miércoles, 16 de diciembre de 2015

Elecciones 2015. Parte II (ideas)


            Cuando hacemos una elección, así, tal cual, intentamos ser coherentes con nosotros mismos, con aquello en lo que creemos y sentimos. Más o menos, todos tenemos claras nuestras opciones y nuestras preferencias, pero cuando hay que concretarlas, entran las dudas. En primer lugar, porque tenemos miedo a equivocarnos; y en segundo, porque tenemos miedo a que descubran que nos hemos equivocado.

            En las elecciones generales esto no es diferente. Además, se ve acrecentado porque los candidatos, más que exponer ideas, sueltan vaguedades y discursos fáciles que, cada vez en mayor medida, cuelan menos en el imaginario colectivo. Cuando oímos aquello de “voy a bajar los impuestos, a crear millones de puestos de trabajo, a luchar contra la corrupción y garantizar los derechos de los ciudadanos”, nos recorre un siniestro escalofrío y nos ponemos en guardia. Todavía recuerdo esa frase cargada de asco de mi abuelo, “todo mentira”, cuando oigo a esos charlatanes de feria hablando de sus fórmulas infalibles para todo.

            Sus ideas no están claras, y no van a ponértelo fácil. Los discursos electorales parecen más un concurso de monólogos destinados a caerte en gracia que una exposición de propuestas concretas sobre la que basar una elección sensata. Para saber lo que verdaderamente se propone tienes que hacer un ejercicio nada fácil de búsqueda de información, y muchas veces ni así logras una claridad y una visión de conjunto. Todo son intenciones y promesas. Sus ideas, además, son tornadizas, maleables como el mercurio. Cambian de forma. Hay que acudir a la estructura subyacente para saber qué hay detrás de todo ese juego que se traen. Al margen de que adopte – el mercurio y sus promesas – la forma del envase en donde se introduzca, a nivel molecular, su naturaleza es la que es. Y es necesario encontrarla, para contraponerla con la tuya, después de esa interiorización de la que os hablaba en el texto precedente en busca de la estructura que conforman tus intereses. Quizá tus intereses puedan llegar a sorprenderte.

            Digo esto porque, en campaña electoral, si no tienes cuidado, la agenda de lo que interesa no la marcas tú. Aunque no he visto los debates televisados –no tengo yo el cuerpo preparado para tanta cicuta– resulta paradigmático el momento en que Mariano y Pedro se lanzaban piedras a la cabeza mientras el moderador trataba llevarles al tema catalán. Un tema repleto de falacias y sumamente interesado que no requiere ni medio minuto –pero pueden hacerte gastar varias horas– cuando lo comparamos con la pobreza energética, los exiliados económicos, los parados de larga duración, las familias sin subsidios, los problemas de salud derivados de la contaminación en las grandes ciudades, las leyes mordaza, los copagos sanitarios, esa cosa absurda que han conseguido hacer del sistema educativo en nuestro país, las políticas activas de empleo, el sistema fiscal, la tipología contractual en el mercado de trabajo, la ley de mecenazgo, los órganos de control gubernamentales y su independencia –recomendación realizada por Europa desde hace veinte años a nuestro país al que han hecho oídos sordos desde entonces–, la justicia, sus órganos superiores y elección de jueces y magistrados, la articulación de todos los órganos encargados de velar por la libre competencia en los mercados –esto afecta, para los legos, al precio de la energía y de las telecomunicaciones, de los más ridículamente altos en Europa–, la gestión de la cultura desde el gobierno, la gestión y el fomento de la I+D+i, directamente vinculado con el modelo y diversificación de modelo productivo que queremos para nuestro país… Y por supuesto, y mucho más importante que el tema catalán, la elección del seleccionador de la roja una vez que se vaya Del Bosque.

            De todo esto no han dicho nada concreto ni el PP ni el PSOE. Yo, desde mi particular reflexión, no tomo decisiones sin la información correcta, y cuando alguien no me la facilita y me pide un acto de fe similar al de Jesucristo y la tormenta del lago le descarto automáticamente. Me da la sensación de que me toman por imbécil.

            Por eso, he de agradecer a los demás partidos que se hayan dignado a debatir algo más extensamente sobre estos temas, y a poner sobre la mesa algún que otro dato concreto, más allá de las autoalabanzas de Mariano y de lo que haya hecho Pedro durante este tiempo y que nadie sabe realmente qué ha sido. He podido recapacitar sobre el contrato único planteado por Ciudadanos y las propuestas más o menos concretas sobre sanidad que Inés Arrimadas ofreció en uno de mis programas de radio de referencia. También he podido analizar el modelo propuesto por los miembros de Podemos y saber qué pretenden hacer con este sistema fiscal de pandereta que han construido los gobiernos pasados. O he podido valorar las ideas heterodoxas de Alberto Garzón, también en medios de comunicación al margen de los debates – ha sido una vergüenza la impunidad con que se ha infringido la legislación electoral con respecto a IU –, y saber qué defiende, con qué modelo se presenta y cuáles son las cifras que lleva en su programa. Al margen de otras esperanzas que pueda tener a partir del día veinte, me aferro al rayo de luz que han aportado estos nuevos partidos, y se lo agradezco infinitamente, para que la política en este país que tanto me gusta y al que tanto hay que criticar alcance de una vez por todas el siglo veintiuno, después de quince años de retraso. 

Alberto Martínez Urueña 16-12-2015

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