lunes, 10 de marzo de 2014

Someteos, dicen


            Pues al final tuvo que entrar en la cárcel, pese a ser presidente de un equipo de fútbol, abogado y empresario; es decir, de lo más expuesto a caer en lo bajuno de nuestra sociedad acrisolada. Entró, pese a las firmas que se recogieron tanto en Sevilla como en la Liga de Fútbol Profesional pidiendo su indulto –una de esas figuras legales bochornosas que siguen existiendo en nuestro derecho dieciochesco y absurdo– demostrándose de nuevo dos puntos básicos. En primer lugar, que los estamentos del fútbol español apestan a mafiosos de medio pelo que no tienen ningún reparo en demostrar públicamente sus vergüenzas. En segundo lugar, que una parte, no sé si mayor o menor, del público español no tiene el más mínimo criterio a la hora de entregar sus afectos y elecciones, y sus lealtades.

            Seguramente, este es el principal de los problemas de nuestra hispana idiosincrasia: la falta de seso ciudadano siempre dispuesto a dejarse cegar por los colores de su pasión y llorar a moco tendido cuando dirigentes indignos de tales sentimientos son procesados por chorizos. Llorando amargamente sin entender que el sujeto que se llevan esposado no representa nada de lo que ellos sienten, sino que lo ha usado, y también a ellos, como a un pañal. Cuando veo a esos ancianos aplaudiendo a Del Nido al anunciar su dimisión, lo único que veo son peleles del sentimiento y de la parafernalia informativa, o cómplices de un señor con muy malas maneras.

            Es uno de los problemas ibéricos, ya digo: confundir los ideales con las personas que dicen representarlas, y la defensa de éstas más allá de toda prueba y razón. Es como lo de la compasión y la misericordia del catolicismo, perfectamente representado en el cura de barrio que se parte el pecho por defender y ayudar a los necesitados y lo lejos que queda la baba bendita que desbordan determinados palacios arzobispales. Dentro de la secta –segunda acepción de la RAE– hay una iglesia de base que, aunque no lo piden, está necesitada de reconocimiento verdadero por parte de sus dirigentes. Sin esa iglesia de base, la iglesia que dicen defender los de arriba haría tiempo que habría perdido su sentido: son esas monjas que reciben ropa usada y la distribuyen entre los necesitados, o esos frailes y colaboradores que gastan las noches repartiendo comida y manta las noches de invierno.

            Me viene al cuento, a efecto ejemplarizante tanto para políticos como para beatillos de catedral, cierta comparación que me vino a esa mente incómoda que contengo. La semana pasada se hizo público un estudio de la Unión Europea, promovido en el año 2010 por el Gobierno socialista, acerca del maltrato a la mujer a nivel europeo. Evidentemente, que lo promoviera el de la ceja, teniendo en cuenta lo expuesto al principio del texto, supondrá que haya gente para la que este estudio ya no tenga validez, pero dejaré de lado tamaña demostración de cerril entendimiento. Se ponía de manifiesto el olvido de tal problemática en esa Europa avanzada de la que tanto presumen nuestros vecinos del Norte, ya que teniendo cifras superiores a las de España, las medidas adoptadas para intentar solventarla eran mucho más reducidas, cuando no inexistentes. Por ejemplo, en Alemania, su código penal ni tan siquiera contempla la casuística, mientras nuestro país, en los últimos diez años, se ha puesto a la cabeza de la defensa de la mujer y en la condena de su maltrato

            Pero al mismo tiempo, la derecha vetusta y carca de nuestro país –no toda la derecha, sólo esa–, apolillada en grado sumo y facha de cojones, aplaude que un señor que viste con falda negra y lleva un tocado morado publique un libro con el título “Cásate y sé sumisa”, y además le dan foro para que se exprese con la misma libertad que le roba a la mujer al darle semejante “consejo”. Me imagino qué habría pasado si el título hubiera dicho “Negro, trabaja y no protestes”, o alguna otra barbaridad que se cargue el artículo 14 de la Constitución sobre la no discriminación en determinadas materias. Reitero mi respeto absoluto, e incluso mi defensa, de determinados aspectos de la iglesia de base, pero lo de esos ancianos anacrónicos es la hostia.

            Así, con líderes sociales irresponsables que son capaces de soltar cualquier fresca en plaza pública, y con ciudadanos que se traicionan a sí mismos aplaudiéndoles las ocurrencias con las que se ríen de ellos, nuestro país lleva la deriva que lleva, subsistiendo “a pesar de”, en lugar de “gracias a” esas personas que dicen preocuparse por nosotros. La realidad me lleva a pensar que el problema de España no es que hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, sino que vivimos por debajo de nuestras responsabilidades ciudadanas y nos dejamos engañar por cualquier facineroso con una cierta patina de respetabilidad. Después de toda una retahíla de escándalos sucesivos y de bocazas con rosario, está por ver si en las próximas elecciones a las que nos lleve la riada democrática el pueblo coge el toro por los cuernos y adopta un sentido medianamente crítico, observando aquello tan cristiano de “por sus hechos les conoceréis”, o se vuelve a dejar empitonar por unos miuras que llevan sometiendo el honor patrio desde hace demasiado tiempo.

 

Alberto Martínez Urueña 10-03-2014

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