lunes, 31 de octubre de 2016

Sobre tales investiduras

            Creo sinceramente en aquella frase tan manida y tan repetida en multitud de circunstancias que argumenta que son los hechos y no las palabras las que definen a las personas. Si bien en cierto, todos tenemos derecho a cometer errores, por lo que las cosas que nos definen no son los hechos concretos si no nuestras tendencias hacia tal o cual comportamiento o actitud. Los hechos que cometemos, y las tendencias que adoptamos, nuestras querencias, nuestros comportamientos, indican con cierta precisión cuáles son nuestras intenciones. Cuáles son nuestros intereses. Las palabras, que tan útiles nos resultan para comunicarnos, para transmitir ideas, o para que yo pueda escribiros estas líneas, en otras circunstancias sirven de herramientas para otros menesteres, como es la perversión de la dialéctica. Hay infinitos casos que así lo atestiguan. No en vano, todos los ímprobos esfuerzos que realizamos los seres humanos para autoengañarnos son una de las modalidades más extendidas.
            En la esfera privada, cada vaca que suene su esquila. Sin embargo, cuando asistimos a cuestiones de la esfera pública, que nos afectan a todos, no podemos permanecer impasibles. Las organizaciones, compuestas por seres humanos y seres de alguna otra índole, según el caso, también tienen sus tendencias, también tienen sus palabras, sus tergiversaciones y sus incoherencias, y por supuesto, tienen sus intereses. Por sus frutos les conoceréis, decía uno hace algunos años. Y que razón tenía, el sujeto.
            Hace tiempo que defiendo en mis líneas que en esta democracia tan mezquina, inculta, rapaz y cainita que tenemos en nuestras gloriosas Españas, el imperio donde no se ponía el sol, está pervertida, y no desde hace poco. En mi texto anterior hacía una reflexión sobre cómo los españoles nos hemos dejado engañar a lo largo de los siglos por una serie de líderes bochornosos que argumentaban el amor por la patria mientras se embolsaban los dineros llegados de las campañas militares, esquilmando al pueblo que las batallaba. Nada más ruin que mandar a tus peones a morir en Flandes y luego dilapidar las ganancias en confeti, pero eso es lo que hicieron los Austrias y después los Borbones. Ahora toca hablar de quienes nos engañan, y además, viendo que no tiene ningún coste para ellos, cada vez con mayor desvergüenza.
            Las siglas PPSOE os sonarán a todos. La coalición de las fuerzas políticas más representativas de los últimos cuarenta años en nuestro país se lleva sospechando desde que los chavales del 15-M empezaron a dar guerra por las calles y por las plazas de nuestro país. Unas siglas que pretendían ser las garantes de la estabilidad de nuestro sistema político, por encima de los populismos y de las algaradas, para que los mercados no salieran corriendo por la puerta de atrás de nuestra piel de toro.
            Han mareado la perdiz durante los últimos años. Hemos tenido en este tiempo una legislatura absolutamente dictatorial, de las que les gusta a los chavales de derechas, de las de aquí se hace lo que yo digo porque yo lo digo. Hemos tenido una salida de la crisis para las grandes élites, mientras Cáritas, Intermon Oxfam y otras organizaciones se llevan las manos a la cabeza y más de diez millones de personas se las llevan a los bolsillos… para no encontrar más que silencio en ambos casos. Hemos tenido un año de Gobierno interino en el que Mariano y sus adláteres se han negado al control parlamentario, se han negado a negociar nada con nadie, esperando a que las peras maduras cayeran por si solas, conscientes –pero irresponsables- de que la izquierda de este país es capaz de apuñalarse sola, todas las veces que haga falta, y con una enorme sonrisa bobalicona en la cara, reflejo de la supuesta superioridad moral con la que se autoinviste. Hemos tenido todo esto, y ahora las piezas encajan, demostrando que no les queda más remedio que por responsabilidad unirse en un matrimonio antinatura que no tiene el más mínimo sentido. Después de haberse pasado cuarenta años sin ser capaces de articular un Estado Español con una organización territorial coherente, después de no haber sido capaces de cohesionar la Sanidad, la Educación y otras políticas de Estado desde la lógica confrontación de ideas contrapuestas de dos rivales que buscan entenderse. Después de haber estado tocándonos los cojones a dos manos durante todo este tiempo sin solucionar los problemas importantes de esta nación como son la burbuja inmobiliaria –reventó sola-, la violencia entre sexos, la politización de la justicia, así como su modernización, el establecimiento de organismos de control independientes… Un suma y sigue que demuestra que sus actos no fueron gobernarnos, sino marearnos con gilipolleces propias de un patio de colegio para perpetuarse en el poder. Y cuando se les ha visto el plumero, a raíz de la crisis, aldabonazo para muchas personas en este país de incultos y fratricidas, han hecho lo que les quedaba para poder seguir aferrados a los escaños.
            Ojo, esto no es baladí. Los escaños no dan de comer. O no a tanta gente. Si no, que se lo pregunten a la Gürtel, a la Púnica, a los EREs, a la Comunidad Valenciana, a la Perla Negra de Valladolid, y a todos los restos que se reparten a dos manos. Que se lo pregunten a Felipe y su Gas Natural, o a Ansar y su Endesa. Y a todos los amiguetes que colocaron en las demás energéticas, bancos, cajas de ahorro, etcétera, y cuando veáis la próxima factura de la luz, os preguntáis porque tenéis una de las facturas más caras de Europa. Hay, de hecho, en Wikipedia, una entrada que se llama políticos españoles en consejos de administración.
            Así que ahora, cuando la gente me pide que escriba sobre la investidura de Mariano y la abstención orquestada por esa mala directora apellidada Díaz, les diré que todo estaba organizado para que así fuera, que no podía ser de otra manera, y que no deja de ser una nueva maniobra de esos líderes que nos oprimen desde hace siglos para perpetuarse en su trono y en sus despachos. Esos líderes a los que nos vendimos y a los que no cobramos la factura que exige su corrupción y su desvergüenza.


Alberto Martínez Urueña 31-10-2016

No hay comentarios: