viernes, 22 de septiembre de 2017

El derecho a decidir (pero bien entendido)


            Como es viernes y ayer os he mandado otro texto bastante serio, hoy voy un poco graciosete para que se os pase más rápido. Algo así como para tocar los cojones un poquito y marcharnos al fin de semana con la catarsis bajo el brazo.

            Sólo por imaginarnos un mundo perfecto –para los independentistas– vamos a pensar que el día uno de octubre hay una avalancha de cien mil pateras en el estrecho y se tiene que ir la Guardia Civil a defendernos de una invasión de insurgentes musulmanes, y con ellos el resto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. No queda nadie para llevarse las urnas y allí vota todo quisque, y sale que sí, que se van. Ese día por la noche, Mariano sale en una rueda de prensa con preguntas, se pone nervioso ante alguna encerrona preparada por Javier Ferreras, el de la Sexta, y tiene uno de sus habituales lapsus linguae, y va y proclama la independencia de la república catalana en horario de máxima audiencia. Cuando sus adláteres quieren reaccionar, se monta un pifostio del copón porque, de la noche a la mañana, algún juez antisistema de la Audiencia Nacional ordena detener a todos los afiliados del PP como sospechosos de un delito de colaboración con banda criminal. Vamos, que se da la cuadratura del círculo necesaria para que Puigdemont y Junqueras –no hay mejor ejemplo para explicar lo que es un matrimonio de conveniencia– se salgan con la suya. Habría que dar por hecho que en todo el Estado español no hubiese nadie dispuesto a coger su fusil, como Johnny, y marcarse un Rambo, pero ibérico, con pelo en el pecho y palillo entre los dientes. Un orgullo para el Fary, que en paz descanse.

            Yo me imagino que estos señores pagados de sí mismos, orgullosos de su acento y contentos con el sonido de su voz, adoptasen rápidamente las medidas para llevar a referéndum una serie de medidas claramente solicitadas por ciertos sectores de la sociedad catalana. Sectores de la sociedad, que para su desgracia hasta estos momentos, eran marginados por la mera circunstancia de que sus actividades eran consideradas ilegales por la legislación española imperante, opresora e imperialista que había vigente. Por supuesto, se debería asegurar que el censo de votantes debería estar compuesto únicamente por aquellas personas directamente afectadas por la decisión, exactamente igual que argumentaron ellos para negar el derecho a decidir al resto de los españoles sobre qué pasaba con el territorio anteriormente conocido como España.

            A saber:

            1.- El valle de Arán ha de poder celebrar un referéndum para decidir sobre su derecho a la autodeterminación. No es un sentimiento ampliamente conocido en ciertos despachos de la Unión Europea, ni tampoco de la ONU, pero en el Palacio de la Generalidad de Cataluña deben tener conocimiento de todos estos movimientos secesionistas que amenazan con romper a la sociedad catalana en dos mitades bien diferenciadas. Aquí, el censo debería estar compuesto sólo por los habitantes del valle de Arán, por supuesto; el resto de catalanes deberían celebrar con gran alborozo todas aquellas manifestaciones de odio que los araneros profirieran contra el Estado Catalán opresor que les roba y les oprime desde la época de los Vacceos.

            2.- Los consumidores de drogas, ya sean duras, blandas o elásticas llevan años pidiendo la legalización tanto de su consumo como de la venta. A su favor está que con los ingresos derivados de los impuestos que podrían imponerse al tráfico de estupefacientes se podría salvaguardar durante años las malogradas pensiones, destrozadas por la independencia de España. Además, se lograría avanzar hacia el pleno empleo y aumentarían los índices de satisfacción ciudadana de manera generalizada. El censo estaría compuesto únicamente por toda aquella persona que diera positivo en un test de drogas durante controles realizados durante los últimos seis años, para evitar el intrusismo de personas ajenas a este espectro social.

            3.- Por supuesto, se deberían someter a referéndum la legalización del proxenetismo y la trata de personas –siempre que no sean catalanas, evidentemente– y tratadas como nuevas formas de negocio perfectamente asumibles, enriquecedoras de las arcas catalanas a través de los correspondientes aranceles fronterizos. Una tasa por cada persona introducida. Deberían poder votar todos aquellos catalanes que se inscribieran en el Registro Oficial de Morraña Humana, el ROMH, que pasaría a depender directamente de Presidencia a través de su organismo de publicidad y propaganda, La Vanguardia.

            4. – Por último, y no menos importante, habría que legalizar de una vez por todas la pedofilia. Librados del yugo opresor de esa iglesia católica culpabilizadora y creadora de pecados, el pueblo catalán debería ser sensible a esa nueva forma de demostrar el amor hacia los más pequeños y permitir, además, que estos pudieran explorar su cuerpo catalán bello y armonioso con ayuda de sus mayores, liberados ya de la ponzoña llegada desde Madrid y sus aledaños. El censo estaría formado, en primer lugar, por todos esos presos políticos encerrados por el Estado español opresor por la comisión de delitos contra la infancia, figura legal evidentemente creada para oprimir a esos catalanes que, en realidad, no habían hecho nada, sólo habían infringido una ley claramente injusta. Además, se podría apuntan, aquellos que lo desearan, en el censo de Catalanes Evidentemente Enfermos Pero con Derecho a Decidir su Enfermedad, el CEEPEDEDE. O como quieran llamarlo, porque a fin de cuentas, cuando el derecho a decidir está por encima de la legalidad vigente, ¿qué cojones nos importa a los demás lo que se saquen del higo?

 

Alberto Martínez Urueña 22-09-2017

 

PD: por cierto, y por lo de la mordaza, todo esto es coña. Espero no haberos ofendido, pero estaba en mi derecho a decidir si eso me importa.

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