Un ultimo apunte
Necesito hablar de esto, porque si no reviento. No sé si os habéis enterado, pero os pongo en antecedentes, los hechos concretos, sucesivos. Hay una página web que se llama El Mundo Today. De humor. Han creado páginas web con el nombre de los candidatos de los principales partidos políticos mofándose descaradamente de sus indigencias. Que todos tenemos alguna. El PP, que lo del sentido del humor lo utiliza únicamente para hacer coñas que les gusten a ellos –Pablo Casado ha hecho hace poco una al respecto de Valladolid–, les ha amenazado con meterles un paquete de cojones por andar haciendo coñas con lo que no se debe. A saber, ni vírgenes, ni santos, ni procesiones, ni Rajoys, entre otros.
Lo reconozco, tengo que darles las gracias. La reacción subsiguiente, con la creación de otra página web ha hecho que se me saltasen las lágrimas. El detalle del tuitbot y el Loading skynet program es de lo mejor que he visto en Internet desde que conozco el medio. Es innegable que tendríamos que preguntarnos que habría sido de ciertos genios del humor españoles sin la censura fascista. Quizá no tendríamos entre nosotros a Mortadelo y Filemón que satirizaban aspectos del régimen, desde los servicios secretos y sus usos y costumbres a personajes como Carpanta. Ojo, este análisis no le hago yo. Es tesis confirmada que la persecución de las ideas ha generado a lo largo de la Historia –el franquismo es historia– nuevas herramientas para la difusión de ideas “poco” digeriblespara los sociópatas. Una de ellas ha sido el humor. Hoy, tenemos que darles las gracias una vez más por sus actuaciones, porque sin ellos no tendríamos esto a lo que hago referencia. Por cierto, que una cosa no te haga gracia, no significa que no la tenga, y que un humorista no te caiga bien puede ser porque está utilizando ese humor para criticar algo en lo que crees. Deberían preguntarse los que se den por aludidos el porqué de esa piel tan fina.
Estamos todos de acuerdo en que al final lo importante es el mensaje. El contenido. Ése que se esfuerzan en hacer llegar como sea, y a veces han pagado con algo más que una reprimenda. Y para silenciar el mensaje se utilizan muchos métodos, más o menos elaborados. Está la táctica de la cortina de humo, perfectamente explicada en una estupenda película de Robert deNiro y Dustin Hoffman, cuya traducción al español fue esa –y banda sonora de Mark Knopfler, por cierto–. Le das carnaza a los medios de comunicación apropiados, esos siempre dispuestos o bien al amarillo o bien a la colaboración con el régimen. Y tapas una mierda con otra.
También tenemos las medidas coercitivas más habituales, desde la cárcel hasta la tortura y la desaparición. Parece que hoy en día hay países que siguen adictos a estas actuaciones tan poco humanitarias. Hablan de Venezuela, y también Arabia Saudí, Marruecos, Afganistán… Según el momento, interesará mencionar a unos o a otros.
Y por supuesto, una de las que tiene más solera histórica ha sido y está siendo en nuestros días, la de matar al mensajero. A veces, literalmente, como sucedió desgraciadamente hace no demasiado tiempo con los periodistas de Charlie Hebdó. En otras ocasiones, más sutiles –lo cual es de agradecer, aunque no sé si a los perpetradores de la censura o a la justicia que les impide llevar a cabo otras prácticas–, se pone el acento en la forma en que se ha comunicado el mensaje. En el caso de la página web, amenazando con querellas penales que tenían pocos visos de tener recorrido judicial; aunque con sensatez y una gran actuación posterior, los autores de tal barbarie optaron por cerrarla. O por ejemplo, en el caso que mencionábamos ayer, el del pobre ministro espiado por facinerosos, la táctica ha sido desmentir la evidencia y preguntarse por quién ha realizado la escucha y por qué se ha aireado en estos momentos. El contenido, las barbaridades que vamos escuchando día tras día del señor ministro, eso no importa. Lo suyo es silenciar como sea, que la información no trascienda, y meter en chirona a quien lo haya difundido, convertirles en unos parias sociales y arrebatarles toda la credibilidad que pudieran tener. Que todo lo que digan sea no analizado o investigado, sino soslayado y eludido como si se tratase de algún tipo de enfermedad de la que había que protegerse.
¿Queréis, por cierto, nuevas raciones de esto? Esto es populismo, esto son los viejos métodos de los que consideran que el poder es suyo y son ellos los únicos legitimados para usarlo. Ellos son los únicos capaces, y por tanto, están legitimados para utilizar cualquier herramienta a su alcance para soportar esa verdad, esa noción superior a cualquier otra. Como si se tratase de defender la vida humana. ¿Queréis más raciones? Señor Margallo, ministro del Interior, argumenta que el Brexit que ayer se produjo –evidentemente, merecerá un análisis pormenorizado– es por culpa del surgimiento de los movimientos populistas en Europa. Por supuesto, según este razonamiento, los populismos serán los responsables de la desafección de los ciudadanos con la clase política, aunque gobernasen ellos, y los de la acera de enfrente y los nuevos partidos todavía no existieran. Ya puestos, podemos acusarles de la existencia de la prostitución, del tráfico de drogas, de la caída de Roma y de la muerte de Chanquete. Eso es el populismo, en resumen: mensajes facilitos, sin profundidad, a los que adherirte con facilidad sin necesidad de pensar en las variables internas. Y de eso, por desgracia, estamos llenos, y la creciente entronización de lo grotesco y de la incultura que cada vez más se propugna, no hace más que ahondar en el problema.
Alberto Martínez Urueña 24-06-2016
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