viernes, 23 de septiembre de 2016

Ideas, tácticas y pragmatismo


            El mundo de las ideas, de las ideologías, de los principios y de las cuestiones morales es de lo más entretenido. Se admite como algo general que para gustos se hicieron los colores, se admite por tanto que hay una esfera de subjetividad dentro de cada persona, algo personal e intransferible que habla de las apetencias e inclinaciones en donde los demás no tenemos nada que decir u opinar. Por ejemplo, es de general aceptación que no se escoge de quien te enamoras.


            No es menos cierto, sin embargo, que, tal y como decían nuestros abuelos, tal pareja no te conviene, no es trigo limpio, no te acerques. Llevaba implícita una línea divisoria entre lo que quieres y la decisión que tomas, voluntariamente, de acercarte o no al objeto de tus deseos. Se sobreentendía una discrepancia que tenía que ver, en estos casos, con la moralidad o con la fuente de disgustos que podría suponer tal acercamiento, y se proponía una especie de prelación entre los deseos, que podrían estar o no equivocados, y la razón pura, esa especie de piedra filosofal misteriosa capaz de desvelar una verdad superior. Esa herramienta que nos separaba del resto de los animales, una herramienta capaz de liberarnos de las cadenas de nuestros instintos. Una completa gilipollez, vamos. No ha habido en la historia de la humanidad mayor fuente de problemas que la supresión mediante la represión autoinfligida de las pulsiones humanas más viscerales. No pasa nada por desear tal o cual cosa, o a tal o cual persona, no hay que criminalizar a nadie por tener los deseos que tenga: éstos pertenecen a un mundo diferente al de la razón.


            Otra cosa son los actos que deriven de las decisiones voluntarias que tomamos en nuestro día a día. Promover mediante actos la defensa y legitimación de ideas como el nazismo llevó a lo que llevó en el siglo veinte, y aquí está el quid de la cuestión, y el motivo por el que, personalmente considero que determinadas ideas no son igual de respetables que otras. Los actos que se derivan de unas o de otras no son iguales. Podemos admitir por tanto que cada uno puede tener las ideas que quiera, ideas que llevadas a cabo serían más o menos cuestionables. En el plano de la moralidad a veces es sencillo sacar conclusiones, pero en política no lo es tanto. En política siempre hay una ponderación entre propiedad privada y servicio público, y entre una gestión orientada a la disminución del tamaño del sector público o un mayor aumento y participación. Esto lleva implícito el concepto que cada persona tiene de la forma en la que ha de configurarse la sociedad. Y aquí cada uno tiene sus querencias, y sus amores, y como las consecuencias no son tan claras como el holocausto judío, y está repleto de multitud de matices, la inclinación hacia un lado u otro no es tan sencilla como pueda parecer. Es complicado matizar, y mucho más explicar esos matices. Por esto, los partidos políticos están tan empeñados en aferrarse como garrapatas perrunas a lo que ellos consideran como su identidad ideológica, y menos en explicar los complicados matices. No comprenden que ya sabemos que la tienen, que cada uno de sus miembros la tendrá con sus matices, y que hoy en día los ciudadanos estamos más interesados en otras cuestiones.


            Y aquí entra el tema de la táctica y del pragmatismo. Defender tus ideas está muy bien, con tus amigos, con tu pareja, en el Congreso de los Diputados si quieres… Pero en esta vida las ideas han de ser útiles para algo más que para aburrir al respetable con ellas. No vale de nada que clames a favor de ser buena persona si luego eres un hijo de la gran puta en tu entorno más próximo, igual que no vale de nada que la izquierda de este país clame por la corrupción de Mariano y sus amiguetes de partida si luego, a la hora de la verdad, son incapaces de sacarle de La Moncloa. Gracias esa falta del más mínimo pragmatismo de la izquierda española, históricamente enamorada de sí misma, practicando un onanismo ideológico que le lleva a considerarse moralmente superior a cuantos le rodean, tenemos este espectáculo de prístina pero hipócrita demostración de valores. Porque aunque Pedro, Pablo, Iñigo, Junqueras, Susana, Felipe y la madre que les parió a todos ellos nos estén dando continuas lecciones de moralidad en sus discursos de mierda, la realidad es que nuevamente nos están dejando abandonados, en manos de quienes nos prefieren callados, sometidos y asintiendo al poder feudal trasmitido de padres a hijos desde tiempos inmemoriales. Hablan de ser buenas personas, pero en realidad están a otra cosa. La táctica que emplean no está orientada a un pragmatismo que sirva para unir de una vez por todas los intereses de quienes estamos hartos de que nos chuleen una tras otra desde Génova, con sus tesoreros, sus cajas B, sus Luis se fuerte y sus Rita eres la mejor. Por mucha ideología que farfullen, nos están dejando en las fauces de las hienas que nos la han metido doblada con leyes mordaza, con recortes en Sanidad y Educación, así como con actuaciones desde el Ministerio del Interior que se aproximan en gran medida a las que se adoptaban en ese tiempo que añoran y que gustarían de haber vivido como sus padres, muchos de ellos poco amantes de la democracia. Muchas gracias a estos partidos de izquierdas, porque podremos seguir sacando pecho por tener estas ideas virginales de libertad, igualdad y fraternidad que seguiremos sin llevar a cabo gracias a su completa y absoluta estupidez. O interés.

 

Alberto Martínez Urueña 23-09-2016

 

 


 

 

Pincha en el siguiente enlace y disfruta de mis textos


 

 

No hay comentarios: