viernes, 12 de enero de 2018

Información


            No suelo ser demasiado prolijo en expresiones mal sonantes, pero en ciertas circunstancias me entran ganas de acordarme de los muertos más frescos de ciertas personas. Normalmente, tiene que ver con la prensa y sus hienas, aunque como suelo decir, porque cada vez estoy más convencido, la línea entre lo que se ofrece y lo que se demanda es muy fina. La sociedad capitalista se basa en esas dos palabras, oferta y demanda, y si estuviéramos en una situación de mercados perfectos, con una situación de competencia perfecta desde un punto de vista de la oferta y con consumidores racionales en la demanda, todo irá estupendo. Por desgracia, la teorización que la economía hace de los mercados, siendo una aproximación que sirve para mostrar cómo funcionan, no sirve, a mi modo de ver, para explicar el porqué funcionan de esa manera.

            La teorización y construcción de unas matemáticas consistentes con la realidad observable no implican una buena explicación de las premisas. Que los seres humanos puedan reconocerse en cierta medida con el homo economicus no implica que la expresión del ser humano completo sea correcta. La idea que vuela sobre mi cabeza es la siguiente: ¿el sistema económico ha sido construido por el homo economicus, o el ser humano ha sido transformado por el sistema económico capitalista, en un proceso degenerativo, en el homo economicus?

            He hablado en varios de mis textos sobre la importancia de una correcta discriminación de criterios éticos y morales por parte de cada individuo porque ¿la búsqueda del placer es buena o mala? Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que la respuesta viene a la gallega: depende. Depende, por supuesto, de la forma en que pretendamos alcanzar ese placer. Sin embargo, algo que sobre el papel está meridianamente claro, cuando observas la realidad en la que vivimos no lo es tanto.

            La economía capitalista ha conseguido trastocar todos los criterios éticos y morales establecidos antes de su llegada. Ojo, lo ha conseguido igual que lo consiguieron antes que ella todos los sistemas sociales que antes fueron: cada sociedad histórica tuvo su propia estructura, con sus dioses y sus demonios. En cada una de las sociedades que antes fueron existieron sus líderes, sus personas que marcaban la tendencia correcta, ya fuera por las armas o de forma pacífica, y también existieron los seguidores que asumían como propias las tendencias e ideas de los líderes. Hoy en día existe una tremenda confusión debido a la exaltación del individuo y de su libertad de elección a la hora de trazar su propia existencia. Al menos en este espejismo llamado Occidente… La supuesta libertad de elección nos hace directamente responsables de nuestras desgracias, pero diluye nuestra responsabilidad con respecto a las desgracias comunes nos hace pensarnos libres de influencias. Pero creernos ese cuento es de necios por mucho que el mensaje sea claro: que somos personas, en teoría, debidamente informadas y tomamos nuestras decisiones en base a esa información y, por lo tanto, no podemos darnos por engañados, porque la información está ahí, disponible para hacer con ella lo que quieras. Por lo tanto, según el sistema capitalista, el individuo adopta sus decisiones de consumo y es responsable último de crear, mediante la suma de todas las decisiones individuales, la entelequia llamada sociedad en la que vivimos.

            Pero, como decía, ¿el homo economicus como consumidor crea esta sociedad capitalista del hiperconsumo, marcada por la ansiedad, la falta de tiempo, la búsqueda de la hipereficiencia, el edonismo, la depresión… o por el contrario, la sociedad capitalista ha creado ese engendro monstruoso llamado homo economicus, en un proceso degenerativo desde un ser humano más o menos completo? El camino de cada ser humano en su proceso evolutivo personal es como el del buen vino. Con los debidos cuidados, podemos conservar un gran vino durante años; sin embargo, en condiciones adversas, se estropea, se degenera, transformado en una triste sombra de lo que podría haber sido. Cada vez más, estoy convencido de que el auténtico truco de esta sociedad consiste en aislarnos del resto y, después, dejar que la oferta genere su propia demanda. Debidamente aislados, con las orejeras de las que hablaba en mi anterior texto, sólo seremos conscientes de la basura que ponen delante de nuestros ojos, basura convenientemente disfrazada bajo la premisa de que ofrece un placer inocuo que no causa daños. Así, por ejemplo, llevamos enfangados varias semanas en el lodo del caso de Diana Quer, en el que la única cuestión relevante debería ser un juicio debidamente realizado, y no el espectáculo mediático que ofrecen en formato precocinado para que sea digerido por las masas. La oferta generando su propia demanda. El ser humano supuestamente racional disfrutando del morbo. Los medios de comunicación que deberían estar información de forma precisa y objetiva, confundiendo a la opinión pública y generando, además, situaciones de innecesaria complejidad.

            ¿Qué fue antes, la oferta o la demanda, el huevo o la gallina? La auténtica cuestión no es esa, la auténtica cuestión es: ¿de dónde sacas la información que determina tus elecciones?

            Feliz viernes.

 

Alberto Martínez Urueña 12-01-2018

No hay comentarios: