No
es que quiera aprovechar la ocasión, pero es que me las ponen delante, en
bandeja de plata. Vas sumando, una tras otra, y al final llega un día en que te
dices, “venga va”, y te atas la manta a la cabeza, y te tiras al ruedo. Este
país se merece de mis comentarios, y de otras muchas opiniones.
Esta
semana nos hemos desayunado con lo del tema de los titiriteros. A mí,
personalmente, lo de que ahorquen a un juez y violen a una monja no es que me
produzca demasiadas simpatías, pero tampoco lo voy a sacar de quicio. Todavía
tenemos grabadas en la retina las escenas del desembarco de Normandía, rodadas
magistralmente por Steven Spielberg. No recuerdo a ningún medio de comunicación
indicar que quizá la catalogación de no recomendada para menores de trece años
podía ser un poco relajada, con soldados acribillados, brazos rebanados y
cabezas reventadas. Yo mismo, y muchos de los que ahora recuerdan con tanta nostalgia
aquello de la EGB, las cintas de cassette y la disciplina escolar, nos criamos
con cuentos en los que, verbigracia, una bruja engordaba a un par de mellizos
con el objeto de zampárselos. Pobres de nosotros… Tampoco vería con buenos ojos
que, en el año setenta y dos, algún caciquillo de juzgado hubiese metido a
Francis Ford Coppola en la cárcel por enaltecimiento de las organizaciones
criminales. Conozco a gente a la que don Vito llegó a caerle bien, aunque
tuviera por costumbre aquello meter en camas ajenas cabezas de caballo chorreantes
de sangre.
Por
otro lado, hilando con lo del miedo, nuestro querido ministro del Interior ha
vuelto con uno de los clásicos más patrios: correlacionar causalmente a los
gobiernos de izquierdas con el terrorismo vasco. Esto, más las declaraciones de
Mariano al respecto de los gobiernos serios y capaces, quieren hacernos pensar
que ellos son los adalides de nuestro bienestar, aunque no sean capaces de
vigilar sus propios feudos contra los que pretenden romper España. No, no hablo
del tema catalán. Para mí, eso sólo es una cortina de humo aprovechada tanto
por la derecha catalana como por la derecha española –por mucho que a esos supuestamente
izquierdosos, los de la CUP, no les haya temblado la mano a la hora de aupar
una vez más al poder a un partido estructuralmente podrido por la corrupción–. La
otra forma de romper España, de la que hablaba antes, consiste en reventarle
las costuras económicas y presupuestarias. Sí, sí, esos señores que se hinchan
el pecho con ese patético histrionismo ante el trapo monárquico son los que,
por otro lado, se han montado una estructura criminal para drenar los dineros
públicos –los nuestros, tuyos y míos– hacia sus empresas y sus intereses.
Son
esos señores que acusan de querer venezolanizar España a Podemos, a Izquierda
Unida y a cualquiera que se le ocurra respirar el mismo aire que estos señores coletudos
respiran. Curioso palabro, lo de venezolanizar. Al margen de que me puedan caer
mejor o peor esos tipos con pinta de vagabundos, y al margen de que pueda
pensar que son una muestra mucho más representativa de la mayoría española –mayoría
de cinturón apretado y cuentas exiguas–, no son los que han estado utilizando
los medios de comunicación como Telemadrid a su antojo para influir,
tergiversar y manipular a la opinión pública. No son los que se han marcado una
legislatura de Reales Decretos creados ad hoc a medida que el clamor ciudadano
pretendía denunciar sus desmanes. No son, en definitiva, los responsables de
que la situación en nuestro país sea comparativamente lamentable en relación
con otros países a los que nos tendríamos que intentar parecer. En lo bueno.
Hablando
de venezolanizar España, y por comentaros la gota que ha colmado el vaso,
resulta que hoy por la mañana, durante el café y también en la prensa, me
encuentro con que se ha puesto en libertad a un tipo holandés que llevaba en la
cárcel doce años por unas violaciones que no había cometido. Hasta aquí, vale,
todos podemos cometer errores. Pero claro, al profundizar en el tema, me entero
de que en el año dos mil siete se conoció que el ADN encontrado en las víctimas
no correspondía con el del sujeto, y después, se descubrieron que correspondían
con un asesino y violador inglés. De todas formas, y aunque la policía había
advertido de los hechos, hasta que el gobierno holandés no ha presionado al
nuestro, este asunto no ha quedado esclarecido, y el holandés inocente en
libertad. Imagino lo que estarán diciendo de nosotros en los círculos cercanos
de este hombre. Y todavía, seguro, habrá algún españolito que dirá que bueno,
que ahora seguro que va a por la indemnización. Matando a la víctima. Muy
tipical spanish, muy ibérico.
Por
todo esto, y por mucho más, estamos donde estamos. Aquí cada cual se la coge
con papel de fumar, y mientras seas de los míos, ancha es Castilla. Todavía me llevo
las manos a la cabeza –tantas veces y no aprendo– cuando veo a gente que parece
sensata defender prácticas criminales, vergüenzas parlamentarias, montajes
informativos y escusas barrocas para no dotar a los órganos judiciales y de control
económico y financiero de los medios necesarios para hacer su trabajo. Porque los
otros hicieron lo mismo. La irresponsabilidad típica de un patio de colegio.
Alberto Martínez
Urueña 12-02-2016
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