viernes, 19 de abril de 2013

Dignidad


            Es más fácil meterse con quien está en el Gobierno, eso está más claro que el agua. Sobre todo cuando queda tan patente que es un Gobierno clasista que lleva en su ideología el diferente rasero con que se ha de medir a unas personas y a otras, extremo demostrado por reiteración después de menos de dos años de Legislatura en donde se ha dedicado a sangrar a las clases media y baja para evitarle disgustos a la alta, que es donde están aquéllos a los que quieren pegarles un buen lametazo entre pierna y pierna.
            No es menos sencillo, por desgracia, entrarle al grupo mayoritario en la oposición, porque su inoperancia de no hacer nada en el Congreso, únicamente mirar los periódicos y sumarse a las iniciativas ciudadanas con más tirón mediático en un intento de hacer eso que han bautizado con “conectar con la calle” es bochornoso. Esto, unido a la incompresible decisión de no dar la patada al señor de barbas presente en el Gobierno que mareó la perdiz durante tres años de crisis, convierte todo en plasta alimentaria de digestión. Sobre todo porque durante los tres años de crisis que le pilló en el Ministerio de Interior, tuvimos más ración de esa “nada de nada”. Nada de nada de la reforma fiscal de la que ahora se llenan la boca, ni de organismos independientes de fiscalización de la gestión pública, ni de auténticos esfuerzos para meterle mano a la tómbola inmobiliaria… Yo no voy a hacer ese juego mugriento de la derecha española de apelar a la herencia recibida (malditas frases hechas), pero me cuesta mucho creer que, de llegar a los puestos de responsabilidad a los que tanto les gusta amorrarse, fueran a hacer algo para lo que harían falta, sobre todo, un par de cojones bien puestos.
            Por eso, y a pesar de que el fascio español, camuflado en la presunta derecha centrista, se pasa las horas muertas buscando la manera de desprestigiarles, tienen tanto mérito todas esas personas que se han comprometido de manera activa con sus semejantes. Estoy hablando de varias asociaciones que, de una forma u otra, están luchando por conseguir que esta sociedad sea más humana, enfrentándose contra los enemigos evidentes que son los políticos de mierda que tenemos en las cúpulas de sus partidos, esa especie nueva que no tardará en ser catalogada dentro de la rama de los réptiles cuya forma de subsistencia consiste en joder al prójimo maximizando una función que incluye su sufrimiento y su pérdida de dignidad.
            Pueden llamarlo de cualquier manera, porque al final, a cualquier persona con un mínimo de sensatez, y sobre todo, de empatía, no le pueden colar el gol que pretenden. Aseverar con el gesto serio y una media sonrisa de prepotencia que estas organizaciones son proetarras, filonazis y otras lindezas que se están llevando sólo pueden ser proferidas por personas sin ningún tipo de inteligencia, memoria histórica o vergüenza torera, al margen de que defienden la afirmación que he realizado en el tercer párrafo acerca de a quiénes tienen en sus filas. España, como nación, tiene muchas heridas abiertas, y entre ellas, una de las más importantes es que no hemos conseguido librarnos de esa casta sucia y rastrera que gasta su tiempo en intentar imponer su doctrina a sangre y fuego, mientras nos roban la semanada condenándonos a la subsistencia y a vivir de su limosna. Mientras que en el resto del mundo los países guillotinaban a sus reyes y demás sanguijuelas, impuestas por la mano divina, separando de una vez por todas del poder civil a esa casta sacerdotal con las manos manchadas de sangre inocente, nuestro país era el reducto de los Borbones y del clero, y de una nobleza empecinada en que nadie se les subiera a las barbas, más allá de cualquier otro razonamiento, aunque este fuera la auténtica gloria y progreso de esta nación.
            Así que, dejando a un lado el repaso histórico que esos bastardos amanerados se merecen (todos ellos, desde los que llevaban peluca hasta los que iban en faldas), me alegro de que haya ciudadanos que se atrevan a agruparse y asociarse y les toquen bien los cojones, con todo merecimiento. Todo ello a pesar de que, con esa miserable labia que gastan, se atrevan a atrincherarse en el Congreso, en edificios oficiales o en su casa, y cambien el espíritu, o directamente el texto, de cuantas leyes hagan falta para seguir teniendo al “Estado de Derecho” de su parte. Y antes de que nadie diga eso de que “las razones son evidentemente justas, pero las formas no”, yo afirmo que el problema es que los hijos de puta de la cúpula ya se lo han montado suficientemente bien para que sea la única solución auténticamente viable que les dejan a los más débiles y desprotegidos (esos por los que tenían que estar luchando a brazo partido) puedan hacer oír su voz.
            Este texto quiere ser un homenaje a todas esas personas, la mayoría anónimas, que han decidido luchar por… No usaré la palabra derechos o algo parecido, todo ello tan manido que ya carece de contenido claro. Esto es un homenaje por aquellos que saben que les están robando y están haciendo todo lo posible para que esta sea una sociedad donde cada persona, y no sólo únicamente ellos, también cada uno de nosotros, pueda ir con la cabeza merecidamente alta.

19-04-2013 Alberto Martínez Urueña

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