lunes, 22 de agosto de 2016

Echando las cuentas


            Hoy me planteo hacer cuentas, porque de vez en cuando es necesario, para saber cómo llevas la cartera. O la cabeza. Las últimas elecciones, ese deporte de riesgo que se ha puesto de moda en España, fueron el veintiséis de junio. Han pasado dos meses enteros, con las vacaciones de la playa entremedias que no nos han servido para desconectar de tanta morralla. Hemos visto a nuestro presidente caminando a buen ritmo por los campos de dios, con esa calma y esa resistencia al paso del tiempo que le hace sospechoso de haber encontrado la fuente de la eterna juventud. Pablete desaparecido en combate, y la casa como el camarote de los hermanos Marx. Albertillo bailando la samba, literalmente, cadera pallá, cadera pacá, “si me das, yo también te doy”… Dos meses largos para una fecha de investidura. Sin pestañear.

            Eso sí, ahora ya han fijado ese pase de modelos para el día treinta del presente mes. La fiesta nacional, lo de las verduleras del mercado, pero con el mercado de madera y apariencia respetable. Y sus olores. Recordemos los contendientes: el PP con 137; el PSOE con 85, los de Unidos Podemos con 71, los de Ciudadanos con 32, ERC con 9, lo de los catalanes que ya no sé lo que son 8, PNV 5, EHBildu 2, Coalición Canaria con 1. Después de las primeras elecciones resonaron fuerte los alaridos contra el PSOE por si acaso vendía España pactando con los nacionalistas. Luego en estas segundas nupcias, Ana Pastor está de Presidenta del Congreso. Gracias esos votos. No lo pillo, malas cuentas. Pero para formar gobierno no son suficientes, huelen a cerrado. Serían 137, más 32, más esos 8, igual a 177. De su misma cuerda todos, para evitar líos de cama. Podrían incluso hablar con el PNV también, y con los canarios, gente sería, formal, de traje y corbata y con las suficientes hechuras conservadoras como para orientarse en la dirección correcta. Por cierto, y ahí lo dejo, que con esas cuentas, lo de que España es de izquierdas quizá no sea tan cierto como a mí me gustaría.

            ¡PERO NO! Lo que sirvió para conseguir la presidencia del Congreso no vale para lograr la presidencia del Gobierno. Para esto último es necesaria la participación del PSOE en la investidura. Tienen que abstenerse, como poco. Si no, Pedro Sánchez será el único culpable. Ni siquiera el PSOE, sino Pedrito el irresponsable. Antes, el bipartidismo era bueno, ayudaba a dar estabilidad a la esfera política española en una alternancia al parecer muy sana y muy provechosa. Ahora es mejor venderla, junto con las convicciones. Sin negociar, a lo duro y sin vaselina que suavice. Ellos son los más votados y se lo merecen. Los demás, que pongan la cama y punto. Se olvidan, por supuesto, de que en un sistema parlamentario –bendito presidencialista, con sus segundas vueltas–, son los diputados y sus negociaciones en la cámara legislativa los que deciden quién gobierna y quién no. No somos los electores, del mismo modo que los electores no escogemos a los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

            A ver si me aclaro, porque me estoy volviendo un poco loco. Resulta que la fecha de las posibles terceras elecciones viene determinada por la fecha de la primera votación para investir presidente. Y esa fecha la marca el perro de paja de la presidencia del Congreso, es decir, el presidente del partido, es decir, Mariano. Y si vamos a las terceras elecciones en un año, el responsable es otro. Se ve que estoy haciendo alguna suma mal, porque lo que es el resultado, me sale inequívoco.

            Seamos serios, por favor. Tanto si vamos a terceras elecciones, como si vamos terceras elecciones el día de Navidad no puede ser culpa del PSOE. O al menos no sólo del PSOE. No sólo de Pedro. Sería culpa de quien no ha sabido negociar, y en eso están implicadas todas las partes y su cencerrismo. Ya lo del tema de dejar las terceras elecciones para el día de Navidad parece de chiste. De los buenos.

            Y por cierto, viendo como me salen las cuentas, no me cabe la duda de que necesitamos un gobierno, y que el mejor situado para ello es Mariano. Pero las tácticas negociadoras son más propias de la extorsión napolitana que de un verdadero demócrata. No insinúo que Mariano sea un delincuente, ni que haya infringido la ley. Sólo hago una afortunada metáfora. Tantos paralelismos que hacen con los gastos nacionales y los domésticos, eso de que no puedes gastar más de lo que ingresas… Yo, en mi casa, cuando tengo que negociar algo, llego a acuerdos, cedemos unos cedemos otros, nos cuadramos, conciliamos. Y de eso no he visto nada de nada en estos meses.

            Lo que sí que he visto, como siempre, son facciones, enfrentamientos, cinismo, sarcasmo, insultos velados, utilización de la dialéctica para encender los ánimos del respetable, amenazas, prepotencia, autocomplacencia, supuesta superioridad moral, creación de bandos y agresividad. Mucha agresividad. Facebook y Twitter arden, como ardieron los bandos municipales, como ardió París y como arderán otros muchos. España, sus políticos, pero también sus ciudadanos, fieles todos ellos a su tradición, demuestran una vez más a lo largo de esta vergonzosa historia, la incapacidad innata de sentarse y caminar juntos por una senda que permita construir algo de lo que todos estemos orgullosos. No me gusta un gobierno de derechas, es cierto, pero llevo mucho peor lo de las ideologías que se olvidan de que hay otras a su lado a las que respetar y con las que entenderse, no a las que silenciar por cualquier medio. A las que aplastar. Y por desgracia, de eso vivimos desde hace siglos, antes en los castillos y los feudos, ahora en La Moncloa, y también en las calles.

 

Alberto Martínez Urueña 19-08-2016

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