Creía que había quedado claro hacía ya mucho tiempo una máxima que rige mi vida y mis escritos: respeto al ser humano por encima de todo, a las personas como tales y a sus derechos. Lo mantendré siempre. Uno de esos derechos es a opinar, creer y decir lo que consideren oportuno. Por supuesto, dentro de esas creencias, está la fe católica, en la que participáis muchos de vosotros, a los que respeto y defiendo vuestro derecho de creer lo que os venga en gana. Otra cosa muy distinta es que yo crea lo mismo, pero del mismo modo que defiendo vuestro derecho a una creencia, exijo el mío a no creerla. Y del mismo modo que podéis exponer vuestras razones, yo expongo las mías. Esto vale tanto para la religiosidad como para la orientación política, sexual o la que queráis poner en este posible largo etcétera.
Sin embargo, el hecho de que respete a las personas, no implica la imposibilidad de hacer una crítica a sus ideas y desde luego a sus actos, y del mismo modo que puedo criticar el nazismo, lo hago con la doctrina que toqué ayer. Y si la iglesia católica, como organización, me parece censurable, la censuro. De hecho, por estar en el campo de las creencias más profundas no admito la excusa de estar compuesta por hombres, cuando esos hombres han cometido las tropelías que ha cometido esta agrupación, extraordinarias en muchos casos. Pero no voy a entrar en esos temas, ni a desmontar su doctrina: cada cual puede documentarse lo que quiera, o no documentarse y aceptar lo que otros han establecido previamente, en uso a los derechos a los que antes he hecho referencia y con todo mi irrenunciable respeto.
¿Por qué contra la iglesia? Porque choca frontalmente con la máxima de la que he hablado al principio: respeto al ser humano por encima de todo. Para la iglesia lo más importante es su doctrina en base a la creencia de que es la palabra de Dios viva; sin embargo, si eliminamos esa premisa, en uso de nuestro derecho a creer lo que nos plazca, ¿qué nos queda? Nada. Y por lo tanto nada que justifique los siguientes hechos fehacientemente comprobados, de menor a mayor deliberadamente colocados: monopolio de lo divino, ninguneo, desprecio, marginación, manipulación, represión injustificada, monopolio de la verdad, tortura, pederastia, asesinato. Seguro que me olvido de muchas cosas, y me disculpo ante aquellos que las hayan sufrido por no hacerlas patentes.
¿Las bondades de la iglesia? No pueden justificar lo anterior, porque las bondades realizadas por la iglesia son las bondades del hombre, comunes a todas las religiones y culturas, anteriores a la propia religión y de las que TODAS las religiones pretenden apropiarse y excluir al resto.
Y además, ¿qué es eso de que está de moda meterse con la iglesia? Lo único que sucede es que durante casi dos mil años no se ha podido decir nada en voz alta, y hay demasiada gente poco acostumbrada a escuchar una crítica. Por cierto, que ayer utilicé la palabra secta. Sólo la tercera acepción de la RAE tiene tintes peyorativos, las dos primeras dicen, y cito textualmente: “Conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica”.”Doctrina religiosa o ideológica que se diferencia e independiza de otra.” Ahora decidme en qué no se aplica a la iglesia católica. Insisto: a ver qué es lo que hace a la iglesia estar en un reducto al margen y a salvo de la crítica.
Por último diré lo siguiente. No estoy en contra de que creáis algo distinto a lo que yo creo, y os respeto y respeto vuestra creencia, a sabiendas de que esto no les va a gustar a los muchos anticlericales que conozco. Sin embargo, ellos no se ofenderán por esto. Pero lo que no vais a conseguir de mí es que asienta y agache la cerviz. Ni de coña. Ni que acepte eso de que la iglesia no le ha hecho mal a nadie, porque puedo poner tantos ejemplos al menos como las bondades atribuidas a ese credo. Credo por otro lado que conozco perfectamente después de veintitrés años yendo prácticamente todas semanas al rito, habiendo leído la biblia varias veces, el catecismo y habiendo recibido todos los sacramentos. Y os diré qué es lo que más me duele de todo: la utilización de una figura (creo que existió) como la de Cristo para justificaros, cuando fue un hombre inherentemente bueno.
Respeto al ser humano ante todo y después entremos al terreno de las ideas, y también de las creencias, que no pasa nada si no estamos de acuerdo. El problema empieza cuando no aceptamos la discrepancia. Y con respecto a mi crítica de la clase dirigente de esa iglesia, insisto (a pesar de respetar su persona): les considero de la peor calaña que existe por sus actos, no por sus ideas, y es a ellos a los que me refería ayer. No a los creyentes que hacen lo que pueden por apartarse de esos hijos de puta sin tener que renunciar a su fe. Esos son los más valientes y merecen mi más absoluto respeto.
Alberto Martínez Urueña 10-03-2011
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