Acabo de leer
una noticia en los medios digitales y he sentido la imperiosa necesidad de
sentarme delante del teclado. Esta vez va a ir de deporte, del deporte en
España y de cómo se ve que funciona la rueda que lo arrolla todo. La historia
mencionada habla de la poca repercusión mediática que han tenido los últimos
éxitos deportivos de nuestras selecciones nacionales femeninas, y a ese
respecto estoy totalmente de acuerdo con el hecho y con la frustración que
puede suponer para ellas.
Sé cuál es el
argumento a favor de que las cosas sigan como hasta ahora, y que tales eventos
queden marginados a la mínima expresión de una pequeña columna en un diario, o
una de las últimas páginas si se trata de prensa especializada: los medios de
comunicación sólo retransmiten aquello que demanda el público y que hace
rentable la emisión. No deja de ser un argumento en pro de la profesionalización
absoluta del deporte hasta sus máximas consecuencias, y los defensores de las
leyes económicas de la oferta y la demanda así lo propugnan. Visto de otra
manera, no deja de ser el mismo argumento para que año tras año tengamos estiércol
en horario de máxima audiencia con rostros perfectamente conocidos y
responsables del adocenamiento nacional.
Sin embargo,
y siguiendo por esos derroteros, no deja de ser igualmente cierto que se usan técnicas
de marketing para ampliar mercados, y precisamente por eso, hoy en día, tengo
amigos que se gastan más pasta que una titi en cremas y lociones para la jeta.
Este hilo argumental lo podemos enmadejar con la repercusión mediática que
tiene, en otras zonas del globo, deportes diferentes e igualmente femeninos. Es
decir, no hablo más que de aplicar presión para que, además de consumir el
deporte que hoy en día se consume, se aumente la oferta hacia otros campos.
Y esto nos
puede llevar a quien considere deportes menores a todos aquellos que no sean
fútbol y, residualmente, baloncesto, y en base a tales argumentos, predique la
doctrina del pensamiento único deportivo en los grandes medios. Es un
razonamiento respetable, y no seré yo quien lo critique, pero con tal silogismo
basado en los méritos de lo retransmitido, hemos llegado a una televisión en la
que, al parecer, los únicos responsables de los beneficios, y por tanto
merecedores de sus frutos, son dos equipos de un único deporte en todo el territorio
español.
Recuerdo aquellas
épocas de jornadas de fútbol a las cinco de la tarde, y quizá un partido
importante fuera de horario; aquellos carruseles deportivos en los que los
locutores se quedaban afónicos durante dos o tres horas de retransmisión, dando
gritos cada vez que el pitido que anunciaba algún tanto en algún estadio hacia
que te mordieras las uñas por si acaso estaba involucrado tu equipo. Hoy sólo
vivimos eso en las últimas jornadas si acaso hay intereses demasiado
confrontados.
Por otro
lado, víctimas de toda la vorágine de las técnicas de manipulación que utilizan
las organizaciones del ocio, vemos todo el términos de blanco y negro, duales,
de enfrentamientos agresivos y cada vez más masificados en los que ser del
equipo de tu ciudad no se considera casi ni socialmente lícito. Al igual que caemos
presos en los engaños de la publicidad para comprar el móvil último modelo, el
coche más rápido y la televisión más grande, nos dejamos retrotraer de nuestros
posibles gustos a los ÚNICOS gustos permitidos por la sociedad de la imagen, del
éxito y de la competitividad.
Todo esto,
para mí, rompe con cualquier otro razonamiento que no me deje disfrutar de lo
minoritario, ya sea deporte femenino o cine asiático. Tenemos una televisión digital
con más canales de los que ha habido nunca en nuestro país, pero da la
sensación de que cada vez hay menos posibilidades –salvo que pagues el dineral
que cuesta la televisión por cable–; exactamente pasa igual con el resto de los
aspectos de la vida, en una cultura que rehúye lo diferente y pretende
uniformizar los gustos, los deseos y las necesidades, y por tanto a las
personas. Ofrecen razonamientos plausibles y perfectamente construidos para justificar
sus decisiones y actuaciones apelando a la divina razón, aunque éstas puedan
ser humanamente equivocadas; si no estáis de acuerdo conmigo, mirad la
situación económica y social y quizá entendáis de lo que hablo: una situación
en la que la lógica económica nos obliga a mirar hacia otro lado si vemos
sufrimiento, a veces a justificarlo e, incluso en otras ocasiones, a jalearlo
como algo positivo.
Una sociedad
que da cabida a toda la tipología humana posible, en donde se admitan y
respeten cada una de sus diferencias es, evidentemente, más complicada, pero
sin lugar a dudas, mucho más enriquecedora y, sin lugar a dudas, más humana.
Esas ideas de uniformidad que propugnan quienes no son capaces de autoafirmarse
más que por el beneplácito de la masa sólo son falacias mentales producidas por
el miedo.
Así que por
favor: un poquito más de baloncesto femenino en la tele.
Alberto Martínez Urueña
21-09-2013
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