Notaréis rápidamente el sarcasmo, claro. Las mentes más resabidillas y malpensadas andarán barruntando que ya estoy con mis ideas, y algo rebotado porque haya ganado la derecha más rácana y falsa de toda Europa. Por supuesto, es cierto, porque cuando miras a los liberales europeos, les ves como con otra gracia. Tocan otros resortes, no la fibra de la zona más inguinal, como estos de aquí. Qué decir de los sociatas, con una velocidad de crucero que hace que se despeñen una tras otra vez sin solución de discontinuidad en una evidente falta de ideas. Porque además, a mí ya me daba igual quien ganase (como en el resto de convocatorias electorales desde que ejerzo mi derecho al voto) ya que no hay nadie que defienda una economía como la que yo quiero. La que veo da asco, y punto. Lo curioso del tema es que no le gusta a nadie, pero ahí siguen los mismos, repartiéndose el cazo a dos manos.
Porque ahí siguen. Sí que es cierto que han tenido un retroceso electoral los más grandes (aunque el de la rosa es más bien caída a una sima abisal), pero sigue habiendo trece coma ocho millones de personas que no sé muy bien a qué juegan, todos ellos responsables de lo que está ocurriendo en este patio de vecinos. Trece coma ocho millones, teniendo en cuenta una participación de sesenta y seis por ciento (redondo) de los treinta y cinco millones cuatrocientos mil votantes, según datos del INE, nos salen las siguientes cifras: veintitrés millones cuatrocientos mil votantes, de los que el cincuenta y ocho por ciento han votado a la gaviota carroñera y a la flor de los entierros. Eso es lo que me duele, sinceramente.
Las elecciones, sean las que sean, son pendulares, este año unos, al otro año otros, mangoneo va, mangoneo viene… Lo chungo del tema es que esas cifras, con el espectáculo que nos brindan cada día tras día, sigan siendo tan altas. El partido del Gobierno, ya sea municipal, autonómico o nacional, con un despendole público digno de cualquier película porno cutre de los años sesenta. El partido de la oposición encelado cual morlaco en hacer caer desde lo más alto al contrario, a sabiendas de que dará igual las barbaridades que diga o haga: lo que le hará ganar unas elecciones será lo enguarrado que quede el contrario. Pero me sangra la ulcera estomacal cuando todo el mundo se amorra al grifo de que son unos mierdas y unos ladrones, y al final les votan el cincuenta y ocho por cierto de personas. ¿A QUÉ JUEGA LA CIUDADANIA?
¿Desengañado? No sé si es la palabra. No desde el punto de vista público, porque en la era de la información que vivimos, sabemos de primera mano que hay otras opciones que se plantean en otros países y que funcionan mejor que el nuestro. Lo que hace que encima se me quede cara de gilipollas. La ignorancia de pensar que en todos los países ocurre lo mismo, por lo menos haría algo más soportable el tema. ¿Qué hacemos, por tanto, con tanta impavidez ciudadana?
Los problemas de este país son estructurales, es decir, vienen de mucho más tiempo atrás que el señor de las cejas. Cuando salen a relucir con la crueldad de hoy en día, con casi un veintiuno por ciento de paro, y el juvenil rozando el cuarenta y cinco por ciento, pone de manifiesto esta terrible verdad. Pero seguimos con los votos de castigo al Gobierno de turno. Sin entender cosas como el estado descentralizado: la responsabilidad de que el tema esté chungo en Castilla y León, gobernado por el PP, es del señor ZP. ¿Y cuando estaba Aznar y aún así la gente se tenía que largar a Madrid porque en mi tierra no había curro? Problemas estructurales, decía, que ninguno de estos señores tan elegantes (no diré palabras más gruesas, porque luego me dicen cosas, pero las tengo a miles) han solucionado nunca. Es más, nos han multiplicado por diecisiete los problemas que genera la política y no han aportado gran cosa. ¿Os creéis que alguno de ellos va a solucionar la papeleta de un hijo/marido/padre/(sus femeninos, ya sabéis)/etcétera en el paro? En la mejor situación de todas (de nuevo os remito al INE) no hemos bajado del siete por ciento de paro. ¿Quién ha hecho algo? ¿Por qué les votan? Problemas estructurales tontos, que todo hijo de vecino sabe cuales son, pero que a ellos les quedan demasiado lejos: la distancia de un despacho oficial a la vida real de la calle. Esto es lo que me duele, esta ignorancia; y de momento, soy español y amante de mi tierra (imagino el jerol de más de uno de vosotros), pero nos la están metiendo doblada desde hace tantos años que ya ni lo sentimos. Os dije que no hablaría de política hasta después de las elecciones. Pero no es más fácil ver y tener que narrar la estupidez que me rodea. De las ideas, mucho ojo.
Alberto Martínez Urueña 25-05-2011
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