Planteaban en
uno de los grupos de FaceBook a los que pertenezco cuál es la diferencia entre
capitalismo y fascismo. No deja de resultarme curiosa esa pregunta, porque,
para alguien que ha estudiado economía, las diferencias son claras. El
capitalismo está basado en la libre elección del individuo en su participación
en los mercados. Toma sus decisiones conforme a una función que describe, o
bien sus deseos o necesidades, llamada función de utilidad; o bien, adopta un
comportamiento productivo en base a una función de producción basada en los
costes de fabricación y las características del mercado en el que participa. Es
una definición bastante grotesca de la microeconomía que vi en la Universidad,
pero nos vale. Sobre todo, porque en ninguna de las funciones mencionadas hay
ningún tipo de referencia a criterios morales. Para la economía, los
participantes son meras máquinas que responden de manera indeleble a sus
características, matematizadas en una función. Es decir, nadie les obliga a ser
egoístas o empáticos, a tener en sus funciones criterios humanistas o
descarnados. Pueden tenerlos, o no tenerlos, cada uno lo suyo, pero la economía
no entra. Lo único que exige la economía es maximizar utilidades o beneficios
en base a esa función de utilidad o de producción. Pero cada uno elige, o tiene
de manera inevitable, la suya.
El fascismo
es otra cosa muy distinta. Desde el punto de vista económico, todos los
análisis realizados de manera científica desde la teoría pura, se llega a que
las dictaduras se caracterizan por un intervencionismo estatal claramente
marcado. Un estado dictatorial pretende controlar todos los aspectos de la vida
de sus gobernados, por lo que establecer las directrices básicas de la
economía, así como todos los aspectos que de estas se derivan es algo
necesario. Pero no suficiente. Por eso, intervienen en todos los aspectos de la
vida de las personas hasta el punto de arrebatarles en mayor o menor medida sus
derechos fundamentales, y cuando hablamos de derechos fundamentales, podemos
escoger cualquier tratado internacional que hable de ellos, o el titulo primero
de nuestra Constitución. Ojo, siempre hay un razonamiento para coartarlos,
siempre primará el interés público, las necesidades del colectivo por encima de
las necesidades del individuo. Y siempre, en última instancia, habrá una
persona o pequeño grupo de ellas encargadas de determinar cuáles son esas
necesidades, independientemente de lo que puedan decir los miembros de esa
colectividad. En definitiva, el Estado ha de tutelar a sus ciudadanos porque
ellos son incapaces de determinar en base a la suma de sus necesidades, cuáles
son las necesidades del colectivo del que forman parte. Pero es importante el
detalle de los derechos fundamentales, porque todos los Estados avanzados
intervienen de una manera u otra en esos derechos fundamentales, pero no todos
les arrebatan en base a criterios genéricos, sino que se hace un estudio
individualizado de los hechos o causas que puedan dar lugar a su restricción.
Por ejemplo, no se puede meter en la cárcel a una persona por pertenecer a un
grupo genérico como ocurre en los estados totalitarios en los que se persiga de
manera sistemática a un colectivo para cortarles sus derechos por el simple
hecho de pertenecer a ese colectivo. Es el caso de restringir los derechos de
una persona por pertenecer al colectivo de los homosexuales, o por ser mujer, o
por ser negro. Los derechos se conceden al individuo y sólo se restringen los
casos previstos por las leyes. Claro, si una ley establece que los homosexuales
han de ser perseguidos, o si una ley establece que no pueden casarse, estará
restringiendo un derecho en base a la pertenencia a un colectivo. Por eso, en
España los homosexuales se pueden casar y en Arabia Saudí se les decapita. No,
lo siento, en España no somos fascistas. Si lo fuéramos, el simple hecho de
tener unas ideas determinadas podría ser motivo de acabar en la cárcel. Otra
cosa son las actuaciones que puedas acometer para llevarlas a cabo. Ojo,
propagar tus ideas con la intención de impulsar a otras personas a cometer
actos delictivos, también es un delito. Inducir a la comisión de un delito.
¿Qué tienen
el fascismo y el capitalismo en común? Nada. Pero el fascismo tiene una esencia
similar al agua. Busca las grietas y se filtra por ellas, y cuando llega la
ocasión, se congela, se expande y resquebraja todo el sistema. Cuando en un
Estado de Derecho como el nuestro colisionan dos o más derechos fundamentales,
toca ponderarlos y determinar cuál es el grado de protección de uno u otro. Es
necesaria la ponderación. Sin embargo, el fascismo altera las balanzas y le da
mayor peso al plato que convenga a sus intereses. Cuando se altera la
ponderación que se da al derecho a la propiedad privada y al derecho a la
libertad de empresa por encima de otros derechos fundamentales, obtenemos la
dictadura de los principios fundamentales capitalistas. Una dictadura con un
dios y con sus seguidores. Un becerro de oro con su doctrina clara, el
capitalismo, que a su favor tiene una masa amorfa e inclasificable de
seguidores que actuarán fielmente y sin límites en favor de instaurar y
defender el sistema en el que creen sin fisuras. Por encima de otros seres
humanos y de sus derechos fundamentales. Y surge la dictadura del capital
disfrazada con argumentos demócratas.
Alberto Martínez Urueña
15-11-2019
PD: el diablo
está en los detalles, por cierto: ¿cuál es la ponderación que se debe dar a
cada uno de los derechos fundamentales que colisionan? Ése es el verdadero
debate.