Hay veces en
que me quiero desquitar un poquito y soltar a los perros en esta crisis que
tenemos, es cierto. Además, tengo la insana costumbre de creer que la ideología
(ojo, ideología, no los partidos que la representan en este país, en particular
uno que ha tenido responsabilidad de Gobierno hace no mucho) en esta sociedad
en la que vivimos cuenta, y mucho, y que no es lo mismo ser de derechas que ser
de izquierdas. Digo esto, porque hoy me encantaría revolcarme en el lodo como
un gorrino castellano y soltar improperios a costa de la decisión de nuestro
querido alcalde vallisoletano de inyectar ciento cincuenta mil euros del ala a
nuestro querido equipo de baloncesto al tiempo que dejaba de pagar diez mil
euros a una asociación vecinal dedicada a ayudar a gente que no tiene ni para
comer tres veces al día. Cuando haya quien me diga que ahora la ciudad está mejor,
más bonita y cuidada, gracias a la gestión de nuestro león particular, le
recordaré esta noticia y añadiré que, del mismo modo que en las personas, la
estética puede que sea lo primero que llega a la vista, pero las acciones más o
menos humanas son las importantes, y las que llegan al corazón.
Una vez que
ya he dejado mi tarascada particular, la cual me guardo en el tintero para
cuando lleguen elecciones y haya quien opine que votar al tocaconchas de
siempre es lo más inteligente, regreso con las orejas gachas a mi covacha mental
de estar hasta la flauta de Amelín de hablar de tragedias económicas y lindezas
de la actualidad. Hoy quiero reivindicar una cuestión fundamental que me parece
que son las noticias que tendrían que estar saliendo en la televisión, y no esas
que nos envenenan en las que salen los puercos gubernamentales chupando cámara
en un intento de convencernos de que lo que están haciendo es por nuestro bien
y no por su particular servilismo con los verdaderamente poderosos del mundo
que no quieren pagar un mísero céntimo de impuestos (auténtico sentido de las
SICAV).
La noticia
importante, la que teníamos que tener todos en mente, y que no quieren que
tenga relevancia por si acaso se nos ocurre tomar ejemplo y se generaliza, es
la que hace referencia a la ingente cantidad de personas anónimas que se han
levantado del sofá donde tenían el culo marcado y han empezado a plantearse el
colaborar en esta sociedad que parece cada día más asquerosa. Por un lado
tenemos a nuestros “representantes” empeñados
en vendernos una mentira emperifollada con galas verbales (ya sabéis, lo de que
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, lo del esfuerzo de currar
más y cobrar menos, las que suelta de vez en cuando el señor Rosell, amiguete
de juergas dialécticas de la Merkel, y otra sarta de incongruencias), cuando lo
que piensan está más acercado a aquella gran frase de Margaret, de que un joven
de veintiséis años que todavía va en autobús es un fracasado.
Sin embargo,
por otro lado, tenemos una masa cada vez más crítica de personas que han
comprendido que el mar está compuesto de pequeñas gotas de agua, todas ellas
igual de importantes para componer un todo relevante. Así, la contribución de todas
esas pequeñas personas cada vez más numerosas está consiguiendo hitos
importantes que, aunque pocas veces salgan en los medios de comunicación y solo
después de tocar mucho los machos, están ayudando a muchas personas a soportar y
en algunos casos aplacar con hechos concretos el sufrimiento que los desalmados
les sirven cada día.
Sé que hay
quien piensa que el fruto de su trabajo es sólo suyo, que está en su derecho de
ganar cuanto más dinero mejor y que la propiedad privada es inviolable en
cualquier situación y bajo cualquier supuesto, en pro de una seguridad jurídica
que da tranquilidad a cada uno de nosotros. Sin
embargo, hay personas ahí fuera que su dinero lo está aportando a los bancos de
alimentos y a las ONG’s, tanto de manera pecuniaria como en alimentos y
productos necesarios. Incluso hay quien considera que su tiempo tiene valor,
pero no precio, y colaboran de manera desinteresada en esas organizaciones,
desde gente joven y de una riqueza de corazón espléndida (me viene a la cabeza
Calor y café de la red Íncola) hasta jubilados que, en lugar de estar gastando
su bien merecido tiempo de descanso, lo utilizan en el Banco de Alimentos. Y
todo de manera anónima, desinteresada, sin más que una sonrisa y desde luego,
sin ninguna búsqueda de fama.
Cuando
escucho la frase de que la sociedad es una mierda, tengo la tentación de
secundarla dando saltos como un orangután descerebrado; sin embargo, después
pienso en todas esas personas que consiguen dar un bocadillo a un sin-techo en
mitad de una noche de invierno castellana, que visitan a ancianos y a
moribundos en sus casas para que se sientan queridos, o simplemente en los que
gastan su tiempo delante de una mesa ordenando papeleo necesario sin cobrar ni
un céntimo como el que el egoísta no quiere dar vía impuestos. Pienso en ellos
y entonces creo que hay algo verdadero y que es mucho más grande que las cifras
macroeconómicas. Ésas son las auténticas noticias que tendríamos que estar
escuchando todos los días, olvidándonos de los pocos hijos de puta que
controlan la economía y la deshumanizan, y quizá así la perspectiva cambiara; quizá,
viendo una y otra vez el maravilloso ejemplo que nos dan estas personas, y no
tanta miseria humana, viéramos que no es tanta la mierda como parece y que
depende directamente de cada uno de nosotros que así sea.
Alberto Martínez Urueña
10-04-2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario