No suelo ser
demasiado prolijo en expresiones mal sonantes, pero en ciertas circunstancias
me entran ganas de acordarme de los muertos más frescos de ciertas personas.
Normalmente, tiene que ver con la prensa y sus hienas, aunque como suelo decir,
porque cada vez estoy más convencido, la línea entre lo que se ofrece y lo que
se demanda es muy fina. La sociedad capitalista se basa en esas dos palabras,
oferta y demanda, y si estuviéramos en una situación de mercados perfectos, con
una situación de competencia perfecta desde un punto de vista de la oferta y
con consumidores racionales en la demanda, todo irá estupendo. Por desgracia,
la teorización que la economía hace de los mercados, siendo una aproximación
que sirve para mostrar cómo funcionan,
no sirve, a mi modo de ver, para explicar el porqué funcionan de esa manera.
La
teorización y construcción de unas matemáticas consistentes con la realidad
observable no implican una buena explicación de las premisas. Que los seres
humanos puedan reconocerse en cierta medida con el homo economicus no implica
que la expresión del ser humano completo sea correcta. La idea que vuela sobre
mi cabeza es la siguiente: ¿el sistema económico ha sido construido por el homo
economicus, o el ser humano ha sido transformado por el sistema económico
capitalista, en un proceso degenerativo, en el homo economicus?
He hablado en
varios de mis textos sobre la importancia de una correcta discriminación de
criterios éticos y morales por parte de cada individuo porque ¿la búsqueda del
placer es buena o mala? Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que la
respuesta viene a la gallega: depende. Depende, por supuesto, de la forma en
que pretendamos alcanzar ese placer. Sin embargo, algo que sobre el papel está
meridianamente claro, cuando observas la realidad en la que vivimos no lo es
tanto.
La economía
capitalista ha conseguido trastocar todos los criterios éticos y morales
establecidos antes de su llegada. Ojo, lo ha conseguido igual que lo
consiguieron antes que ella todos los sistemas sociales que antes fueron: cada
sociedad histórica tuvo su propia estructura, con sus dioses y sus demonios. En
cada una de las sociedades que antes fueron existieron sus líderes, sus
personas que marcaban la tendencia correcta, ya fuera por las armas o de forma
pacífica, y también existieron los seguidores que asumían como propias las
tendencias e ideas de los líderes. Hoy en día existe una tremenda confusión
debido a la exaltación del individuo y de su libertad de elección a la hora de
trazar su propia existencia. Al menos en este espejismo llamado Occidente… La
supuesta libertad de elección nos hace directamente responsables de nuestras
desgracias, pero diluye nuestra responsabilidad con respecto a las desgracias
comunes nos hace pensarnos libres de influencias. Pero creernos ese cuento es
de necios por mucho que el mensaje sea claro: que somos personas, en teoría,
debidamente informadas y tomamos nuestras decisiones en base a esa información
y, por lo tanto, no podemos darnos por engañados, porque la información está
ahí, disponible para hacer con ella lo que quieras. Por lo tanto, según el
sistema capitalista, el individuo adopta sus decisiones de consumo y es
responsable último de crear, mediante
la suma de todas las decisiones individuales, la entelequia llamada sociedad en
la que vivimos.
Pero, como
decía, ¿el homo economicus como consumidor crea esta sociedad capitalista del
hiperconsumo, marcada por la ansiedad, la falta de tiempo, la búsqueda de la
hipereficiencia, el edonismo, la depresión… o por el contrario, la sociedad
capitalista ha creado ese engendro monstruoso llamado homo economicus, en un
proceso degenerativo desde un ser humano más o menos completo? El camino de
cada ser humano en su proceso evolutivo personal es como el del buen vino. Con
los debidos cuidados, podemos conservar un gran vino durante años; sin embargo,
en condiciones adversas, se estropea, se degenera, transformado en una triste
sombra de lo que podría haber sido. Cada vez más, estoy convencido de que el
auténtico truco de esta sociedad consiste en aislarnos del resto y, después,
dejar que la oferta genere su propia demanda. Debidamente aislados, con las
orejeras de las que hablaba en mi anterior texto, sólo seremos conscientes de
la basura que ponen delante de nuestros ojos, basura convenientemente
disfrazada bajo la premisa de que ofrece un placer inocuo que no causa daños.
Así, por ejemplo, llevamos enfangados varias semanas en el lodo del caso de
Diana Quer, en el que la única cuestión relevante debería ser un juicio
debidamente realizado, y no el espectáculo mediático que ofrecen en formato
precocinado para que sea digerido por las masas. La oferta generando su propia
demanda. El ser humano supuestamente racional disfrutando del morbo. Los medios
de comunicación que deberían estar información de forma precisa y objetiva,
confundiendo a la opinión pública y generando, además, situaciones de
innecesaria complejidad.
¿Qué fue
antes, la oferta o la demanda, el huevo o la gallina? La auténtica cuestión no
es esa, la auténtica cuestión es: ¿de
dónde sacas la información que determina tus elecciones?
Feliz
viernes.
Alberto Martínez Urueña
12-01-2018
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