lunes, 28 de septiembre de 2015

Sentires y banderas


            Pues no sé si os habéis enterado. Ha salido en las noticias, incluso. Lo digo porque algunas veces estas reseñas pasan desapercibidas, no te enteras si no tienes puesta la alarma. Será por eso por lo que yo he oído algo, porque a la hora de la verdad, no me gusta el humo. Pero es cierto, ha sucedido. Ha habido elecciones en Cataluña, las terceras en cinco años, para elegir a los procuradores del Parlamento catalán. Nada de Parlament, señor Arturo, y por tercera vez le ha salido el tiro por la culata. A ver si de ésta, el resto de políticos que le doran la píldora le mandan a tomar baños de barro, y comienzan a hablar de lo que importa.

            En Cataluña hay un gran sentimiento de identidad particular, y eso está perfectamente claro, no hace falta que sigan insistiendo. Pero da la casualidad, por lo que dicen las urnas hoy en día –si admitimos barco, y que esto era para elegir una cosa que no era lo que realmente se elegía– que la mayoría de catalanes no considera esto incompatible con ser parte de algo más grande e inclusivo como es la noción de España. El problema parte, y esto no lo digo solamente yo, de la necesidad de que tienen algunos de clasificar y subrogar unos sentimientos a otros, o incluso de que sean unos contrarios a los siguientes. Para un orgulloso nacionalista español como nuestro presidente y otros muchos que le siguen, ante todo y por encima de todo ha de estar el sentimiento español, y después, a muchas leguas de distancia, lo del catalanismo, que no deja de ser, según ellos, el intento pobre de sobresalir por encima del resto sin méritos aparentes. No es admisible que puedan estar al mismo nivel.

            “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?”, “¡Estás conmigo o contra mí!”, “Barsa o Madrid”. Ésta es la visión paradigmática, extremista y sectaria, sin matices, que ve esta gente. Los políticos, digo, y aquéllos a los que les gusta hacer mucho ruido con este tema. Es decir, a su séquito. Yo, personalmente, veo a dos figurantes con ínfulas de señor feudal, rodeados por sus consejeros-sanguijuelas, queriendo quedarse con su cortijo, y mandando a sus huestes de borregos adocenados a luchar una guerra que ellos mismos serían incapaces de evitar, encerrados en sus caprichos excluyentes del resto. Esto es una lucha más por territorios, de las de la Edad Media, con la caballería y la infantería pegando mandobles, y con los pobres analfabetos armados con orcas y azadas gritando por la gloria de dios y de su señor. Una estupidez más.

            Yo no tengo problemas con el sentimiento de saber que soy español. El problema es que si digo esto, se me presupone unas ideas que nada tienen que ver con lo que siento. Yo no creo en el sistema de partidos que hay establecido, ni en la farsa burlesca que es ese Estado de Derecho que han montado con el contubernio de todos los corruptos que campan por estas tierras. No creo en ese rey Borbón que nos ha tocado porque no ha hecho nada por nosotros, y sus antepasados nos dieron bien por el ojete, sobre todo el Fernando VII, que se encargó de amaestrar a los liberales del siglo diecinueve. No creo que haya que defender la fe única que se supone que hay que defender si eres español, y no creo en el poder centralizado desde Madrid. Así que, cuando veo una bandera que defiende estas ideas, me cuesta mucho soltar una lágrima de orgullo patrio. Porque hay mucho bocazas que la ha llenado de conceptos sectarios que nada tienen que ver con haber nacido en España. También me siento, al mismo nivel, castellano, y creo que Valladolid es una ciudad estupenda.

            Por eso, cuando veo a un catalán defendiendo su sentir, y al otro lado a gente que les quiere imponer el suyo, por encima, por el artículo primero, me acuerdo de que yo no voy obligado ni al cielo. Ya, cuando un señor como Morenés habla de las Fuerzas Armadas, y el otro del corralito, y el de más allá echa de menos a Franco, entiendo que a esta gente lo de España les quede bastante lejos. A mí también me pasa. Como cuando me hablan del Borbón, majete, eso sí, pero que no creo que nos haya venido bien a nuestra historia. Ni a nuestros bolsillos –¡bendita mordaza, que me impide pecar!–.

            Claro que el señor Mas y su dialéctica también me deja frío... Eso de la nación catalana, por mucho que se empeñen, sólo queda bien en poesía. Si hablamos de Historia, el problema fue que al verdadero rey, el aragonés, se le subieron a las barbas los mercaderes de un condado del Mediterráneo. Querer emanciparse de España, como ya he dicho, es una cuestión que más bien nos habla de las ganas de un pequeño burgués queriendo quedarse con un terruño en donde hacer y deshacer a su antojo. Y si los que viven en el terruño le quieren hacer el juego, ese problema que tienen.

            Y ya, desde un punto de vista más pragmático, todavía hay quien no se ha enterado de que las fronteras no existen, que sólo son un invento más de unos señores nostálgicos de otros tiempos. O quizá una manera de dividir y gestionar, pero cuando hablamos de lo importante, del comer y de la tranquilidad familiar, el capital hace tiempo que desmontó esa entelequia. No os extrañe esto que digo: puede haber Cataluña independiente o no, Marianos gloriosos o Mases cabezones, pero el señor Ortega, la señora Botín o las Koplowitz, verbigracia, – junto con todos sus adláteres, los políticos corruptos– van a seguir emigrando sus capitales sin perder un minuto de sueño, ni trabas que les pongan, allí donde menos tributen, o al Paraíso Fiscal que se les ponga. Estos sí que tienen meridianamente clara su bandera. 

Alberto Martínez Urueña 28-09-2015

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