Al margen de
que la gestión económica del gobierno de Mariano se pueda considerar mejor o
peor –algunos la consideramos nefasta–, cuando les pillas en un renuncio de
esos que destapa la maldita hemeroteca, se te queda un sabor en el paladar así
como bastante dulce. Sabor a sangre de mentiroso. Es curioso como vaticinábamos
algunos, los listillos, que cuando llegasen las elecciones generales, unas en
las que al partido popular le iban a llover hostias hasta en el velo del
paladar, ese ejecutivo supuestamente tan serio del barbas iba a caer en la
tentación de enredarlo todo con las tácticas habituales. A saber, repartir
regalos, concesiones y prebendas para intentar evitar el éxodo masivo de sus
votantes. En definitiva, aumento del gasto público, el gran enemigo de la
economía neoliberal que tanto les gusta. Y todo empezó en Agosto.
A mediados de
mes, se sacaban la Ley de Presupuestos Generales de Estado en base a unas
previsiones de ingresos que imagino se habrían elaborado con gran alegría, contraviniendo
además legislaciones, costumbres y tradiciones democráticas en aras de esa
supuesta responsabilidad, adelantando los plazos por si acaso y siendo el único
ejecutivo de la historia en aprobar cinco proyectos, no cuatro. La Unión
Europea, siempre meliflua como un Lord inglés de la época victoriana, sin
torcer un ápice el rictus, indicó que quizá
esas cuentas no se ajustaban a la realidad de la economía española. Pero claro,
eso a Mariano, gran capitán de la nao española, se la trajo al pairo. Si ganaban
las elecciones, ya lo modificarían, y si no –como indicaban todas las
encuestas–, le tocarían bien tocados los cojones al gobierno que llegase para
sustituirles. Toda una demostración del gran estadista que es, pero sobre todo,
de su cacareada seriedad. Gracias, Mariano.
En Enero,
Luis –no el Tesorero, sino el Ministro de Economía–, razonaba con esa flema que
le caracteriza de experto en macroeconomía, finanzas y cualquier otra cosa que
el ritmo de decrecimiento de los índices asociados al gasto público en relación
con el crecimiento de la economía española –el déficil, Luis, el déficit– se
vería beneficiado por los claros síntomas de fortalecimiento de los indicadores
macroestadísticos que los expertos del Ministerio manejaban. Todo, a pesar de
que el IPC caía y sigue cayendo, de la inestabilidad bursátil internacional, de
la debacle de los países emergentes, del consumo de petróleo en caída, de los
países árabes revueltos…
Y llegamos a
este momento, a este ahora. Ahora, el Partido Popular echa la culpa al resto de
no poder formar gobierno cuando ha estado cuatro largos, larguísimos años
despreciando a todos aquellos que no le habíamos votado pero para quienes
también debía gobernar. Antes no quería saber de nadie, pero ahora, los nadies
hemos de tenerle en cuenta porque es un partido serio, demócrata y responsable.
Ahora, ofendido hasta la médula por los escandalazos de corrupción que preñan
sus entrañas, se quiere hacer pasar por el adalid de la transparencia y la regeneración,
cuando los cálculos que se hacen sobre lo que nos ha robado exceden con mucho
lo que nos van a pedir desde las instituciones europeas.
Y es que a este partido popular, el de Mariano, cualquiera
podría llamarle muchas cosas, entre otras, populista. Sobre todo si nos
atenemos a la propia definición que ellos mismos hacen del término: promesas
electorales de ciencia ficción que luego se diluyen en el tiempo por ser
imposibles de llevar a cabo. Eso, sin entrar en otras costumbres de ese tipo de
gobiernos: legislaciones ad hoc como la de seguridad ciudadana, la Ley Mordaza,
la de Justicia Universal, o la utilización descarada y bochornosa de los medios
de comunicación que son de todos, los públicos. Todo esto, sin necesidad de
mencionar torsión torticera de los datos para negar lo evidente, como que durante
su mandato, la miseria en nuestro país ha aumentado hasta límites insoportables
en cualquier país civilizado. No puedo dejar de mencionar en mi alegato esa
especie de golpe de Estado perpetrado por este gobierno que, por muy en
funciones que se encuentre, se niega a dar explicaciones a las Cámaras
Legislativas en donde reside la soberanía popular democráticamente elegida,
retorciendo la dialéctica como cualquier buen dictador africano ante los
atónitos ojos de toda persona medianamente sensata. Empuercando nuevamente la
marca España.
Por supuesto,
el ejemplo que nos ocupa. Porque ahora, el déficit se les ha ido de las manos.
Un puntito entero. Más o menos como los últimos cuatro años, con los objetivos
de déficit incumplidos de manera sistemática. Eso sí, primero por culpa de ZP y
ahora por las Comunidades Autónomas. Siempre hubo niños y tontos para cargar
con la culpa… Pergeñados cada uno de los cuatro incumplimientos con la salsa
apropiada de mentiras para que algunos, no todos, dirigieran semejante trago.
Sólo tengo
una petición para este Gobierno y para Mariano, y es que se larguen. No les
pido ni siquiera que admitan nada, pero que se vayan. Que llegue alguien honesto
de su partido y lo limpie, y que empiecen a funcionar con una mínima decencia,
en favor de los ciudadanos y no de sus amiguetes, porque hay millones de
españoles, unos que les votan legítimamente, y otros muchos que necesitamos de
su concurso, para hacer un país, de una vez por todas, a gusto de todos y que
permita a españoles de diversas ideologías vivir de una santa vez, dentro de
sus divergencias, en paz.
Alberto Martínez Urueña
01-04-2016
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