Es más fácil
meterse con quien está en el Gobierno, eso está más claro que el agua. Sobre
todo cuando queda tan patente que es un Gobierno clasista que lleva en su
ideología el diferente rasero con que se ha de medir a unas personas y a otras,
extremo demostrado por reiteración después de menos de dos años de Legislatura
en donde se ha dedicado a sangrar a las clases media y baja para evitarle
disgustos a la alta, que es donde están aquéllos a los que quieren pegarles un
buen lametazo entre pierna y pierna.
No es menos
sencillo, por desgracia, entrarle al grupo mayoritario en la oposición, porque
su inoperancia de no hacer nada en el Congreso, únicamente mirar los periódicos
y sumarse a las iniciativas ciudadanas con más tirón mediático en un intento de
hacer eso que han bautizado con “conectar con la calle” es bochornoso. Esto,
unido a la incompresible decisión de no dar la patada al señor de barbas presente
en el Gobierno que mareó la perdiz durante tres años de crisis, convierte todo
en plasta alimentaria de digestión. Sobre todo porque durante los tres años de
crisis que le pilló en el Ministerio de Interior, tuvimos más ración de esa “nada
de nada”. Nada de nada de la reforma fiscal de la que ahora se llenan la boca,
ni de organismos independientes de fiscalización de la gestión pública, ni de
auténticos esfuerzos para meterle mano a la tómbola inmobiliaria… Yo no voy a
hacer ese juego mugriento de la derecha española de apelar a la herencia
recibida (malditas frases hechas), pero me cuesta mucho creer que, de llegar a
los puestos de responsabilidad a los que tanto les gusta amorrarse, fueran a
hacer algo para lo que harían falta, sobre todo, un par de cojones bien
puestos.
Por eso, y a
pesar de que el fascio español, camuflado en la presunta derecha centrista, se
pasa las horas muertas buscando la manera de desprestigiarles, tienen tanto
mérito todas esas personas que se han comprometido de manera activa con sus
semejantes. Estoy hablando de varias asociaciones que, de una forma u otra,
están luchando por conseguir que esta sociedad sea más humana, enfrentándose
contra los enemigos evidentes que son los políticos de mierda que tenemos en
las cúpulas de sus partidos, esa especie nueva que no tardará en ser catalogada
dentro de la rama de los réptiles cuya forma de subsistencia consiste en joder
al prójimo maximizando una función que incluye su sufrimiento y su pérdida de
dignidad.
Pueden
llamarlo de cualquier manera, porque al final, a cualquier persona con un
mínimo de sensatez, y sobre todo, de empatía, no le pueden colar el gol que
pretenden. Aseverar con el gesto serio y una media sonrisa de prepotencia que
estas organizaciones son proetarras, filonazis y otras lindezas que se están
llevando sólo pueden ser proferidas por personas sin ningún tipo de
inteligencia, memoria histórica o vergüenza torera, al margen de que defienden
la afirmación que he realizado en el tercer párrafo acerca de a quiénes tienen
en sus filas. España, como nación, tiene muchas heridas abiertas, y entre
ellas, una de las más importantes es que no hemos conseguido librarnos de esa
casta sucia y rastrera que gasta su tiempo en intentar imponer su doctrina a
sangre y fuego, mientras nos roban la semanada condenándonos a la subsistencia
y a vivir de su limosna. Mientras que en el resto del mundo los países
guillotinaban a sus reyes y demás sanguijuelas, impuestas por la mano divina,
separando de una vez por todas del poder civil a esa casta sacerdotal con las
manos manchadas de sangre inocente, nuestro país era el reducto de los Borbones
y del clero, y de una nobleza empecinada en que nadie se les subiera a las
barbas, más allá de cualquier otro razonamiento, aunque este fuera la auténtica
gloria y progreso de esta nación.
Así que,
dejando a un lado el repaso histórico que esos bastardos amanerados se merecen
(todos ellos, desde los que llevaban peluca hasta los que iban en faldas), me
alegro de que haya ciudadanos que se atrevan a agruparse y asociarse y les
toquen bien los cojones, con todo merecimiento. Todo ello a pesar de que, con
esa miserable labia que gastan, se atrevan a atrincherarse en el Congreso, en
edificios oficiales o en su casa, y cambien el espíritu, o directamente el
texto, de cuantas leyes hagan falta para seguir teniendo al “Estado de Derecho” de su parte. Y antes
de que nadie diga eso de que “las razones son evidentemente justas, pero las
formas no”, yo afirmo que el problema es que los hijos de puta de la cúpula ya
se lo han montado suficientemente bien para que sea la única solución
auténticamente viable que les dejan a los más débiles y desprotegidos (esos por
los que tenían que estar luchando a brazo partido) puedan hacer oír su voz.
Este texto
quiere ser un homenaje a todas esas personas, la mayoría anónimas, que han
decidido luchar por… No usaré la palabra derechos o algo parecido, todo ello
tan manido que ya carece de contenido claro. Esto es un homenaje por aquellos
que saben que les están robando y están haciendo todo lo posible para que esta
sea una sociedad donde cada persona, y no sólo únicamente ellos, también cada
uno de nosotros, pueda ir con la cabeza merecidamente alta.
19-04-2013 Alberto
Martínez Urueña
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