martes, 19 de febrero de 2013

De película


            Y andaba yo queriendo empezar el año escribiendo sobre las cuestiones importantes de la vida, sobre la evolución personal y las elecciones fundamentales de nuestra existencia… Maldito Bárcenas… “Malditos bastardos”…
            Hasta hace no demasiado tiempo, hasta que Zapatero empezó a sufrir de ceguera económica (no está claro cuando comenzó la enfermedad), coleaban todavía, como áspides de “Cleopatra”, los asuntos aquéllos de los fondos reservados de González, el terrorismo de Estado, las imputaciones de determinados altos cargos… Corrían los primeros noventa y apareció el adalid de la nueva derecha en España bramando como un personaje de “El señor de los Anillos” contra esos sociatas de mierda que se dedicaban a esquilmar el país al modo “Ichi the Killer”, y ofrecía sus servicios a la ciudadanía para hacer de nuestro país, un país como Dios manda. Todo parecía una epopeya como la de aquellos bastardos que se dedicaron a uniformizar España hace siglos, y si ahora no se puede tirar a nadie nacido en nuestra tierra al mar, se quedaron con las ganas.
            Mientras tanto, una alga negra crecía en el seno de aquellos prístinos lagos, bregando y alimentándose entreverado con aquella pureza. Oculta entre ellos, fue aprovechándose y creciendo. Se llamaba Bárcenas. Furtivo entre la luz inmaculada que expelían por los poros aquellos que le rodeaban, consiguió hacer su ilícita fortuna y, desagradecido después de años, señaló con el dedo y con sobres a sus escudos humanos.
            O algo así es lo que pretenden hacernos creer.
            Al mismo tiempo, o un poco más tarde, el señor bajito y con bigote que hablaba como si España fuera suya y que sabía lo que había que hacer en cada situación, ponía de excelentísimo señor Ministro de su Gobierno a un tal Jaime Matas que, inmerso en su desconcierto mental, no recordó que la derecha española no soporta sedicionismos y se transfiguró en Jaume. Más aún, no recordó que la derecha española no se corrompe y, al frente de uno de los reinos de taifas de nuestro país, queridos por los gallegos, vascos y catalanes y mantenidos por los pérfidos acrónimos PPSOE, hizo un elegante ball de bot al estilo “Mensajero del miedo” y para ello le fabricó un traje a medida a su partido insular. Un traje a base de euros de los que seguramente algunos caerían en sus alforjas.
            Esa es, grosso modo, la historia que han contado.
            También existió en tierras de “El Cid” otro excelentísimo señor de irreprochable sonrisa digna de la mejor pasta de dientes. Encaramado en su cordel de popularidad cual folclórica evasora de Hacienda, nos dejó los últimos ramalazos de su luz bucal mientras escuchábamos aquellas grabaciones en las que departía con un señor, o algo que se le parecía, salido de la película de “El enemigo público”, de Cagney. Aquellas hilarantes frases entre amiguísimos, más de la posterior “Un, dos, tres” del mismo actor, no fueron suficientes para “Doce hombres (y mujeres) sin piedad”, pero sí para millones de ciudadanos anonadados ante la contaminación en el hotel donde estaba el jurado.
            Esta fue la película, y así la resumieron.
            No falta, por supuesto, quien no mire de cerca al centro de España. Capital ilógica, nombrada tal en una época en que éstas se colocaban al lado de un río accesible por mar, como pudiera ser Londres o Roma, aquí la metieron enclaustrada en el monasterio formado por el Sistema Central. Y aquí, posteriormente, la metieron en el lodo a costa de tramas Gurtel, o más bien sekspirianas, y adjudicaciones contractuales dignas de “La tómbola”. La niña de la película, cantando lo hacía fetén, pero la letra era una auténtica cloaca de desechos lógicos. No te digo ya cuando al vice de la expresi, ahora presi cual “Julio César” le dio por elevarse a los cielos en un altar de quinientos metros cuadrados en la Costa del Sol que, primero intentaron que no fuera investigado, y después fue obviado como lógico hasta que “El cuarto poder” le metió mano.
            En ellas estamos, a ver qué desenlace grotesco nos deja cual montaña helada (Cold Mountain).
             Como veis, sin necesidad de hablar de economía, nos sale un texto de película; eso sin contar lo que haya oculto, igual que hacían Dustin Hoffman y Robert deNiro en aquella “La cortina de humo”. Porque no olvidéis una cosa importante: si esto es lo que sabemos, ¿qué será lo que nos están ocultando?
            No pretendo hacer un alegato a favor o en contra del Partido Popular. A favor, después de todo lo anterior me parecería igual de grosero que la niña del exorcista orinando delante de los amigos de su madre. En contra, por desgracia, en este país, habría mucho individuo con lo peor de Rain Man y de Darth Vader que me acusaría de ser el Pluto del PSOE. Al final, no es una cuestión de ideologías como en “Rojos”, es que nuestros políticos parecen los protagonistas de “Brother” pretendiendo negociar con Gordon Gekko.
            Ahora, el que quiera que me diga que si los ERE’s de Andalucía. Todo aquel que pretenda defender este guión mediante la contraposición con el otro, demostrará que estamos abocados a teleseries de los del mediodía de fin de semana. Y que es un poco cómplice, por cierto.

Alberto Martínez Urueña 21-01-2013

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