miércoles, 10 de abril de 2013

La auténtica noticia (y el verdadero espejo)


            Hay veces en que me quiero desquitar un poquito y soltar a los perros en esta crisis que tenemos, es cierto. Además, tengo la insana costumbre de creer que la ideología (ojo, ideología, no los partidos que la representan en este país, en particular uno que ha tenido responsabilidad de Gobierno hace no mucho) en esta sociedad en la que vivimos cuenta, y mucho, y que no es lo mismo ser de derechas que ser de izquierdas. Digo esto, porque hoy me encantaría revolcarme en el lodo como un gorrino castellano y soltar improperios a costa de la decisión de nuestro querido alcalde vallisoletano de inyectar ciento cincuenta mil euros del ala a nuestro querido equipo de baloncesto al tiempo que dejaba de pagar diez mil euros a una asociación vecinal dedicada a ayudar a gente que no tiene ni para comer tres veces al día. Cuando haya quien me diga que ahora la ciudad está mejor, más bonita y cuidada, gracias a la gestión de nuestro león particular, le recordaré esta noticia y añadiré que, del mismo modo que en las personas, la estética puede que sea lo primero que llega a la vista, pero las acciones más o menos humanas son las importantes, y las que llegan al corazón.
            Una vez que ya he dejado mi tarascada particular, la cual me guardo en el tintero para cuando lleguen elecciones y haya quien opine que votar al tocaconchas de siempre es lo más inteligente, regreso con las orejas gachas a mi covacha mental de estar hasta la flauta de Amelín de hablar de tragedias económicas y lindezas de la actualidad. Hoy quiero reivindicar una cuestión fundamental que me parece que son las noticias que tendrían que estar saliendo en la televisión, y no esas que nos envenenan en las que salen los puercos gubernamentales chupando cámara en un intento de convencernos de que lo que están haciendo es por nuestro bien y no por su particular servilismo con los verdaderamente poderosos del mundo que no quieren pagar un mísero céntimo de impuestos (auténtico sentido de las SICAV).
            La noticia importante, la que teníamos que tener todos en mente, y que no quieren que tenga relevancia por si acaso se nos ocurre tomar ejemplo y se generaliza, es la que hace referencia a la ingente cantidad de personas anónimas que se han levantado del sofá donde tenían el culo marcado y han empezado a plantearse el colaborar en esta sociedad que parece cada día más asquerosa. Por un lado tenemos a nuestros “representantes” empeñados en vendernos una mentira emperifollada con galas verbales (ya sabéis, lo de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, lo del esfuerzo de currar más y cobrar menos, las que suelta de vez en cuando el señor Rosell, amiguete de juergas dialécticas de la Merkel, y otra sarta de incongruencias), cuando lo que piensan está más acercado a aquella gran frase de Margaret, de que un joven de veintiséis años que todavía va en autobús es un fracasado.
            Sin embargo, por otro lado, tenemos una masa cada vez más crítica de personas que han comprendido que el mar está compuesto de pequeñas gotas de agua, todas ellas igual de importantes para componer un todo relevante. Así, la contribución de todas esas pequeñas personas cada vez más numerosas está consiguiendo hitos importantes que, aunque pocas veces salgan en los medios de comunicación y solo después de tocar mucho los machos, están ayudando a muchas personas a soportar y en algunos casos aplacar con hechos concretos el sufrimiento que los desalmados les sirven cada día.
            Sé que hay quien piensa que el fruto de su trabajo es sólo suyo, que está en su derecho de ganar cuanto más dinero mejor y que la propiedad privada es inviolable en cualquier situación y bajo cualquier supuesto, en pro de una seguridad jurídica que da tranquilidad a cada uno de nosotros.      Sin embargo, hay personas ahí fuera que su dinero lo está aportando a los bancos de alimentos y a las ONG’s, tanto de manera pecuniaria como en alimentos y productos necesarios. Incluso hay quien considera que su tiempo tiene valor, pero no precio, y colaboran de manera desinteresada en esas organizaciones, desde gente joven y de una riqueza de corazón espléndida (me viene a la cabeza Calor y café de la red Íncola) hasta jubilados que, en lugar de estar gastando su bien merecido tiempo de descanso, lo utilizan en el Banco de Alimentos. Y todo de manera anónima, desinteresada, sin más que una sonrisa y desde luego, sin ninguna búsqueda de fama.
            Cuando escucho la frase de que la sociedad es una mierda, tengo la tentación de secundarla dando saltos como un orangután descerebrado; sin embargo, después pienso en todas esas personas que consiguen dar un bocadillo a un sin-techo en mitad de una noche de invierno castellana, que visitan a ancianos y a moribundos en sus casas para que se sientan queridos, o simplemente en los que gastan su tiempo delante de una mesa ordenando papeleo necesario sin cobrar ni un céntimo como el que el egoísta no quiere dar vía impuestos. Pienso en ellos y entonces creo que hay algo verdadero y que es mucho más grande que las cifras macroeconómicas. Ésas son las auténticas noticias que tendríamos que estar escuchando todos los días, olvidándonos de los pocos hijos de puta que controlan la economía y la deshumanizan, y quizá así la perspectiva cambiara; quizá, viendo una y otra vez el maravilloso ejemplo que nos dan estas personas, y no tanta miseria humana, viéramos que no es tanta la mierda como parece y que depende directamente de cada uno de nosotros que así sea.

Alberto Martínez Urueña 10-04-2013

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