En este texto
no me voy a extender demasiado, porque creo que es totalmente innecesario y
pretender convencer a nadie sería poco menos que insultarle. Un millón
setecientas treinta y siete mil novecientos hogares tienen a todos sus miembros
parados. No sé si estas cifras, o no le llegan al Gobierno y sus secuaces del
Congreso, o bien simplemente se las pasan por el mismo vértice de la bisectriz
que forman sus piernas. Es decir, cualquier tipo de epíteto que utilizan una y
otra vez para referirse a estas circunstancias es como si les dieran una tras
otra bofetada. Es como llamar petardo de ferias a la bomba de Hiroshima. Es el
ejemplo, palmario, clásico y rotundo del significado de eufemismo, mezclado a
partes iguales con el sustantivo demagogia. Es, además, una burla y una
afrenta, porque además de hablar de pequeños esfuerzos, de presupuestos
sociales y esa serie de revoltijos lingüísticos, luego no hacen nada de lo que
dicen, y sus actos son diametralmente opuestos a lo que indican sus palabras.
Los datos de
la EPA, cinco millones setecientos setenta y ocho mil cien parados es la mayor
afrenta social que se puede concebir en una sociedad como la nuestra, además de
la demostración de ser un sistema fracasado. Nos hablan de la maravilla de la
transición española, pero esa transición no ha sido capaz, en treinta y tres
años de vida de la Constitución de evitar que cada vez que la Economía se
constipa, a nosotros nos salgan cifras a modo de tumores sociales. Y esto no es
responsabilidad del señor Rajoy, o más bien no sólo de él, sino de todos los
presidentes que le han precedido en el cargo. Porque, por primera vez en la
historia reciente de nuestro país, además de hacer responsables a los
empresarios por cepillarse a una gran cantidad de asalariados, podemos señalar
con el dedo a un responsable político elegido por las urnas para gobernar a
TODOS los españoles como actor principal en las cifras de desempleo en nuestro
país. Llamadlo como queráis, pero el sufrimiento que están provocando a nuestros
conciudadanos no puede justificarse bajo ningún concepto con cifras de déficit,
o de lo que sea. Al margen de que, como trabajador de un organismo como la
Intervención del Estado, nos tenemos que morder la lengua al respecto de que
estos recortes criminales y clasistas son los únicos posibles.
Por concluir
rápidamente, sólo otro dato más. El veintiuno coma uno de los españoles vive
por debajo del umbral de la pobreza. Eso significa que, cogiendo la media de
renta per cápita y dividiéndola entre dos, fijando de esta manera dicho umbral,
uno de cada cinco españoles se sitúa por debajo. Hay pocos indicadores
estadísticos que puedan reflejar mejor una realidad semejante y una desigualdad
entre las distintas capas sociales. Luego llegará algún político de turno y
dirá que los problemas que tenemos ya no son de lucha de clases o de distintos
estratos sociales. Es como un insulto a la inteligencia.
No me voy a
extender más por hoy, porque creo que no merece la pena. No necesito argumentar
a favor o en contra de tal o cual postura política o decisión económica. Hablar
de esos índices de pobreza en un país supuestamente avanzado es dejar claro que
los parámetros que se utilizan para medir ese avance son absurdos, aparte de
inservibles. Hoy en día se mide al país en función de su producción, pero no se
tiene en cuenta a cuántas personas se dejan en la cuneta en ese supuesto
progreso. Es más, creo que con que cada uno de nosotros hagamos el esfuerzo empático
de ponernos en el pellejo de cualquiera de esas familias que tienen que ir cada
día a Cáritas para que sus hijos puedan comer caliente, o simplemente puedan
comer, es suficiente.
Alberto Martínez Urueña
27-10-2012
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