viernes, 20 de abril de 2018

Una gran noticia


            Es un tema que no he tocado demasiado durante todos estos años. No creí que hacer valoraciones personales sirviese de nada, más allá de explayarme sobre el ascazo terrible que siempre me provocó. Hay pinturas que se salvan con un par de trazos, con un boceto rápido, y no necesita más adornos. Otra cuestión para mencionar podría ser el espectáculo político, bochornoso y en ocasiones canallesco, que se ha logrado hacer políticamente con este tema. De una cuestión que debería haberse resuelto dejando actuar al Gobierno de turno, vigilando únicamente que no se retornase a implantar algo parecido a la mafia de los GAL, y haciendo un bloque único del Estado de Derecho frente a los criminales, se pasó a criticar la acción del Gobierno intentando obtener un rédito político que, por desgracia, en ciertos grupos de esta sociedad caló muy hondo, poniendo en cuestión la responsabilidad de los políticos que lo llevaron a cabo.

            Pero más allá de estas críticas sobre las que no puedo evitar hacer un comentario, prefiero ver la parte positiva de este hecho: la disolución de la banda terrorista ETA. No soy tan joven como para no recordar muchos de los coches-bomba, los tiros en la nuca, las pintadas de dianas con nombres y rostros en el centro, las amenazas a los ediles en los pueblos, las llamadas a las tantas de la madrugada, el impuesto revolucionario, los exiliados, los funerales, las lágrimas, la rabia, las manifestaciones… Viviendo en una ciudad como Valladolid la cosa se veía un poco desde lejos: aquí no escuchabas las explosiones como en Madrid. Recuerdo a mis amigos de Usera cómo relataban los estampidos y las columnas de humo, y no era algo aséptico, por mucho que no afectase a nadie conocido. Fue una época complicada en esta piel de toro. La parte positiva que imagino será más complicado de ver cuanto más cerca tengas alguna víctima es que el Estado de Derecho ganó la guerra. Y la ha ganado no sólo porque ETA se disuelva, sino porque además, no se disolvió ella misma, no se disolvió nuestra sociedad cediendo a su extorsión y admitiendo sus premisas. Pero además, no se disolvió en otro sentido: no permitimos que nos llevaran a la desesperación y a la rabia y quisiéramos, precisamente, volver a la época de los GAL, o a otras más pretéritas, que nos hubieran degradado a nosotros mismos como sociedad y como personas.

            La violencia no consiguió sus objetivos. Ése es otro de los aspectos, fundamental, que hemos sacado de positivo de todos estos años, décadas, en los que pudimos llegar a dudar de una verdad: a largo plazo, la violencia nunca ha conseguido nada. No soy ningún ingenuo: hay veces en que la violencia es inevitable. No creo en esa frase estúpida de que en la guerra no hay ni buenos ni malos, porque cuando la violencia se desata contra ti, tienes que defenderte. Cuando llega el conflicto, hay que procurar solventarlo mediante vías pacíficas, pero no soy de los que se la cogen con papel de fumar: cuando empiezan las agresiones físicas contra las personas, cuando incluso empiezan los muertos, ya no hay más espacio que defenderse. Ya no hay excusa para pedirle a nadie que se convierta en víctima. Todas esas guerras que hoy en día desangran a muchas naciones no tienen justificación, no hay evasivas que expliquen la indiferencia de Occidente, siempre presta a participar en aquellas que influyan en su política geoestratégica. O en sus negocios de venta de armas. Pero en lo que nos atañe, ETA no logró imponer, mediante su violencia, los postulados que defendían. A pesar de los casi mil asesinados, cuyo listado completo está en Internet, y cuya lectura sobrecoge. Acabo de llevarla a cabo, y sobrecoge.

            Por eso, el comunicado de ETA es una gran noticia. Es cierto que las asociaciones de víctimas están muy ofendidas, con razón, por los términos concretos de ese comunicado. Términos en los que hacen distinción entre unos muertos y otros. No tiene el más mínimo sentido. Podrían tener sus razones para estar en desacuerdo con España, con la idea de España o con la forma de gestionar España; sin embargo, de ahí a matar a todas las personas que mataron, los heridos que dejaron y aquéllos a los que aterrorizaron hay un trecho muy largo: el trecho que supone el valor de cada una de las vidas humanas que destrozaron. Infinito, por cierto.

            España es un país que ha conocido perfectamente las miserias humanas entre vecinos, las que se llevan a cabo con rostros conocidos, con familiares cercanos y con otros que antes fueron amigos. La Guerra Civil tuvo mucho de todo eso. Y también hemos conocido la miseria del terrorismo, el fascismo rapaz del nacionalismo que pretende imponerse con violencia y sangre, supeditando ideas a personas, el peor crimen que puede cometer un ser humano contra otro. Somos un país con mucha historia detrás. Debería servirnos, tanto la miseria bélica entre hermanos como el terrorismo fascista de ETA, para entender el auténtico valor del entendimiento, del consenso y de la palabra; y acatar de una vez por todas la responsabilidad de los discursos, renunciar a la manipulación de las emociones y dejar de utilizar y retorcer las leyes para acomodarlas a nuestros caprichos. El terrorismo de ETA se acaba, pero hay muchas lecciones que aprender del rincón más oscuro de nuestra historia reciente.

 

Alberto Martínez Urueña 20-04-2018

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