miércoles, 19 de octubre de 2011

Especial Elecciones I

Ante todo, pediros disculpas porque hoy me he extendido más de lo normal, pero no he podido sintetizar más las ideas sin dejarme lo importante. Aun así, lo merece, os lo aseguro. Hace ya mucho tiempo que quiero escribir sobre este tema, y además hacerlo con un rigor que no sé si seré capaz de aportarle. No en vano, no soy historiador, y hablo más como pequeño culturillas que como un docto en la materia: no puedo entrar por tanto en los pormenores del asunto, pero creo que la idea queda bastante clara.
Me he planteado muchas veces ciertas cuestiones al respecto de la idiosincrasia española, tan propia nuestra, tan llamativa y al mismo tiempo inexplicable. Esas cosas de las que hablamos en el bar con los amigos con mucho énfasis en el tono y cerveza en el estómago, tratando de arreglar el mundo. Hace tiempo que lo he dicho con el tema de la crisis, pero no le había entrado de lleno; es decir, la diferencia que se aprecia en muchos aspectos entre España y los países que nos rodean. Creo sinceramente que hay dos puntos fundamentales que nos hacen estar como estamos. ¿Que cómo estamos? A modo de resumen: tenemos la derecha más clerical, inmovilista, con discursos carcas, miedosa y fascista de toda la derecha europea. Ojo, hablo de supuesta derecha moderada, no de esos gamberroides neonazis que de vez en cuando salen en países tan admirados como Suiza, Austria, Dinamarca y alguno más. Por otro lado, tenemos una izquierda cobarde, incapaz de defender sus ideas, fraccionada y dividida por rencillas ancestrales, confundida por la economía (economía al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía) e incapaz de estructurar y de transmitir un discurso público que no soliviante a la inmensa mayoría de socialistas y comunistas que hay en esta tierra. Como veis, hay para todos, y todo esto aliñado por un país que hasta hace bien poquito era incapaz de mover el culo desde el sofá y Gran Hermano para pelear por sus derechos, antes encabronado porque su equipo no gane la Copa de Europa que porque le deba al Estado (es decir, a sus ciudadanos, que somos todos) la friolera de más de trescientos millones de euros, y por supuesto, donde cualquier pelagatos sin criterio ha de tener una opinión igualmente válida que la de un catedrático y la Esteban sea un personaje con más foro que José Luis Sampedro (el que no lo conozca que se dé cien latigazos ahora mismo y busque algún video suyo en Internet).
Pero yendo al grano, si somos al mismo tiempo víctimas y verdugos, también hemos tenido algo de mala suerte, o como queráis llamarlo. Hemos tenido en nuestro alero muchos grandes prohombres, pero han sido sistemáticamente sometidos por el poder absoluto de reyes y sus acólitos nobles, por una cúpula clerical que ha rayado el totalitarismo mezclado con lo más maléfico que ha campado por la tierra y por un sistema económico donde ha primado (y sigue primando) el pirateo más bajuno, mezclado todo ello en un sistema demoníaco que odiaba a cualquier persona que pudiera cuestionar el status quo. Bueno, un sistema al que podríamos ponerle varios nombres propios con sus apellidos que, amorrados al grifo del poder, no fueron capaces de elevarse sobre su propia miseria y entender ideas superiores, mientras que quizá en otros sitios sí.
Ahí quería yo llegar. Mientras que en Europa, comenzando por los hijos de la Gran Bretaña y seguidos por los messieus, se liaban la manta a la cabeza y se cepillaban a sus tiranos particulares, conocidos como soberanos, aquí, Fernando VII jugaba con el Parlamento de Cádiz y ponía de moda una costumbre que con el tiempo se ha ido arraigando entre la clase dirigente de nuestro país, eso de “Donde dije digo, digo Diego”. Nos tocó comernos con patatas a uno de los mayores hijos del reino que parió nuestra gran nación, y después a su hija, una de las camas más democráticas que jamás hubo en España, que se dedicó a parir hijos que morían o salían con dudosa inteligencia, como se puede comprobar en distintas ramas de su prole, gracias a esa maldita costumbre de no mezclar la sangre para que fuese más pura que la de nadie, como los Austrias y su Carlos II, “el hechizado”, dejando claras ciertas cuestiones sobre el mestizaje o la pureza de la raza, también conocida como endogamia. Qué eufemísticos eran entonces…
Luego, ya sabéis, en el siglo veinte, mientras en el resto del mundo de nuestro entorno celebraban la victoria contra uno de los mayores hijos de puta de la historia (aquí lo pongo), a nosotros se nos atragantaban las patatas gracias a un gallego poco gracioso y bajito, bastante acomplejado y sin un huevo que no soportaba dimes ni diretes, lo que supuso un nuevo atraso, y un nuevo ir contracorriente.
Ahora diréis que nos estamos recolocando un poco, pero es mentira. Además del retraso cultural que hemos de agradecer, además de a nuestra farándula, a esos personajes antes mencionados, volvemos a ir contracorriente, y seguimos creyéndonos los más listos. Porque resulta que la crisis es culpa de Zapatero. Y aunque no le podemos negar al chico la inmensa demostración de ineptitud demostrada (no se sabe muy bien y nadie lo dice en qué ni de qué manera, pero demostrada) no todo es como parece. Si esto es así, no me explico porque en el resto del mundo están tan jodidos como nos cuentan los telediarios. Por otro lado, hay quien tiene la manía de aseverar que todo esto es culpa de los rojos y sociatas de turno, que la cagan según entran. Mon dieu, que diría Sarkosy, no le quitemos méritos a su gobierno de derechas, ni a su homónimo liberal en Alemania, con la señora esa, chaqueta va chaqueta viene, según hable en su Parlamento o en Europa. Tampoco a los griegos (su crisis económica y de falseo de cuentas corre a cargo del anterior, del mismo hilo político) y ni que hablar de la vaca tejana, amigo de Ansar, que a ver si un día nos dice quien cojones es ése. Pero claro, en estos países van a tener suerte otra vez, nos van a dejar machacados una vez más, porque ellos, cuando las cosas se pongan feas, tirarán por la vía de la libertad y la democracia y nosotros nos joderemos de nuevo con fascistas reaccionarios que la única receta que saben para salir de las crisis es ir vendiendo poquito a poquito todo nuestro Estado de Bienestar a sus compañeros de pupitre.
Es la consecuencia de dos cosas: primera, que las crisis económicas no dependen del gobierno que esté en ese momento y que por supuesto se le llevan por delante sin entender de colores; en segundo lugar, que en España tenemos mala suerte de la leche con los ciclos económicos y sobre todo con los gobernantes que aprovechan la coyuntura para, sin hacer nada más que dejar caer al anterior banco azul, amorrarse de nuevo al grifo del poder, como hizo su antecesor Fernando y su chirigota gaditana. Al final, nos lo montemos de la forma en que queramos, seguiremos teniendo los frenos al desarrollo cultural y social, aplicados asfixiantemente por aquellos llamados conservadores que lo único que han pretendido conservar durante todos estos siglos ha sido su propia tribuna y su propio escaño.


Alberto Martínez Urueña 19-10-2011

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