martes, 5 de noviembre de 2019

Por qué no votaré a la derecha


            Por qué no votaré a la derecha

            ¿Por qué no voy a votar este domingo a la derecha? Es muy sencillo. De todo lo que se podía hablar en el debate de ayer –que, por supuesto, no me tragué entero porque llevo escuchándoles hablar demasiados meses como para hacer como el españolito desmemoriado que se traga las falacias de un discurso sin preguntas– únicamente me interesaban un par de temas. Para debatirlos en detalle. Hay otras que no debato porque las considero básicas. Estas cuestiones sobre la que sólo hay certezas intelectuales son, verbigracia, el marco legal en el que nos movemos todos, la inversión en I+D+i en Educación, en Pensiones o en Sanidad. También meto en este tema la eutanasia –a ver por qué va a tener que decirme nadie hasta cuándo estoy obligado seguir vivo–, el aborto –no estoy a favor del aborto, pero menos de decirle a nadie lo que hace con su vida– o la prostitución y la gestación subrogada –curiosamente a estos trabajos sólo se apuntan las que no pueden dedicarse a otra cosa–. El tema del machismo ni lo comento: yo puedo salir a correr al pinar a la hora que me da la gana, sin miedo, y las mujeres no pueden. ¿Hay un código penal que condenaría a un posible agresor de igual manera si me toca a mí sufrirle que si le toca, por poner un ejemplo, a vuestra madre? Sí, pero estadísticamente ella tiene más riesgos de que le pase. Por eso estoy a favor de buscar la forma de protegeros especialmente a vosotras, y no a mí. Además, y esto es tan evidente que no entiendo a quien lo niega, yo he vuelto borracho a casa algunas noches, y nunca me sentí en peligro; por lo que parece, si a una mujer que va borrachísima le asaltan por la noche, no es tan grave que si le ocurre de día estando sobria. Pero vamos al turrón.
            Los temas que me interesan, allí donde veo algo de interés más allá del zasca para deficientes mentales y palmeros, son en el tema económico y en el tema medioambiental. Si empiezo por este último, sin necesidad de hablar del cambio climático antropogénico–te puedes creer que es mentira o hacer caso a la práctica totalidad de los científicos que se encargan del tema–, tenemos la cuestión de las muertes causadas por la contaminación. Aquí hay un posicionamiento fundamental que hacer al inicio, antes de empezar a hablar de medidas: hasta qué punto es importante la salud con respecto al sistema económico. Y una vez que te posicionas con respecto a esto, se determina el esfuerzo que consideras necesario para cambiar de un modelo económico contaminante a uno menos contaminante. Es un esfuerzo económico, por supuesto. Puedes considerar que la salud no se ve afectada por la contaminación –y seguramente, tengas algún problema mental– y entonces serás un palmero de Trump, seguramente tus padres sean hermanos, o quizá primos, y estés convencido de que La Tierra es plana y de que las vacunas están pensadas para matarnos a todos. Puedes considerar que el esfuerzo económico a realizar tiene que sopesar las consecuencias sobre los mercados de trabajo y de capitales, los costes para las empresas y cómo compensarlas, las distorsiones negativas para las familias… Entonces, estarás en la línea del PP y Cs, que abogan por advertir a las empresas de que dentro de unos años se limitarán las emisiones –plazos que luego suelen prorrogarse sine die–, por incentivar fiscalmente a las empresas que menos contaminen –que paguen menos impuestos, aunque el tipo efectivo ya sea ridículo–, y todo ello sin perjudicar a los empresarios que decidan seguir en el tren que nos ha traído hasta donde estamos. Respeto absoluto a esta opción, pero yo no la veo. No creo que las empresas vayan a realizar una reconversión industrial muto proprio, no creo que deban pagar menos impuestos por una reconversión que también beneficiaria a sus pulmones, y, además, considero que una reconversión industrial hacia economías menos contaminantes supondría un aumento de nuestra capacidad industrial y de nuestras potencialidades y eficiencias, así como a las productividades de la que tanto se hablan. Como no veo que el poder económico vaya a ser capaz de comportarse mínimamente con respecto a este tema –es muy útil para otras cuestiones–, prefiero empezar desde ya y establecer un marco legal claro que les meta en vereda y exigir un esfuerzo importante para levar a cabo esa reconversión hacia un modelo menos contaminante –sustentable ecológicamente– lo antes posible.
            Lo del tema económico, un par de apuntes. Cuando el PP y Cs hablan de bajar los impuestos, es necesario decir que Cs nunca lo ha hecho porque no ha gobernado y que el PP, gobernando, nunca les ha bajado los impuestos a las clases medias. Cualquiera interesado en el tema, que me lo diga, que le mando los datos. No lo digo yo, lo dicen economistas neoliberales que acusan al PP de decir ser neoliberal y luego aplicar medidas que nada tienen que ver con esas tesis. Además, añado una cuestión especialmente dirigida a cualquiera de vosotros que no ganéis más de ciento cincuenta mil euros al año. Cuando hablan de bajar los tipos del IRPF a los que benefician fundamentalmente es a los que ganan más. Cuando quieren quitar el impuesto de sucesiones o el de patrimonio, estos ya estaban bonificados y reducidos de tal manera que nosotros no lo pagábamos, lo pagaban los ricos. Cuando aplican todas esas medidas, les bajan los impuestos a los que ganan más de ciento cincuenta mil al año, pero luego lo compensan subiéndoles los impuestos a la clase media, a ti y a mí, y, en caso de que no lo hagan, no recortan para que el sector público sea más eficiente, lo recortan para que sea más pequeño, por lo que te recortan en Pensiones, Sanidad, en Educación –incluso el dinero que pagas si llevas a tu niño a un concertado– en infraestructuras y en I+D+i; es decir, cargándolo igualmente sobre las clases medias y, de paso, cargándose de un plumazo a las generaciones mayores, a los adultos y el futuro de nuestros hijos.
Alberto Martínez Urueña (4-11-2019)

            PD: no sé lo que voy a votar, y no soy palmero de nadie, y no soy enemigo ni de Rivera ni de Casado, ni de sus votantes; tengo mis ideas y mis tesis, y las confronto con las suyas. Por eso no considero que ningún español sea mi enemigo. Tampoco ningún extranjero. Ni ningún ser humano, por cierto.

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