miércoles, 18 de mayo de 2011

Cabreándome

Aviso para navegantes, que hoy vengo bastante cabreadillo y con el cuchillo bajo la camisa. Hay ciertas cosas que sobrepasan los límites de la desvergüenza y la canallada más bajuna y os aseguro que hoy me lo cobro, fijo. Si había cosas que tenía claras, se confirman y caen por su propio peso, como el granizo más gordo, y amenaza con romperme la luna del tranvía que conduzco, llevándome por delante formas, léxico y hasta acidez estomacal.
En el último texto, si recordáis, titulado “Soluciones”, comentaba la necesidad de no sólo ser crítico con la situación social aborregada y conformista, sino que había que impulsar de una forma u otra actuaciones que, aunque luego no valgan para mucho, al menos nos dejasen el culo a salvo de las hienas acusadoras y malintencionadas, y sobre todo, la conciencia tranquila de no haber asistido como torete desde el redil mientras nos van poniendo uno por uno los clavos del ataúd. La insoportable dejadez de un amplio espectro de la sociedad por parte de una clase dirigente instalada en su torre de marfil, con una miopía que resulta insoportable para cualquier persona cuerda (no todas lo son), es vomitiva: hablamos de todos los que cobran una mierda de sueldo, o simplemente no lo cobran y están en el paro, o simplemente es que no tienen donde caerse muerto, o su futuro está más mancillado que una adolescente de Tailandia. Es decir, hablamos de unos tres millones de personas en paro real, más todos los mileuristas, más la mayoría de universitarios… Si queréis sigo.
Hace falta cojones (no me corto) para hablar de la juventud, de los problemas de esta sociedad y otras movidas desde una tribuna, asesorado por sus directores de campaña, con discursos cada vez más cutres (cualquiera de nosotros lo podría hacer mejor, os lo aseguro), y con los riñones perfectamente cubiertos. Sabiendo como sabemos todos que luego van a chupársela al señor capitalista para perpetuarse en un grupo social al margen de toda realidad evidente, evitándole al primero el trauma de la vergüenza social por hacernos caer en una crisis como la que estamos viviendo. Es más, para que semejantes hijos de puta no se remuevan mucho en el sofá, les evitar pagar el precio de jugarse en la bolsa nuestro dinero con rescates bancarios que pagamos una vez más nosotros. Tan simple como eso: les damos su dinero, lo pierden y tenemos que poner más dinero para que no se muevan de su sitio. Para ello nos desposeen de los servicios públicos y se los entregan a las manos privadas (a los mismos de antes) porque, es evidente en la situación en la que estamos, ellos sí que saben llevar las cosas bien. Y mucho ojo, el dinero que nos falta, no se ha perdido, está en algún sitio, escondido, en cajas fuertes de color plateado con contraseñas encriptadas y complejos sistemas de escaneo de retina y huella dactilar para que esté a salvo. A ver de qué, en estás épocas de crisis, el dinero que tienen algunos se ve incrementado, y el de otros desciende. Ya sabéis en qué grupo estáis, ¿no?
Viene este cabreo por lo de Democracia Real Ya (buscarlo en Internet los que no sepáis de qué hablo). La juventud cabreada sale a la calle para que esos señores con traje y pinta de mafiosos se enteren de que no nos gustan, que sabemos que nos están tomando el pelo, que estamos hasta el arco del triunfo de ver como se hinchan los riñones mientras nos piden esfuerzos y nos privatizan los servicios públicos. Todo un orgullo, me quito el sombrero.
Pero claro, les ha faltado tiempo para empezar con sus gilipolleces electorales, que sólo me hacen sentir una inmensa oleada de ganas de darles una inmensa oleada de tortazos. A unos y a otros. El señor Jauregui, con su imagen de niño bien e iluminado, diciendo que eso no vale para nada y que los políticos son necesarios. Totalmente de acuerdo en la premisa, pero que ellos se vayan y lleguen otros con lo necesario para cuidar al pueblo que les otorga el poder que ellos creen que es suyo. El señor Pons, grandísimo orador e hijo de meretrices de las que frecuentan los polígonos, nos viene con que son gente de extrema izquierda y peña antisistema. No existen mayúsculas suficientemente grandes para expresarle a este señor mi disconformidad: mire usted, que ya han dicho que pasan de sus memeces, que no tienen color político, que es que están hasta la gorra de verles el careto mientras sus secuaces nos roban. Y por supuesto que son antisistema, porque está claro que el sistema que ustedes están soportando es una mierda y no vale para que una gran cantidad de gente pueda vivir con un mínimo de dignidad. Y no me vengan con demagogias baratas de los que cobran el paro y trabajan, de los que curran tres meses y cobran doce, y otras ideas peregrinas y bastardas; ahora estamos hablando de otras historias mucho más truculentas, porque con lo que han robado sus amiguetes solucionábamos todos los problemas, y todavía nos sobraría para poder irnos de vacaciones pagadas al caribe.
Eso sí, dentro de cuatro días, los colegios electorales volverán a llenarse de peña dispuesta a votar a unos o a otros sin importarles nada de lo anterior. Ya sabéis: ocho millones y pico para cada uno, de caída. En lugar de expresar su opinión, y que les den por saco a esos mierdas, expresarán su miedo y votarán al menos malo, para evitar o a esos rojos de mierda o esos fachas de los cojones. Eso es lo que me da más pena.


Alberto Martínez Urueña 18-05-2011

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