martes, 22 de diciembre de 2015

Elecciones 2015, o la heterogeneidad real de mi España


            Os podréis hacer una idea de que alguien como yo, acostumbrado a no dejar la letra escrita casi ni en la ducha, no iba a dejar pasar la oportunidad de pegarle un repaso a las elecciones del domingo. Antes de nada, decir que me alegro de que la ciudadanía haya acudido a votar de una forma más o menos mayoritaria. En los tiempos que corren, que un 73,20% de las personas censadas hayan acudido a las urnas es de agradecer. Tres cuartas partes del censo decidió que debía dar su opinión en unas elecciones, y eso siempre es bueno.

            Respecto a los resultados, poco más puedo decir yo que no hayan dicho todos los medios de comunicación desde la noche electoral. Las lecturas coinciden en el complicado panorama que nos deja la representación parlamentaria, aunque las conclusiones que se sacan del mismo no son concordantes en todo caso. Hay quien lo considera un problema relevante que desestabiliza la acción de cualquier gobierno que pueda formar una mayoría de la cámara. Y eso es cierto. Sin embargo, creo que el hecho de que el Congreso – lo del Senado es caso aparte, ya lo analizaremos con calma – refleje una gran pluralidad es un reflejo de la pluralidad de opiniones que reina en nuestro país, y eso yo lo considero un valor, y no soy el único. De todas formas, el modelo parlamentario que tenemos, frente a los modelos presidencialistas tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

            En todo caso, una de las principales reclamaciones de los ciudadanos en los últimos tiempos era la necesidad de poner de acuerdo a todos los actores sociales en cada una de las decisiones relevantes que nos afectan. Este parlamento fragmentado es fiel reflejo de esa necesidad, ya que más allá del hecho de que puedan existir varias ideas de lo que debería ser España, la idea principal que creo que ha quedado patente es precisamente la de la heterogeneidad de esa ciudadanía que componemos.

            Al margen de que no comparta la mayor parte de las ideas de la derecha conservadora y democristiana de nuestro país, o de las ideas neoliberales de la otra derecha, nueva y resultona, sé que éstas son ideas que tienen un mayor o menor calado en grandes grupos de esa ciudadanía a la que pertenezco. Del mismo modo, si bien es cierto que puedo estar de acuerdo con un mayor número de propuestas de los partidos de orientación progresista o de izquierdas, tampoco acepto todos sus postulados. La cuestión es que esto supone un reto de coexistir en un intento de alcanzar acuerdos comunes que puedan ser compartidos por todos, y creo que estos han de ser negociados por los representantes de que nos hemos dotado. Creo que ésa debería ser su principal obligación una vez que ha quedado clara la mencionada heterogeneidad de nuestro territorio.

            No tengo claro que estos acuerdos se vayan a suceder. Quizá acuerdos puntuales de uno o dos partidos de orientación similar, pero no grandes acuerdos sobre los temas relevantes. De hecho, las primeras reacciones de los partidos políticos después de las elecciones han sido, en primer lugar, la asunción de la victoria o al menos de los buenos resultados electorales. Aquí al final parece que ganan todos. Quizá sea cierto. Y en segundo lugar, un peligroso juego de tahúres en los que todos esconden sus cartas principales y se enrocan en las posturas que consideran irrenunciables, trazando líneas rojas que únicamente sirven para dividir a una sociedad española ya de por sí tendente a partirte la cara a la mínima ocasión.

            Yo mismo me puse como condición para votar a cualquier partido que éste no estuviera pergeñado de escándalos de corrupción como ocurre con el PP. Admito que un partido pueda tener en su seno casos puntuales en los que alguno de sus militantes haya salido rana, pero en este caso ya no es un caso puntual. Con el PSOE, y también con el PP, tengo el problema de que son incapaces de mantener su palabra electoral cuando tienen que desarrollar su tarea de Gobierno, y esgrimiendo los razonamientos más peregrinos, o los más ciertos, se salen del guión fijado en las elecciones. Y traicionan a sus votantes. Lo hizo ZP en Mayo de 2010 –hay quien dice que ya hacía tiempo que el PSOE había traicionado sus ideas– y lo ha hecho Mariano el indecente en la legislatura que ha finalizado.

            Sin embargo, a estos partidos les ha votado más de un 50% de ciudadanos de mi país, ciudadanos con los que, a pesar de no compartir ideas – con unos menos que con otros, esto es así – aspiro a poder llegar a unos entendimientos básicos que nos permitan convivir a todos juntos en un mismo territorio. Incluso, aspiro a que aquellos quieran independizarse de España sean cada vez menos, atraídos por un proyecto de nación que quiera ser inclusivo, y no éste que parece condenado al enfrentamiento en que vivimos instalados desde hace siglos. Un proyecto en donde, más allá de los inevitables turnos de gobiernos y mayorías parlamentarias que se fueran sucediendo, se pudieran sentar unos cimientos reales que pudieran acercar a todo el mundo. Este parlamento que ha nacido de las urnas es un fiel reflejo de la heterogeneidad de mi país. Me gustaría que los líderes elegidos por la ciudadanía fueran capaces de darse cuenta y actuar en consecuencia.

 

Alberto Martínez Urueña 22-12-2015

No hay comentarios: