martes, 19 de febrero de 2013

¿Dónde estamos?


             Han pasado ya más de cuatro años desde que Lehman Brothers iniciara la crisis económica más brutal de los últimos ochenta años (desde la del 29). Que la iniciara públicamente: evidentemente estas cosas se van gestando con el tiempo, con bastante tiempo, no en dos o tres meses. A cada país de este mundo le ha afectado de una forma u otra, en todo caso, desastrosas. Todavía recuerdo aquella época del crecimiento económico, del superávit fiscal, del paro por debajo del nueve por ciento…
            En estos últimos años han sucedido tantos hechos tan extraordinarios que no sabes por dónde empezar a hablar si quieres sacarle algún juguillo al tema. He estado escribiendo al respecto desde antes la quiebra de aquella compañía, y al final se seca la tinta metafórica, y también la de la impresora. Creo que todo este tsunami de sucesos, de informaciones, de rebote ciudadano, cabreo social e indignación monumental al final no deja de ser un hilo ininterrumpido de un guión concebido por una mente malévola, un guión de lo que viene a ser una constante perfectamente identificable: un completo desastre a todos los niveles. ¿Que dónde nos encontramos? Buena pregunta.
            Los ciudadanos hemos visto como nos han ido dando una tras otra puñalada entre la columna vertebral y las escápulas, justo en el lado izquierdo, manejados por entes que desconocemos y que ordenan sin escrúpulos a políticos incapaces de defendernos las medidas a adoptar. Salvando ciertas hienas ideológicas, mediáticas, periodísticas, muy interesadas en mantener este status quo, haciendo un poco de limpieza de cara y dejando el cadáver insepulto, creo que la inmensa mayoría de ciudadanos nos hemos dado cuenta de que nos están tomando el pelo a conciencia. No en vano, los políticos han corrido a hacer reformas en todo tipo de sectores mientras que se resisten, espartanos, a hacer las reformas que realmente necesita este país.
            El problema que hay ya no es de ideología. No es tampoco un problema sobre las medidas económicas (que también, pues nos quieren hacer creer que sólo hay una posibilidad en este campo, mientras que cualquiera con un poquito de lucidez sabe que en eso de la economía se puede elegir entre varias opciones). Todo eso está muy bien y son temas importantes. Sin embargo, el problema que hay en este país es que no hay nadie con la posibilidad y capacidad de organizar toda esta ruina que quiera hacerlo, o que haya querido. ¿O acaso os pensáis que llegamos a esta crisis en las mejores condiciones? No, y el que diga lo contrario que salga de la casa porque no nos sirve. En España llevamos un montón de años con políticos que lo único que hacen es ir matando la araña, dejando pasar las cuestiones importantes esperando a ver si no les pilla a ellos en el ajo y bregar poco a poco para tener un señorío dentro de este reino de taifas. En fin, ese discurso que sabemos todos y que deslegitima de raíz cualquier otro que nos quieran vender ahora: al menos, para mí, ya es demasiado tarde para que se quieran justificar. No quiero entrar ya en los temas más manidos, pero muy clarificadores como por ejemplo los desahucios: demuestran todos ellos que la capacidad de nuestros dirigentes para ponerse en nuestro pellejo es igual que la de una hiena del Serengueti.
            En España tenemos una clase empresarial que cada vez que salen sus máximos representantes parece que ha llegado el circo. En muchos e importantes casos, empresarios de palabra fácil, beneficio inmediato y artes de bucanero somalí, incapaces no ya de tener un mínimo sentido social, si no de entender conceptos como el de empresa en funcionamiento, que si bien para los neófitos en economía no significa nada, para los que nos movemos un poco en el tema, sabemos que los negocios se hacen pensando en que la empresa va a durar un poco más de dos meses, y que quizá hay que sacrificar un poco el beneficio inmediato para favorecer la solidez a largo plazo.
            Y luego en España tenemos una ciudadanía que parece que quiere despertar y no sabe cómo hacerlo. Por un lado, la sensibilidad crece, y por otro lado, en lugar de ciudadanía avanzada somos el vulgo de la Edad Media, inculto, analfabeto y además orgulloso de serlo. Tened clara una cosa: la sociedad sólo cambiará a algo que nos guste un poquito más (no mucho, todavía quedarán muchos sátrapas a los que derrocar) cuando cada uno de nosotros deje de mirar al sujeto que sale en la tele, dispuestos todos a despellejarlo vivo, y nos miremos algo más a nosotros mismos. Que nos miremos no como una agrupación que somos, inevitablemente, sino como individuos que la formamos, y con la inherente responsabilidad de tener una conciencia cada vez más amplia. Vamos, que siempre habrá bastardos de los que protegernos, pero que cada uno de nosotros ha de trabajarse a sí mismos y de esta manera, convertirnos en mejores ladrillos para construir ese edificio que cohabitamos todos juntos. ¿Que dónde estamos? En el momento de hacer esto, en el momento en que cada uno de nosotros ha de transformarse a sí mismo como único medio para que nuestro entorno sea un poco más amable.

Alberto Martínez Urueña 18-02-2013

No hay comentarios: