una guerra al disidente no se le multaría: al sujeto que se le ocurriera disentir de las órdenes del mando supremo, o incluso crear un estado de opinión que desanimase a las tropas, se le aplicar un consejo de guerra sumarísimo y punto. Esa es una guerra. Ahora estamos luchando contra una pandemia mundial y las cosas son distintas.
Hay que tener una cuestión muy clara, y quienes han trabajado o trabajan en gestión de riesgos o, de forma más general en temas de auditoría, lo tenemos claro, y es diferenciar entre lo que era previsible de lo que no lo era. Para las cuestiones que no lo eran están las revisiones de los procedimientos, la mejora de los protocolos y el establecimiento de medidas preventivas. En Nueva York todavía se pueden ver esos enormes depósitos de agua en las azoteas de algunos edificios, medidas que se idearon de cero cuando sufrieron brutales incendios en una ciudad que era más alta de lo que nunca habían sido, y a cuyos pisos altos no llegaban las mangueras de los bomberos.
Cosa distinta son los riesgos que sí que eran conocidos. ¿Existía la posibilidad de que surgiera un virus que atacase a la población a nivel mundial? Efectivamente que existía. No hay más que buscar en internet para encontrar noticias de hace no demasiados meses en los que alertaban de la posibilidad de que esto ocurriera. O una interesante charla de Bill Gates que, en su tarea como filántropo, ha estado investigando esta posibilidad desde hace varios años. Digo esto porque cuando acabe el periodo de pandemia, volvamos a la calle y, sobre todo, dejen de morir personas –36% de ellos son ancianos en residencias de ancianos–, tendremos que mirar a ver qué es lo que han estado haciendo todas y cada una de las Comunidades Autónomas durante los últimos años. Esas Comunidades Autónomas que tenían transferidas las competencias de gestión de la Sanidad Pública desde los años noventa y principios del 2.000 y que han sido las responsables de que sus sistemas de gestión no estuvieran preparados con suficientes recursos materiales y humanos para afrontar una crisis sanitaria como ésta. Todo lo que se podía hacer una vez comenzada era poner parches a una rueda con un reventón enorme. Y quiero que quede claro que estoy criticando a los gobiernos de todas las Comunidades Autónomas con independencia de sus colores. No sé si podían haberse preparado suficientemente o era imposible prever esta situación, pero han fallado todos. Y ahora, todos están fallando nuevamente, pero no por evitar la ingente cantidad de muertos con que nos asombramos cada día. Están fallando por su incapacidad para actuar como auténticos líderes sociales. Lo hacen, en cambio, como siempre lo han hecho: como oportunistas y trileros siempre dispuestos a regatear lo que haga falta incluso con el diablo.
Alberto Martínez Urueña 27-03-2020
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