martes, 28 de marzo de 2017

Más allá del humo y sus bandos



            Después de darle varias vueltas al tema, entre otros muchos, me decanto a dejaros unos párrafos respecto a la necesaria profundización en las opiniones y en los debates que normalmente tenemos o escuchamos. Necesaria profundización, por cierto, en esta época en la que la palabra populismo ha saltado a la palestra como si fuera algo nuevo, cuando lo llevamos sufriendo de toda la vida, como la estupidez o las hemorroides. No en vano, los vendedores de humo tienen una característica común, y es el mensaje facilón que no resiste un par de preguntas inteligentes. Lo hemos vivido con el bufón de la corte americana que precedió al primer presidente negro, con aquello de “Estás conmigo o estás contra mí”, lo hemos visto en mensajes como que en España no hay una burbuja inmobiliaria (R. Rato, 2003) y en otros muchos mítines electorales, discursos de bocachanclas o simples payasos como lo de que en España nos gastamos los euros en alcohol y putas.

            El ejemplo más claro que tenemos hoy en día sobre la necesaria profundización es el terrorismo islámico. El atentado de Londres de la semana pasada ha sido una de esas noticias que, a poco que te queden algunas tripas dentro del cuerpo, no te dejan indiferente. Una mínima empatía te pone en las carnes del policía muerto o de la madre atropellada que ha dejado dos hijas, pero luego han empezado a actuar los esclavos del miedo, esos descerebrados que le quieren poner puertas al campo y que asignan etiquetas en función de su propia estupidez. Hablaron en las redes sociales sobre la indiferencia de aquella mujer musulmana que pasaba utilizando su teléfono móvil por la acera en donde reposaban los muertos. Y claro, estas alimañas siempre tienen secuaces que corean las proclamas y se unen a los insultos. Lo que no dijeron fue que esa mujer había estado ofreciendo su ayuda a las asistencias médicas y que en esos momentos intentaba comunicarse con su familia para tranquilizarles. Lo que habríamos todos; salvo lo de ayudar a las asistencias, que sólo lo habrían hecho las buenas personas.

            Profundizar en esas noticias, en lugar de saltar a la siguiente como suele ocurrir en los medios de comunicación, más preocupados de vender basura mediática a la audiencia simplona, habría puesto en conocimiento del gran público que una comunidad musulmana, Muslims United for London, había recaudado 23.000 euros en 24 horas para las víctimas del atentado. Seguramente haya más socios en este grupo que terroristas musulmanes en Londres, pero a los medios de comunicación eso no les interesa. No les interesa porque su audiencia quiere sangre, no conciliación, y si no se la dan, la buscarán en otros lugares: Telecinco siempre está disponible.

            Profundizar aún más en esas noticias nos haría darnos cuenta de que el porcentaje de víctimas europeas fruto de la yihad son irrisorias si las comparamos con las que ocurren en Oriente Próximo, y que los primeros que están luchando contra el extremismo islámico son los propios musulmanes. También nos pondría sobre la pista de los canales de financiación de estos grupos, el origen de sus armas y las causas de la desestabilización de toda la zona que va desde Libia a Siria, pasando por Egipto, El Libano, Israel, Arabia Saudí, Irak, Irán, Pakistán o, por supuesto, Afganistán. Sobre esto último, os recomiendo ver los títulos de crédito de una película como Rambo III, dedicada a los gloriosos guerreros muyahidines que lucharon contra la opresión de la Unión Soviética, y que ya de paso, fueron financiados y entrenados por los USA. Esos guerreros muyahidines, para quien no lo sepa, son los actuales talibanes.

            Respecto a las diferencias culturales, podemos hablar de varias de ellas. La primera de todas es el tratamiento que dan a las mujeres en estos países, pero hay que profundizar un poco más, y recordar que la legislación española de hace dos generaciones supeditaba la libertad individual de las mujeres al principio de indivisibilidad del matrimonio, principio que se materializaba, por ejemplo, en que la mujer estaba sometida a la patria potestad del pater familias o en el tratamiento legislativo de los homicidios o las violaciones dentro del matrimonio. Simplemente juntad en San Google las palabras violencia+genero+franquismo y flipad. Pero no hace falta irnos a la época de nuestros abuelos: hoy en día, un 30% de los jóvenes considera justificado un cierto grado de violencia dentro de la pareja y consideran razonable controlar los contactos y mensajes del móvil del otro, o ese 40% de españoles que culpa a la mujer de la violencia de género por no decir basta e irse de casa. Otros ejemplos culturales de los países musulmanes pueden ser la picaresca, la corrupción, el desprecio por la declaración de derechos humanos… Ahora leeros los autos judiciales que afectan al partido del gobierno, al PDeCat, a la Junta de Andalucía, los informes de la ONU sobre la Ley Mordaza, las declaraciones de los trabajadores de RTVE, los datos sobre fraude fiscal en España, el caso de los papeles de Panamá… Supongo que seguiremos diciendo que no es lo mismo, pero de los Pirineos para arriba hay quien sigue hablando de Norte y de Sur.

            Es necesario profundizar en los debates porque las frases fáciles del “America first!”, “Recuperar la ilusión”, “A favor”, no dicen absolutamente nada. Es como si le preguntas a un español sobre cómo valora su salud: te dirá que si no hay salud, no hay nada, pero luego, por un poco más de ocio, se la juegan restándole un par de horas a la cantidad de sueño saludable. Los discursos vacíos no sólo definen a quienes les vomitan: también a quienes asienten con admirados ojos bovinos a esas palabras que no contienen más que humo, y por supuesto a los que sacan tajada del engaño.

 

Alberto Martínez Urueña 28-03-2017

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