Durante
muchos años, después de la última etapa de Felipe González y el inicio de la
primera legislatura de nuestro bienamado líder Ánsar –hoy en día es probable
que incluso el mismo lo pronuncie así– tuvimos buena ración de que la izquierda
era delincuente y tramposa, y a los hechos juzgados nos podíamos remitir. Teníamos
Filesa, teníamos los GAL… Que yo recuerde, a la derecha sólo le pasó rozando el
caso Naseiro, cuya causa no se tradujo en una condena no porque fuese inocente,
sino porque la prescripción de los posibles delitos impidió entrar a juzgarlos.
En aquella época, no todos eran iguales: había unos delincuentes que no eran
fiables, y había unos grandes gestores que propiciaron el milagro español.
El paso de
los años nos trajo sucesos. No voy a ponerme aquí a describir los casos de
corrupción porque no me da con dos folios que mando. Me basta con mencionar
Rodrigo Rato y todos os situáis, pero si no, buscad por internet. Asombraos del
número de casos, y escandalizaros del chorreo de dinero público que ha
supuesto. Os dejo unos enlaces para que abráis boca, aunque no quede demasiado
literario:
Echadle un
rato, porque ese mensaje de M.Rajoy sobre unas pocas manzanas podridas es
mentira. Son muchas manzanas podridas, una sobre otra, por mucho que afiliados
y simpatizantes honrados, que por supuesto les hay, quieran mirar para otro
lado para evitarle disgustos a su partido, y para evitarse conversaciones
perdidas.
Datos (no
actualizados con la Gürtel): PP, 29 condenados, 171 imputados. PSOE, 6
condenados, 102 imputados. Ahora decidme si no hay diferencias. Pero por
supuesto, ambos partidos son una auténtica vergüenza, dos organizaciones
incapaces de controlarse a sí mismas. Si son incapaces de autogestionarse,
¿cómo pretenden gestionar lo nuestro?
¿Todos son
iguales? Podríamos pensar que es cierto, o no, pero entonces, ¿qué pasa con los
partidos que no tienen pasado, y por lo
tanto, no tienen delitos sobre sus cabezas? ¿Son todos iguales? Yo no pido el
voto para nadie, pero me niego a aceptar que son todos iguales, porque es mentira.
Están los incoherentes, están los aprovechados, están las marcas blancas del
IBEX, están los que no cuentan, están los animalistas, los verdes, los
comunistas… Por lo tanto, están los delincuentes –los que forman parte de una
corrupción sistémica, o incluso los que han construido esas estructuras
criminales–, y luego están los que no. Porque, a pesar de que en España haya
personas incapaces de discriminar entre unos y otros, esa diferencia existe.
Todos somos iguales, salvo el grupo al que pertenecen ellos. Les pregunto: ¿son
todos los funcionarios iguales?, ¿o todos los responsables de RRHH?, ¿o son
todos los maestros iguales?, ¿o los autónomos, o los empresarios? No conozco
ningún grupo que se salve del ataque de quien no sabe discernir más allá de los
clichés que afectan a cada colectivo. Y con los políticos pasa lo mismo.
Y luego están
los cínicos, los que no hacen grupos porque todos somos humanos sin paliativos,
seres amorfos que vamos a lo nuestro, a nuestro propio interés, pisando al
resto, un resto en el que curiosamente están ellos incluidos, pobres víctimas.
Como sólo conocen sus motivos, son los únicos motivos que existen, y por
supuesto, los únicos honorables. Los motivos de los demás, como son
desconocidos, son subrepticios y malignos. No ven que con ese comportamiento lo
único que ponen de manifiesto son sus propias miserias, sus miedos y sus
complejos. Y yo me niego, por sistema, a aceptar semejantes premisas porque he
tenido la suerte de ver a muchas personas jugándose la honra, las amistades e
incluso el pellejo por hacer las cosas como deben, de acuerdo a su conciencia,
con la única motivación de actuar por principios honrados y honestos. Personas
con sus incoherencias, con sus miserias internas, con sus contradicciones y sus
miedos, pero que en un determinado momento levantaron la cabeza dijeron: “¡aquí
estoy yo!”, e hicieron lo que debían hacer sin preocuparse de otra cosa.
No me habléis
del mal menor, de la gestión económica o de otras sutilezas. Lo que hemos
tenido estos últimos años es estabilidad, por supuesto, pero porque en realidad
lo que tenemos es una inestabilidad continua que no se distingue bien de lo
anterior. Un chorreo de dinero en corrupción sólo superado por el chorreo de la
mala gestión que no es delictiva, pero sí aprovechada y éticamente reprobable.
Viviendas vendidas a fondos-buitre, desviación contractual en el Sector
Público, proyectos de inversión insostenibles, aeropuertos sin sentido,
bibliotecas sin libros, pabellones en cada pueblo, museos vacíos, conform letters…
Todo esto no es delito, no, pero es un completo desastre. Esto no es
estabilidad económica, es algo muy distinto que bebe de las aguas de una
política económica pensada en la época de Ánsar para favorecer a los invitados
de una boda ampliamente mencionada en los medios de comunicación.
No me vengáis
con que todos son iguales porque es una sucia mentira que sólo sirve para tapar
las miserias propias y para exculpar conciencias amargadas. En España hay mucha
gente intentando hacer las cosas bien aunque no siempre lo consigan, aunque
haya veces en que se les olvide, o aunque tengan que luchar contra viento y
marea porque no encuentran la defensa social y el ejemplo institucional que
necesitan. No todos son iguales porque no todos somos iguales: la inmensa mayoría
de mis lectores, provenientes todos de distintos grupos sociales, no están
condenados por corrupción como el PP. Sois gente honrada, sin importar de la ideología
que os represente.
Alberto Martínez Urueña
25-05-2018
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