lunes, 2 de octubre de 2017

¿A quién quieres más?


            ¿Quién tiene razón, a quién quieres más, a los que no quieren dejan celebrar un referéndum bajo ningún concepto o a los que consideran que en un Estado de Derecho cualquier cuestión puede ser sometida a referéndum, sin filtro de ningún tipo, sin matices? ¿Hacen bien los separatistas fiándolo todo a la palabra de un gobierno que tiene por bandera y por orgullo la vulneración de la legalidad constitucional, y que incluso vulnera sus propias leyes secesionistas? Por otro lado, ¿podemos fiarnos de un gobierno que tiene a bien vulnerar la propia Constitución que enarbolan por bandera incumpliendo los trámites constitucionales y legales para retirar competencias a las autonomías que indican el artículo 155 y el Reglamento del Senado; ese Gobierno de la amnistía inconstitucional o el que, si le dejas, usa el Real Derecho Ley sin que medie la urgente necesidad que indica el artículo 86?

            Si hablamos de preferencias cuando estás en un barco que se está hundiendo, la respuesta es clara: salvar la vida como sea, y esta tesitura se han encargado, tanto unos como otros, de que nos encontremos. Otra cosa diferente es cuando te planteas esa opción pero dos meses antes de comprar el billete del barco, y entonces te cuentan que el capitán es un kamikaze suicida, que el jefe de máquinas bebe como si no hubiera un mañana y que además, no se hablan entre ellos. ¿Veis a lo que me refiero? Es fácil pedir que nos decantemos cuando ya está toda la carne vendida, pero hemos llegado a la situación que tenemos por causas que tampoco pueden obviarse. El problema es que las pistas estaban ahí, y no todo el mundo quiso verlas.

            Para redondear el análisis, daos un paseo por la prensa internacional, ved la marca España que han conseguido vender esos patanes. Porque nos dan palos por todos lados. Eso mismo que hacemos nosotros cuando hablamos de Venezuela, de México, de Brasil, de Arabia Saudí, de Polonia, de Ucrania… Si creemos fundamentadas nuestras críticas de la gestión de otros Gobiernos y de otras realidades, deberíamos plantearnos qué es lo que estamos haciendo aquí para que ocupemos las portadas de toda Europa. Ochocientos heridos, y parece que sólo es culpa de Puigdemont. Sólo suya. Que la tiene, ojo, por incendiario y por irresponsable, además de por delincuente que ha dado un golpe de Estado. Pero si el capitán del barco es un irresponsable con ganas de inmolarse y el jefe de máquinas, un borracho, quizá no deberíamos haber subido al barco. Cuando el vigía del Titanic vio el iceberg ya no quedaba más que santiguarse e intentar virar como fuera; si hubieran ido más despacio, respetando los avisos que les decían que esto podía pasar, a lo mejor no habrían muerto mil quinientas catorce personas. Si la reacción del gobierno español al problema catalán no hubiera sido la de un kamikaze suicida, faltón, que insulta y que ningunea, que busca, más que negociar, humillar al rival, quizá no tendríamos a millones de personas queriendo irse de España. Porque gente que se quiera ir de España siempre ha habido y siempre la habrá, pero desde que Mariano abrió su bocaza, la cosa se ha puesto mucho más chunga.

            Sí, es cierto, prefiero que se respete la ley, soy así de facha y conservador. Prefiero que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad hagan su trabajo y salvando a algún descerebrado, que en todos los sitios les hay, creo que el resto hace su trabajo lo mejor que puede, y que su presencia en las calles, antes de reprimirme –quizá alguna vez lo haga–, me protege de que a algún gilipollas se le ocurra hacerme daño a mí o a los míos. La auténtica represión, ya lo he dicho más veces, es la de Nelson Mandela en Sudáfrica, o la de Rigoberta Menchú en Guatemala, lugares donde te mataban a la familia por motivos de estado. Lugares donde no se respetaban las leyes –o éstas eran manifiestamente injustas – ni los derechos humanos más básicos. Sinceramente, creo que lo de Cataluña es otra cosa.

            Pero más allá de un simplismo semejante –porque el que no lo vea está ciego, o demente–, por encima de todo prefiero tener a dirigentes políticos que no se comporten como retrasados mentales con un bidón, una cerilla y muchas ganas de armarla, incapaces como son, además, de no crear más problemas de los que ya tenemos. Fíjate, en este país, ya no les pido siquiera que nos solucionen los que sufrimos –que ya lo haremos nosotros como podamos, como siempre hemos hecho, a pesar de ellos–, pero que por lo menos que no se dediquen a cabrear al personal, porque aquí saltamos a la mínima y, por desgracia, todavía hay muchos zoquetes nostálgicos de otras épocas a los que saltarse las leyes que no les gustan también se la pone muy dura. Rajoy y sus adláteres, con su actitud de camorristas de patio de colegio a los que sólo les importa ganar votos como sea, se han marcado una maniobra de libro: pescar en esa región indeterminada del electorado español denominada centro que sobre economía no lo tiene muy claro, sobre la iglesia y el concordato tampoco, y que si le hablas de la políticas de ciencia, energética o industrial les da un mareo. Eso sí, siempre han tenido claro que España es lo que es y no se toca, que los catalanes son unos llorones a los que siempre se les ha consentido todo y que, cuando comentan estas cosas en una barra de bar con los amigos, tienen muy claro que lo que se merecen esos cabrones insolidarios son unas buenas hostias, coño. Con dos cojones.

 

Alberto Martínez Urueña 2-10-2017

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