viernes, 23 de enero de 2015

Para empezar bien el año


            Diréis dónde he estado todo este tiempo sin mandar ningún texto de los míos, pero razones poderosas me han tenido ocupado. En primer lugar, que cuando cojo vacaciones laborales también me las tomo de estos temas, para poder desconectar. En segundo lugar, que se me agota la paciencia con determinadas cuestiones, y me resulta muy complicado tratarlas en esta columna sin que se me vayan de las manos y esto se convierta en un gigantesco esputo de veneno literario. Y claro, ese veneno tengo que soltarlo cuanto antes, así que aviso para navegantes, porque esto es un auténtico tsunami de mierda, nada de riqueza literaria en las esquinas: de eso no queda, salvo por accidente, cuando nos adentramos por los suburbios mentales de este menda. El que no quiera verse salpicado, que cierre el correo y siga con sus cosas.

            En esta vida todo está entremezclado, a pesar de que la razón científica desenhebre la madeja de las circunstancias para poder hacer una lectura más o menos sintética de la realidad que nos circunda. El problema es que la realidad es una gran amalgama de circunstancias que se interrelacionan unas con otras, las causas se convierten a su vez en efectos, y estos en causas y muchas veces hace falta una visión de conjunto para que no se nos escapen los detalles. Mezclo churras con merinas, y al final me queda una mezcolanza deslavazada con la que cualquier mentecato puede acusarme cuanto menos de caótico, y siempre de radical demagogo o antisistema. Cojo el atentado de Francia, el precio del petróleo, el Estado Islámico, la venta legal de armas en África, el derrocamiento de líderes a lo largo del globo terráqueo y me quedo tan ancho. Luego, como en aquella película, “Una mente maravillosa”, me dedico a interconectarlo todo con hilillos de color rojo sangre, creando un tupido tapiz en mi mente en el que la sociedad occidental y civilizada en que vivimos tiene de todo menos humanidad, civismo y empatía, y me entran ganas de ciscarme en la madre que parió al que tuvo la idea.

            Todo esto viene a colación por la cada vez más alarmante e increíble insensibilización que los medios de información han conseguido crear en la conciencia colectiva, así como la escasa capacidad para interrelacionar unos hechos con otros para ver las consecuencias últimas de las políticas llevadas a cabo por los gobiernos occidentales y sus implicaciones en la situación geoestratégica global. O algo así.

            Me preocupa sobremanera ver la capacidad que tenemos para vivir de espaldas al tinglado que nos rodea. Esa facilidad para cambiar de canal mental si el que tenemos sintonizado nos ofrece la miseria que hay cada vez más cerca del portal de nuestras casas. Ni qué decir, la capacidad que tenemos para darnos importancia en nuestros tronos de cristal sustentados por el sufrimiento que campa a sus anchas por todo el globo terráqueo.

            Al final, es todo como lo de los mercados y la crisis, y otros ejemplos más en los que la responsabilidad está tan sumamente diluida que la cuota que toca a cada uno es irrisoria, y con eso nos quedamos tan contentos. Se habla, como digo, de los mercados, de la situación geopolítica, del estatus quo imperante… Todo palabrejas raras inventadas por políticos y otros artistas del arte del engaño que nos brindan la oportunidad de mirar a la realidad a base de eufemismos, y así no sobrecogernos hasta la médula con lo que hay ahí fuera.

            La gente muere, es cierto. Pero no es lo mismo morir en una cama de hospital rodeado de los tuyos que en un campo de refugiados comido por las moscas. Ni es lo mismo recibir cristiana sepultura en un cementerio elegante previo embalsamamiento que ver cómo te van cayendo paladas de tierra encima, arrojadas por algún enloquecido de Boko Haran. Cuando veo la absoluta indiferencia de la comunidad internacional al respecto de estos temas os puedo asegurar que se me sale el diablillo que tenemos dentro y me dice cosas al oído que no puedo transcribir con palabras educadas.

            Así que he estado unos días en barbecho, en lo que las Navidades pasaban con su alegría y su jolgorio callejero mientras el diablo seguía haciendo de las suyas por los arrabales de Occidente. Viendo cómo Mariano canta saetas porque las cifras le cuadran mientras sigue siendo legal que los bancos puedan echar a la gente de sus casas o que se permita que un niño no coma tres veces al día. Cómo el odio sigue expandiéndose por todo un Sahel muerto de hambre al que nadie quiere ayudar más que a sacar sus riquezas del subsuelo (y luego robárselas). Cómo la tragedia sigue estando donde siempre, y a la vez más cerca, y cómo crecen las escusas para hacer como que no las vemos.

            Ale, ya avisé al comienzo de que me iba a quedar a gusto en este texto, para empezar el año con fuerzas. Ya habrá tiempo de análisis pormenorizados, de explicarme cuando digo que la economía es la nueva herramienta de los señores feudales para someter al pueblo y de cagarme en los muertos más frescos de nuestros representantes públicos, y también mentar a la madre que parió a todos esos ibéricos porcinos que ya le están buscando la escusa al tema para volver a votar una vez más a los hijos de puta que nos han traído a la mierda de lugar en donde estamos.


Alberto Martínez Urueña 23-01-2015

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