También es
cierto que, en días como hoy, con la configuración política que nos han traído
los últimos tiempos, podría dedicarme a ojear los despropósitos dialécticos de
la caverna, según los cuales, las opciones y posibilidades de nuestro país
pasan por seguir aguantando los planteamientos dictatoriales en todo tipo de
materia del partido popular. Planteamientos dictatoriales que continúan en esos
intentos de negociación postelectorales en los que nuestro buen Mariano tendía
la mano a Ciudadanos y PSOE para que se adhirieran a sus ideas y medidas.
Incluso admitiendo la posibilidad de “mejorar” las adoptadas en la legislatura
pasada, ahondando en ellas. No se daba cuenta Mariano de que la única mejora
posible es echarlo todo por tierra y empezar de nuevo. Y no es que lo diga yo, que
también; hay datos que cada vez con mayor insistencia me ponen los pelos de
punta, y que son consecuencia de las políticas de estos años.
Al margen de
las críticas que –gracias a algunos de vosotros– he conseguido leer con
respecto a tales datos, los informes que las diferentes oenegés van emitiendo
con su fiable regularidad no dejan lugar a dudas al respecto de la realidad que
nos ha dejado la crisis: España es uno de los peores países en determinados
parámetros que, más allá de los milagros de crecimiento económico que nos
venden las gaviotas –datos sobre los que se pueden hacer múltiples lecturas–
miden aspectos más orientados hacia la justicia social que hacia el beneficio
de una cuenta de resultados, o hacia la medición de cifras macroeconómicas,
entre las que siempre cabe fijarse en unas y no en otras, o en la lectura
particular que cada cual le interese. Todavía recuerdo, por ejemplo, la
relación que nos planteaban en la Universidad entre el déficit público, la
deuda pública y el sistema fiscal de cada país, y su interconexión en los
modelos intergeneracionales. En resumen, si solucionas el déficit público con
una bajada de impuestos –ya, si el sistema fiscal es el nuestro, ni te cuento–
y al mismo tiempo haces que la deuda pública pase del cuarenta al cien por cien
en cuatro años de Gobierno, lo que estás es haciendo trampas al mus.
Básicamente, estás trasladando deuda presente al futuro, a ese tiempo en el que
tú ya no estarás en el Gobierno, pasándole el marrón a los que vengan y sin
solucionar, una vez más, los problemas estructurales de este país.
Cuando hablo
de oenegés me refiero a Cruz Roja, a Intermon Oxfam, a Save the children, a
Médicos sin Fronteras… Nombres conocidos que engloban a personas anónimas que
han decidido ofrecer su vida para aliviar los sufrimientos de otras más desfavorecidas,
ya sea en África, en Asia, o también a la vuelta de la esquina de nuestros
propios arrabales, que también les hay en España. Cuando escucho los datos que
nos ofrecen, se me ponen los pelos de punta y no puedo evitar sobrecogerme.
Ahora bien, cuando escucho, o leo, a determinadas alimañas, perros del sistema
encargados de arruinar la labor de estas organizaciones por la vía de matar al
mensajero, me entran ganas de venganza. Veo cómo atribuyen a personas mayormente
altruistas los pecados que ellos mismos sufren en sus propias carnes. Les
acusan, ojo, de actuar en beneficio de sus propios intereses. No entienden una
realidad más amplia que la suya, una en la que puedan suceder dos cosas: que
tus propios intereses puedan pasar por aliviar el sufrimiento ajeno, o que
incluso, en caso de que tus intereses colisionen con los de otra persona,
antepongas estos a los tuyos. Estos conceptos no son capaces de alumbrar las
tinieblas de su ignorancia.
En primer
lugar, a los miles de personas a las que ayudan en África se la suda si lo
hacen para sentirse mejor con ellos mismos. A la madre a la que le dan un litro
de leche para su hijo famélico le importa que éste coma, no si al cooperante esto
se la pone dura o si piensa que se está abriendo la puerta de los cielos. Le
importa que su hijo no se muera por la malaria o por el dengüe, ni se plantea
que ese cooperante después se va a tirar el moco en una discoteca. Que podría.
Desde luego, preferiría que el cooperante hiciera esto, a lo que hace la hiena
periodística que critica al cooperante. Básicamente, éste no hace nada por
ella. Bueno, sí, boicotea la labor del cooperante. Por mi parte, este
columnista de pega, o este erudito que critica la labor de las oenegés, se
puede meter sus comentarios, o sus sesudos estudios de eficiencia económica por
donde le quepan.
Además, en
segundo lugar, he tenido la suerte de conocer personalmente a peña que se ha
jugado la vida por esos andurriales miserables, y también a otros que se quitan
de su tiempo, de su ocio o de su dinero por echar una mano. He conocido a
algunos por los que nadie daba un ardite marcharse a primera línea a pesar de
todo, y me quedó clara una cosa: esa gente tiene una luz especial que está muy
lejos de esos contertulios de la caverna que se empeñan en hacernos creer que
los criterios por los que nos movemos los seres humanos tiene que ver con el
número de ceros de una cuenta corriente, o de una contabilidad nacional. Esa luz
seguirá existiendo, por mucho que las ecuaciones de un frío modelo económico
demuestren que no es rentable.
Alberto Martínez Urueña
8-02-2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario