Según como
haya sido la noche que he pasado me levanto con más o menos ganas de bronca. En
ese sentido, sé que me parezco al común de los mortales, y los días buenos
compensan a los malos para evitar que la mala baba se nos salga por la comisura
de los labios. Por eso hoy, que he podido dormir más o menos del tirón –los
bienafortunados padres sabéis que estas cuestiones se cotizan al alza desde el
parto– me he puesto reivindicativo pero más en plan concilia que en plan
Terminator. Sólo quiero, hoy que estoy de buen rollo, exponer en un texto los
que yo creo que son los retos más importantes para sociedad española, más allá
de las aclamaciones mesiánicas a las que hemos asistido este fin de semana.
Resulta curioso cómo se pueden llegar a parecer los extremos en nuestro país,
los extremos políticos y los extremos mediáticos, por cierto. Que cada cual me
lea en la ideología que quiera, que ya me he cansado de afirmar que no milito
en ningún partido político.
Tocando
varios palos, no voy a poder profundizar en ninguno de ellos, pero esto es así.
Para profundidades, podéis investigar un poquito vosotros, y además, ya hablaré
largo y tendido sobre alguno de los siguientes temas. El primero de todos lo
escuchaba uno de estos días en la radio, según conducía de camino a la oficina,
y versaba sobre el porcentaje de gente que, aun teniendo trabajo en este país
del milagro económico –algún día habría que explicarles a esos bocazas de la
caverna un poquito de economía, y decirles que crecer más que la media cuando también
eres el que más cae cuando toca caer no es bueno–, no es capaz no ya de llegar
a fin de mes, sino de pagarse un alquiler y comer todos los días. “Serán unos
poquitos”, dirán algunos, con esa sonrisa que se os pone cuando Alberto empieza
con sus cosas de rojeras. “El dinero, para el que lo produce”, dirán otros.
Para los unos y para los otros les diré que sólo la humanidad de quienes se
niegan a aceptar esos postulados impedirá que la soledad y el abandono les alcancen
en su huida, aunque sólo sea cuando llegue la vejez y la enfermedad. Por
suerte, no todo es dinero en esta vida. Como suelo afirmar, la sociedad exitosa
se mide en función de las personas que somos capaces de salvar de la cuneta del
desarrollo. El PIB sólo es una cifra sujeta a demasiadas interpretaciones.
Otro de los
aspectos que deberíamos tener en cuenta es lo de la energía. No porque no lo
haya mencionado ya antes, sino porque en los últimos tiempos está empezando a
rayar la sinvergonzonería más vejatoria. Los comentarios de Mariano el
iluminado hablando de la lluvia, de la sequía y –de manera indirecta– de su
ineptitud es para incluirlo en uno de esos resúmenes de Humor Amarillo, a toda
velocidad, con mucha gente riéndose a su alrededor. Ya sabemos que tienen el
sector eléctrico metido en sus bolsillos –bueno, en realidad es una relación
simbiótica y bastante enfermiza, en plan endogámica, como los Austrias–, pero
además, cuando se justifican de una manera tan pobre, más que en un Gobierno
piensas en otras instituciones para enfermos mentales.
Y por elegir
un podio de problemas de los serios a los que, por cierto, sólo algunos medios
de comunicación hacen referencia mientras se dedican a escribir loas y
alabanzas a más gloria del plenipotenciario e indiscutido líder de líderes,
hablaré de la justicia, porque después de otras declaraciones de nuestro
querido Mariano, el tema no tiene un pase. Claro, les tienen acogotaditos en
los tribunales, a pesar de que sus casi ocho millones de votantes miren para
otro lado cuando meten la mano en la caja. Decía nuestro bienamado líder que
espera que la justicia vaya rapidito con esos casos superfluos e irrelevantes
–como lo de los hilillos– que se han pasado casi diez años para instruir una
causa y que entre todos tenemos que
agilizar estas cosas. Casi me salgo de la carretera, claro, acompañado todo por
una irreverente exclamación que no reproduciré aquí por lo de la mordaza,
aunque reflejaba perfectamente mi opinión sobre el comentario y sobre el
comentante. Mis apreciaciones se podrían resumir en que la tarea de aportar
medios materiales y humanos a la administración de Justicia del país no es
responsabilidad de todos, es del
Gobierno en primera instancia, y su gestión, del Consejo General del Poder
Judicial, órgano de gobierno de los jueces cuyos miembros, aunque no os lo
creáis, también les nombran los populistas del PPSOE. Mi argumento –al que no
tenéis acceso literal por lo de la mordaza– seguía diciendo que si la Justicia
funciona lenta y con los mismos medios que dejó el siglo XIX no es por culpa de
todos, sino sólo por los que han
hecho y deshecho a sus anchas durante los últimos casi cuarenta años de una democracia
que se han encargado de fabricar a su gusto. Como la Justicia.
Ojo, digo
esto a sabiendas de que el bienestar material y el modo de vida que hemos
alcanzado es el mejor de la Historia. Sin embargo, precisamente por eso, no
quiero que se convierta en una planta adormidera, como lo fueron otras
anteriormente, que impida que el progreso social de nuestro país se quede
estancado, pudriendo poco a poco las bases que sustentan la estructura básica
de nuestra convivencia. Cosa que, por otro lado, y gracias a determinados
agentes altamente corrosivos, ya está sucediendo.
Alberto Martínez Urueña 21-02-2017
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