miércoles, 19 de octubre de 2011

¡¡¡Debátanme!!!

Este fin de semana comentaban en una comida familiar personas que me conocen desde hace bastante tiempo y bastante bien que mis textos últimamente estaban siendo algo más positivos, más alegres. Me alegro de que se note la intención y os prometo que seguiré así.
Tarea complicada por otro lado si nos proponemos poner el ojo en la actualidad que nos ataca una y otra vez con múltiples frentes abiertos. Ya era hora, por otro lado, poder hablar de algun otro asunto más que de Economía, que ya me estaba saturando bastante, como al resto supongo. Pues nada, que para el que no lo sepa, estamos de precampaña electoral, una de las épocas del año que más me apasiona, por lo esperpénticamente divertido que resulta poner las noticias. No voy a empezar a insultar a diestro y siniestro porque me estoy quitando, en periodo de abstinencia como un Camarón cualquiera. Es más interesante ponerle un toque algo descreído y bastante cómico, como hacía Gila, demostrando por otra parte la gran inteligencia que se necesita para ser humorista.
Pero al margen de la debacle, hoy estamos de enhorabuena, y por eso he dejado el texto que ya tenía en el horno para otro momento, porque se han puesto de acuerdo nuestros maravillosos candidatos y nos han obsequiado, como buenos soberanos absolutos, con la posibilidad de verles en la pantalla en uno de esos debates que se están poniendo de moda. Bueno, realmente se han puesto de acuerdo dos de ellos, los que se llevarán del electorado, por este orden, los insultos y los votos; el resto está en empezando a correr riesgo de desaparecer, como el lince ibérico, por falta de cuidados inteligentes y adecuados a su hábitat.
Además, me parto por la mitad en grotesca pose ante el nuevo “más increíble todavía” que nos están preparando para el día siete de Noviembre. Tendremos la ocasión de asistir a la refundación del diccionario oficial de la Real Academia de la Lengua, que como todo el mundo sabe está en manos de personajes que nada saben de los usos y costumbres de nuestro idioma. Si se les ocurre buscar, por una de esas casualidades de la vida, el significado más corriente aceptado de la palabra “debatir” se encontrarán de todo menos la presentación del último show “Rajoy vs Rubalcaba” con que pretender deleitarnos en horario de máxima audiencia y pactados hasta en las comas. Ya sabemos cómo va esto: se han preparado una serie de discursos ideológicos perfectamente estructurados, escritos y revisados por unos cuantos colaboradores anónimos para que entren como hilo por ojal de botón, finamente dicho, en los cinco minutos de cortesía que tendrá cada uno de ellos para hablar sin decir nada con una sonrisa de postín desde la tribuna de temas que nos importan a todos menos a ellos. Ni una sola pregunta, faltaría más, del supuesto moderador de la jarana que se van a montar en la Academia de la Televisión, canapés incluidos para el antes y el después, como en el sexo sucio en lavabo de garito.
Lo más divertido de todo asunto, además, serán dos cosas. De tal programa al que en otro tiempo se le apellidaría “amañado” y hoy se le considera “sano ejercicio de democracia” tendremos que aguantar al día siguiente a los medios de comunicación de su corte haciendo la confección periodística para justificar el porqué ha ganado su candidato. Lo que no sabremos muy bien es qué se puede ganar en semejante burla, como no sean un par de yoyas bien dadas por las mamas por andar haciendo el gili en público, algo malamente visto entre nuestros mayores.
La segunda cosa, y algo más seria quizá, es que teniendo en cuenta el espectáculo que nos están dando digno de cualquier edición de Gran Hermano, volveremos una vez más a tener unas esperpénticas (perdón por la reiteración de la palabra) Cortes Generales en las que los dos partidos mayoritarios serán al mismo tiempo los que más insultos reciben al cabo del año. Y todo por la dudosa escusa de “es que si no, ¿a quién votas?”, argumento válidamente esgrimido cuando al reo le hacían elegir entre bayoneta o pistola, pero que en estos casos queda bastante feo.
Así que nada, nada. Yo no me hago mala sangre porque la inmensa mayoría vote a los dos partidos más odiados del mundo, o al menos que se les acercan, descontando a Mobutu y compañía, claro. Tampoco por quienes se vayan a dejar engañar; es decir, no ir al fondo del discurso (quizá no existe), si no las formas revestidas con herramientas de marketing de ventas (sinónimo de engaño). Ni mucho menos con los que voten al menos malo, aspecto cíclico cual marea marítima y síntoma de irresponsabilidad democrática. A fin de cuentas hace tiempo que me quedó claro que en un país como éste, siempre a contrario del resto y con eso de las dos Españas flotando en el ambiente, las cosas serias siempre se consideraron que eran las que sacaba la prensa rosa, o que salían en los campos de futbol.


Alberto Martínez Urueña 17-10-2011

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