Hoy es uno de
esos días en que el más-difícil-todavía se cumple. Esos días en que conoces un
nuevo grado de estupor, un nuevo nivel de sorpresa, un nuevo nivel de acidez
estomacal. Cuando crees que los políticos ya han llevado a nuestra democracia al
nivel más bajo posible, un par de metros por debajo de tierra, dentro de una
vetusta caja de pino, ves que esa fosa no tiene término. Digo todo esto, con
esa tan necesaria palabra de “presunto”, porque al lado de la tumba de nuestra
democracia, está, como un anexo dentro del bunker de las tragedias, la tumba de
nuestras libertades individuales.
Esta noche,
como jugaba España, se ve que a nuestro querido Mariano le han dado un poco de
manga ancha. Los que le programan la campaña, los discursos y esas cosas. Y ha
reconocido –por enésima vez– que su táctica para los días postelectorales será
la misma. A saber, dejar que todo lo que le rodea se pudra, para poder emerger
entre la mierda como salvador de propios y extraños. Se ve que no se mira el
traje cada vez que ejecuta la jugada, porque, a tontas y a locas, le tiene cada
vez más marrano.
No era de su
directa competencia lo del tema del partido, con su caja B, su tesorero
enchironado, su Gurtel, el caso Palma-Arena, lo de Valencia, lo de Murcia,
ahora lo de Castilla y León, el consejero al que le molan los yates de los
narcos… No es cosa suya, porque lo suyo es gobernar. Nadie sabe nada, ni de
quien era competencia, ni quienes son esos advenedizos. No recuerdan cuando se
hacían fotos con ellos y les invitaban a las bodas de sus hijos. Lo suyo es
gobernar, decía, y sacar a España del agujero en donde la habían metido los
sociatas, y de paso, protegernos de esos antisistema que vienen dispuestos a
robarnos lo nuestro. Defendernos de los ladrones…
No era de su
competencia lo del partido, lo suyo era gobernar. Y ahí vamos ahora. Ahí
tuvimos a Mato. Esa a la que le crecían los coches de lujo en el garaje de casa.
Y las explicaciones, de parvulario. Mientras, Mariano, en un perfecto ejercicio
de sincronía plasmática en sus conferencias de prensa sin preguntas, iba
haciendo músculo para su principal actuación: dejar que todo apeste a huevos
pochos. ¿Qué decir de Soria y sus empresas, aderezado por las explicaciones que
se iban cayendo según el reloj marcaba las horas? Y todo por lo de Panamá. O
Cañete, no tenía cuentas panameñas, pero sí su mujer. Lo único definitivamente
claro es que en las altas esferas españolas no se habla de finanzas dentro del
matrimonio. Elena e Iñaki se han encargado de hacérnoslo saber.
Y ahora, la
última. Fernández-Díaz, adalid de las concertinas, campeador en la lucha contra
los peligrosos yihadistas llegados en patera, azote de los perroflautas y
medallista olímpico de vírgenes y santos. Esta vez se le ha olvidado lo que
dice cierto librillo: “No cometerás actos impuros”., Quizá las manipulaciones
políticas solicitando informaciones fiscales –amparadas por la Ley de
Protección de Datos- al jefe de la oficina antifraude de Cataluña exceda esa prohibición
divina. Él, que tanto se persigna, se ha bailando un tango con Satanás. Al
margen de la coña del párrafo con la que no pretendo ofender a ningún católico,
el escándalo no lo es menos aunque sospechásemos que en las cloacas de nuestro
Estado de Derecho suceden estas cosas. Éste es el ejemplo de cómo en España se
permiten determinadas licencias impropias de un país con una mínima noción de
lo que es la democracia. Ni qué decir tiene que volveremos a ver a tertulianos,
medios de comunicación y – lo más preocupante – ciudadanos de a pie, defendiendo
tan gloriosas actuaciones.
Mira,
Mariano. Cuando dices que los compañeros del patio te hacen el vacío, y que por
eso no vas a aceptar la encomienda de Felipe para formar gobierno, te debes
pensar que el tema tiene gracia. Incluso puedes llegar a la conclusión de que
el hecho de que te voten siete millones de personas te da derecho a reírte de
las otras veintisiete. Millones. Pero estás equivocado. Ya no es sólo que
durante cuatro años no hayas querido escuchar a quien opinaba distinto a tus
criterios –lo de negociar damos por hecho que no sabes, y menos en una mayoría
absoluta ibérica de las que maneja tu ideología–, es que después de cuatro años
de vilezas democráticas, sigues teniendo esa falta de decoro de “no-saber,
no-contestar” cuando alguno de tus adláteres, elegidos directamente por ti para
la exclusiva tarea de gobernar, prepara un escándalo inasumible para cualquier
cosa que pretenda parecerse a una democracia. Así, con esas actitudes, lo
normal es que te toque jugar solo, en el rincón de los marginados. Lo mejor que
podrías hacer es largarte al rincón de pensar.
En resumen,
que este domingo nos toca otra vez echar el papelito en la urna. Y es descorazonador,
además de bochornoso, el espectáculo ofrecido durante estos seis meses, tanto
por unos como por otros. Sin embargo, esto no puede hacernos olvidar que
admitir presuntas –ojo, lo dicho– organizaciones criminales al mando de nuestra
nación no es la mejor receta para hacer de ella algo que le sirva a sus
ciudadanos. Es la mejor receta para seguir siendo, en lugar de ciudadanos,
siervos de los que se consideran con derecho a ser nuestros señores feudales.
Alberto Martínez Urueña
22-06-2016
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