Supongo que la
gran mayoría de los presentes os habréis enterado de que ayer por la mañana
hubo un debate en la sede de los sociatas en el que se pretendía que los
candidatos a la Secretaria General del partido expusieran sus méritos para
hacerse con el cargo. A saber, tres en contienda, Pedro, Susana y Pachi –no
escribiré nunca con tx, lo siento–, cada uno con su propia visión. O al menos,
eso dijeron.
Saco el tema
a colación, pero he de dejar clara mi postura inicial: no quiero caer en el
maniqueísmo de los grandes medios de comunicación, ni tampoco en su obsesión
enfermiza por dirigir las corrientes de pensamiento. De hecho, lo que verdaderamente me interesa es
esa faceta, que es de la que pretendo hablar.
Hoy en día
todo parece encaminado a la simplificación y al enfrentamiento. A la dualidad
de los dos extremos, pero sin pretender sacar alguna síntesis del tema de que
se trate. Es más rentable ver la realidad como si se tratase de una película de
superhéroes y supervillanos en la que una de las dos facciones ha de prevalecer
después de una heroica lucha a muerte. Una lucha muerte cuyo resultado
significará la desaparición del contrario y que permitirá al bando
superviviente escribir la historia a su gusto, con los tintes correspondientes.
A nadie le interesará, como sucede en esas películas que llenan las salas de
cine, los millones de personas que habrán fallecido entre los restos de las
ciudades arrasadas. A nadie le interesará los resultados de tan desastrosa
gestión de uno de los que deberían haber sido los pilares auténticos de nuestra
sociedad, el partido socialista, hoy devenido en un Mister Hyde siempre
sospechoso de algo. A nadie le interesará los cadáveres que el exitoso líder
haya dejado en la cuneta, siempre y cuando conduzca al partido hacia la victoria.
En caso de que esto no sea así, correrá el riesgo de engrosar esa fosa común de
los desahuciados políticos.
Como es mi
columna, en todo caso, sí que os daré mi opinión al respecto, pero dejando
suficientemente claro que no pretendo condicionar a nadie. En realidad, después
de haberles escuchando ayer, ladrando como perros callejeros, todo lo que no
sea Pachi de Secretario General será un auténtico fracaso para el socialismo,
incluso aunque luego ganasen las elecciones. Y argumentaré mi posición. El discurso
de los otros dos deja claro que son dos personas carentes de muchas de las
virtudes que, a mi modo de ver, ha de tener un líder. Sí que tienen una que,
hoy en día, en el mundo en el que vivimos, es ampliamente valorada: quieren
ganar a toda costa, sea cual sea el precio, sin mirar a quien se llevan por
delante y eso, para llegar a presidente del Gobierno, se ve que es muy
importante. Luego, sabrán rodearse de personas adecuadas que sepan cómo hacer
desaparecer –metafóricamente hablando, supongo– el cuerpo de los caídos, y
todas las pruebas. Por ejemplo, grandes asesores en campañas de imagen y
generosas campañas publicitarias en medios de comunicación afines, o no tanto,
pero que cobren.
Del resto de
virtudes, ni se las ve ni se las espera. Capacidad constructiva, renuncia a los
rencores, esa sapiencia para al menos ocultar lo mucho que les gusta “ganar”
–sin que nadie sepa que es lo que pretenden ganar–, y la más importante de
todas: no convertir una herramienta útil como es el debate público en una especie
de corralillo, patio de colegio o mercado de abastos. Sólo faltaron los gritos
para hacerle la competencia al Deluxxxe. No es coña, y lo sabéis.
Por eso,
cuando veo los medios de comunicación –hasta aquí quería yo llegar– jaleando a
los gallos, llego a la conclusión de que no son esa parte objetiva destinada a
dar toda la información posible para que los ciudadanos bien informados –daos
cuenta de la importancia que le doy a la información– puedan formarse su propia
opinión de lo sucedido. En lugar de eso, convierten un debate en una ración de
píldoras bien sintetizadas para que sean fáciles de tragar y que tengan el
efecto deseado. Deseado por ellos, claro. Y sin prospecto, por supuesto, en el
señalen todas las contraindicaciones y efectos perversos que devienen de la
ingesta. Como por ejemplo, no señalar que tanto Pedro como Susana lo único que
hicieron fue convertir un ejercicio de sana democracia en una pelea de niñatos
en donde el único objetivo era derrocar al otro, dando un ejemplo bochornoso –¡qué
raro que un político logre eso!– de cómo no se ha de comportar alguien que
aspira a liderar una sociedad que pretende ser avanzada. Sólo por las formas,
pero también por el contenido, si de mí dependiera, habrían logrado que nadie
entrase a valorar el fondo de su discurso, y les habría descalificado sin
perder ni un par de minutos. Me bastaría con el argumento de que perdiéndonos
en lo menos, asesinamos lo más, y no está el pueblo español, ni mucho menos el
votante de centro-izquierda, para estos esperpentos de suicidio en horario de
máxima audiencia.
Ojo, aquí no
va a pasar lo de la pasokización, ni lo de Francia, ni nada parecido. Si el PP
tiene a sus fieles y abnegados votantes con la papeleta preparada en la
recamara a pesar de robarnos –robarles también a ellos– a manos llenas, los
sociatas también tienen a una pléyade de fieles sumisos dispuestos a
perdonarles lo que sea con tal de que no ganen los otros, aunque ya no se sepa
quiénes son éstos. No me tendrán con ellos, porque la plebe –entendida ésta en
la peor connotación que encontréis de la palabra– quiere sangre y ellos, todos
los involucrados, se la dan a manos llenas para seguir amorrados al grifo. Y
con esto, advierto para los bocazas, no estoy diciendo que sea de Pachi, igual
que no soy de Podemos.
Alberto Martínez Urueña
16-05-2017
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