miércoles, 29 de septiembre de 2010

La última estocada (de momento)

Y ya vamos por equis elevado a la enésima potencia… Ya os conté lo entretenido que puede llegar a ser el metro de Madrid un lunes por la mañana atestado de gente sudorosa y ansiosa por llegar a su puesto de trabajo. Rodeado de toda esa maraña de personas dispuestas a dar el do de pecho por un país asolado por la tragedia del paro, me siento como un apátrida desechado del país más enojoso del mundo. Sarcasmo habemus de inicio, ya me pintan bastos desde las ocho de la mañana.
Me encanta, y me pongo a pensar cuántos de ellos serán los que se meten con los funcionarios porque somos unos vagos mientras sus reales conciencias les acucian en este nuevo día para partirse el espinazo en pro de la felicidad de sus conciudadanos mediante un trabajo eficiente y responsable y su consiguiente pago de impuestos para que nuestro Estado del Bienestar (con mayúsculas y elevado a los altares de la demagogia más asquerosamente democrática) siga elevando nuestro nivel de vida, se mantenga en las cotas elevadas que conocemos y se extienda a la mayor cantidad de personas posibles.
Ay, amigos, lo bien que nos iría a todos si estos primeros párrafos fuesen ciertos, y pudiésemos aplicárselos a esta gran tierra llamada España. Pero va a ser que no, que nuestros empresarios no nos dejan, y además nos criminalizan si estamos en el paro porque tenemos demasiados derechos, demasiadas indemnizaciones, somos unos incompetentes que con los medios de toda la vida (es decir decimonónicos) no somos capaces de elevar nuestra productividad las doce o más horas que curramos. Vemos cómo después de que nos han provocado una crisis de cojones en base a un sistema demoníaco capitalista neoliberal, de salvar el culo remojado a los bancos con ayudas cuyas cifras se escapan a nuestro entendimiento, nos hacen responsables de la quema aplicando políticas de contracción del gasto público, subida de impuestos y pérdida de derechos laborales al más puro estilo Ronald Reagan. Ya van dos ideas, y seguimos.
Me asombra ver cómo las críticas de la situación actual, en el plano financiero y económico, han hecho que a los funcionarios nos caigan palos desde todas direcciones (más desde los lobbys a favor de las privatizaciones masivas para así poder hacer regalos a compañeros de pupitre, claro está) en base a una serie de derechos que deberían tener todos los trabajadores de este primer mundo tan brillante por fuera pero que luego resulta que a poca gente le gusta demasiado. Ya escribí hace unos meses sobre ello, así que no me voy a extender. La cuestión viene a que la prensa se ha hecho eco de un dato que dicho así, sin más, te queda más frío que un cubito de hielo en Siberia y es la deuda de los clubes de fútbol. Ojo, cuando hablamos de esta deuda no estamos hablando de que no paguen a sus trabajadores el dinero que les deben (algún caso hay, pero no es de estos de los que hablo) sino que no pagan sus impuestos. Hablamos de más de seiscientos millones de euros de deuda a Hacienda y a la Seguridad Social, hablamos de déficit público, de recorte del gasto, de reducción de salarios mientras que ese negocio deportivo no paga semejante barbaridad de dinero, y aquí nadie dice nada, y si lo dicen, es de refilón. Y los funcionarios, que no tenemos nada que ver en el tema, nos tenemos que tragar sin pan ni nada que nos toquen la bisectriz cuando vienen torcidas y nos bajen el sueldo, con aplauso generalizado de las cuatro ratas de siempre, mientras a ellos les pagan las entradas, los abonos y las camisetas.
Es un esperpento lógico lo que ocurre en este país. Da la sensación de que nos tratan como a bobos y nos dejamos, o algo parecido. La organización administrativa y burocrática, el reparto de competencias territoriales con todos sus edificios, coches, asesores, altos cargos, magutas y profesionales del cazo, los políticos demagogos y agresivos, carentes de todo sentido de Estado son una burla ideológica y un asesinato al sentido común. Pero no es eso lo que más me duele, desde luego. Lo que más me duele es que aquí o bien se justifica todo, o bien les envidiamos, o bien ya tenemos el culo desensibilizado y da igual quien nos la clava. Ya no sólo es que votemos cada cuatro años a PSOE o PP que nunca han hecho nada por evitar todo lo anterior y además lo van aumentando ante los ojos atónitos del espectador al ver que ya casi ni se preocupan en disimular. Además, seguimos favoreciendo a piratas y bucaneros disfrazados con traje y gomina que nos roban (no pagar impuestos es un robo a toda la nación y al que no le duela es que no le da para más), entrando en su juego despiadado porque es más divertido consumir cualquier basura que nos ofrezcan a pensar que nos tratan de estúpidos (a pesar de que sepamos perfectamente que lo hacen). Voy a dejar de escribir estos textos por un tiempo, porque es más de lo mismo una y otra vez, y al final para lo único que me vale es para hacerme mala sangre. Pero como suelo decir en mis canciones (quien quiera que las escuche con atención): “mientras pueda no participar en esto que os den”. No es cuestión de largarte a vivir en una cueva, sólo es mirar a ver qué es necesario y qué no. Y no me da la gana pagarle el yate a presidentes de equipos de fútbol que se me están cachondeando en las narices.


Alberto Martínez Urueña 20-09-2010

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