lunes, 9 de abril de 2018

Respeto siempre


            Andaba trasteando por Internet en esos ratos en que la vida me lo permite y me he encontrado con una noticia que, por afinidad artística, me ha calado profundo. Resulta que ciertos colectivos de rap, de ciudades diversas, se han unido para realizar una canción sobre la libertad de expresión, hilando ésta con temática real y cómo las opiniones y metáforas utilizadas en sus temas han conseguido meter en la cárcel a más de uno de ellos. No voy a colgar aquí el enlace porque no pretendo difundir ideas que puedan ser delictivas, pero, como siempre, lo que San Google nos da, queda bendecido en la red para siempre. Que cada cual decida sobre sus actos.

            Os voy a contar una historia muy interesante, porque en estas épocas oscuras en las que el borreguismo trata de imponer sus leyes fundamentales a base de discursos demagogos y publicidad confusa tenemos el sentido común para defendernos. Y una herramienta muy interesante que aplicar en nuestra faceta reflexiva y expresiva. Hay un libro muy interesante al que deberíamos recurrir con más frecuencia de lo que hacemos, aunque sólo sea por cubrirnos las espaldas. Os hablo del Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Ahí tenemos una infinidad de palabras, suficientes para poder expresarnos con la debida propiedad y que nadie nos hinque una patada en la bisectriz por haber traspasado ciertos límites. Porque, si en algo hay que dar la razón a la sabiduría popular, es en que el castellano es una lengua riquísima que, entre muchas de sus acepciones, tiene los insultos. Ya sabéis, esas palabras que son lo primero que se aprenden los extranjeros cuando vienen aquí a robarnos el trabajo y las divisas. Como los futbolistas. Yo no lo digo: lo he leído en Internet.

            Además de las palabras que tenemos, varias decenas de miles de ellas, está la sintaxis, es decir, cómo mezclar esas palabras en frases coherentes. No es lo mismo usar la palabra cabrón como adjetivo calificativo que usar la palabra necio, o la palabra estúpido, porque significan cosas distintas. Y en el campo de las calificaciones personales, teniendo en cuenta lo fino que hilan nuestros magistrados, tenemos que coser las frases como un buen sastre inglés: con elegancia. No es lo mismo hacerlo utilizando una frase dubitativa que afirmativa: no llegues y afirmes que tal político es un hijo de puta, entre otras cosas, porque te van a cascar una multa. Puedes utilizar una frase dubitativa en la que plantees la duda de que, por tal o cual hecho no probado judicialmente, si fuera cierto, un político determinado es un delincuente. O cuatrero, o cortabolsas, o directamente ladrón. Pero no le llames hijo de puta, porque su madre sólo tuvo la indecencia de no saber educarle correctamente; y de ahí, a ser puta, hay un trecho. Únicamente sería una incompetente, una ignorante o una torpe. Y siempre, desde tu punto de vista. Twitter, ahora con doscientos ochenta caracteres te lo permitirá, y también te lo agradecerá el sobresaturado sistema judicial español.

            Por supuesto, los deseos son imposibles de controlar. Lo que controlas, en realidad, es lo de llevarles a cabo, pero si deseas que te revienten la cara con una vara de hierro, no tienes la culpa de nada. No obstante, si lo llevas a cabo, eres, cuando menos, una persona extraordinaria. Fuera de lo corriente, vamos. No pasa nada, o no debería pasar nada, por desear eso, o por desearle la muerte a alguien: a fin de cuentas, los pecados capitales fueron descritos hace siglos, por lo que podemos colegir que existen desde que el hombre es hombre, consustancial a su naturaleza, y dentro de estos siete pillos tenemos a la ira como una expresión descontrolada del odio. Personalmente, si mis padres hubieran sido estafados por un banco y les hubiesen robado los ahorros con unas buenas preferentes, además de interponer la correspondiente denuncia, es probable que pudiera sentir un odio profundo hacia ese director de oficina que les engañó con el producto. Y si en ello les va el comer, que hay a quien le ha pasado, debería utilizar una frase desiderativa y al mismo tiempo condicional, siempre matizada por un comentario en el que hicieras constar públicamente que lo que estás haciendo es utilizar una hermosa metáfora que nada tiene que ver con la realidad subyacente en la que, como buena persona, respetas toda vida. Sería algo así como: en el caso de que se demuestre que el señor director de la oficina conocía los riesgos de la operación y aun así se los ofreció a mis padres, siempre desde el más profundo respeto por su persona, el odio que esto me produce me lleva a imaginarme –solamente dentro de mi cabeza y sin pretender que nadie utilice mis palabras para planificar su asesinato, y también debido a que la avaricia es un pecado–, cómo la espada de Dios devora su carne al modo que Moisés dejó por escrito en el Deuteronomio, y sin que esto pretenda ser una ofensa contra el sentimiento religioso de nadie, disculpándome de antemano y en todo momento si con este sentimiento o con estas palabras he ofendido a nadie. Tengo serias dudas de si en este caso podemos considerar extrapolable el sentimiento de odio descontrolado, y por tanto, el deseo de que Dios, en la aplicación de sus propios códigos, usase esa misma espada contra el político que ha permitido que los bancos realizasen determinadas prácticas, o en ese caso, hay que pedirle que se la envaine. Habría que consultar jurisprudencia. Ojo, y siempre en sentido metafórico: no queremos que nadie se piense que rezamos todas las noches siete padres nuestros para que esto ocurra. No estamos ideando ningún atentado ni pretendemos que nadie lo haga en nuestro nombre. Tampoco queremos inflamar la llama del odio entre todos los afectados por las posibles situaciones que sean asimilables. Hemos de dejar claro este extremo, no sea que, por ejemplo, algún psicópata de manual sobreentienda algo que no pretendemos, como que él mismo sea ese Dios del que hablaba Moisés en su texto. Lástima para esos raperos que las canciones no suelan durar de diez a quince minutos y estén sujetas al rigor del ritmo y de la lírica: ha dado la casualidad de que no han encontrado la forma de rimar las palabras “respeto a toda vida humana” que el rap español siempre ha propugnado, más allá de las metáforas utilizadas, con “AK-47”.

 

Alberto Martínez Urueña 09-04-2018

 

PD.:

Yo respeto al ser humano siempre,

incluso al más delincuente,

por mucho que crea que hay personas que no entienden

qué significa la palabra respeto

y el alcance que tiene.

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