viernes, 6 de marzo de 2009

Complementos

Siento mucho el corto espacio entre textos, pero el de hoy era inevitable, por lo importante y por el tiempo que hace que se gesta en mi cabeza. No me voy a poner trascendental con temas políticos; en esos temas cada uno es de un padre o de una madre, y los ánimos se suelen calentar muy deprisa. Sobre todo en tiempos en que las listas del paro aumentan a ritmo desaforado, como ocurre en esta maravilla de primer mundo evolucionado y sabio. Pero no van por ahí los tiros, todavía no me encuentro con ganas de hablar de Economía, no me encuentro con ganas de empezar a tirarnos los trastos a la cabeza y salir magullado de la conversación. Sobre todo cuando quiera deshilarlo de la política y al final se convierta en una guerra de guerrillas entre ideologías que no se sabe muy bien dónde nacieron y dónde acabarán.

Resulta, benditas casualidades de la vida, que hacía cosa de casi un mes que no me ponía la televisión al desayuno, y me he enterado de que el día ocho de este mes de Marzo es el día internacional de la mujer. Sorprendido quédome al enterarme; no porque la mujer no merezca un día internacional, que por supuesto que sí, sino por lo aparentemente desconectado del mundo que me mantengo. No sé si la vida eremita será buena, pero a veces me sería aplicable con peligrosa fiabilidad.

Pero a lo que iba. Estaba sentado, con la tostada y el café a la mesa, y al oír esto me vino a la cabeza una frase de un tío famoso que se hace llamar The Edge y que para más reseñas es el guitarrista de U2, en la cual decía que era mejor que los hombres dejásemos el mundo a las mujeres, que nosotros ya lo habíamos jodido bastante. Prístina y clara idea. Creo sinceramente que, en algún momento, todos nos hemos preguntado que pasaría si un día este mundo de hombres cambiase y empezase a ser un mundo en el que la conciencia principal fuese más femenina. Y no me refiero ya sólo a que las mujeres ocupasen puestos de poder en tal o cual sitio, sino a una conciencia colectiva más allá incluso del mundo tal y como lo conocemos; es decir, no un mundo de hombres gobernado por mujeres, sino otra cosa preñada de conceptos femeninos en los que determinados atributos que ahora consideramos normales fuesen tildados de superchería, de absurdo, o simplemente antinatural; mientras que otros que ahora hay a quien le ponen los pelos de punta fuesen lo más habitual. Podría poner ejemplos, pero como estamos hablando de cosas que son casi de ciencia ficción, cada uno tendremos nuestra visión del planeta Arrakis (hablo de Dune, literatura fantástica, para los no entendidos) y los criterios serán distintos.

Sólo digo que no es que con los conceptos masculinos nos haya ido mal. Obviamente, cuando había que salir a cazar mamuts o tigres dientes-de-sable, o cuando había que pegarse de leches con la tribu vecina, un tortazo masculino hace bastante más daño que uno de una chica (en igualdad de condiciones, todos conocemos imágenes de alguna que se pasó haciendo pesas). Pero claro, en un mundo en el que la violencia y la resistencia física ya quizá sólo es necesaria para poner ladrillos más rápido en una obra (con todos mis respetos para quienes lo hacen), quizá aquellos criterios que se arrastran desde generaciones más allá de donde alcanzan los textos históricos se nos hayan quedado un poco obsoletos. Sé que más de uno al leer esto me llamará traidor, pero bueno, esto tiene poner en relieve de negro sobre blanco tus ideas.

Ahora, ya de una manera más compleja, y siendo esto una continua fábula que seguro yo no conoceré (los cambios históricos requieren de muchos cientos de años, mal que les pese a los que querrían que todo el mundo fuera como lo que en Occidente conocemos) hay determinadas ideas que me atormentan desde hace tiempo. Si bien, todo es tergiversable, imaginen que las mujeres fuesen más conscientes de que quizá con el sistema energético que tenemos en el planeta, sus hijos quizá no pudieran respirar dentro de cincuenta años. A lo mejor les saldría ese instinto más fuerte que el propio de supervivencia por el que parece que nos regimos los hombres cuando nos damos de guantazos por las esquinas. Ese instinto maternal que hace que una mujer anteponga la vida de sus hijos a la propia y que creo que los del otro sexo no conseguiremos tener nunca (al margen de que la mayoría lo hiciese, por supuesto, hablo del instinto maternal). Puede que pensase que es más importante que sus hijos y nietos pudieran tener un mundo limpio y con oxígeno, a llenarse la bolsa de billetes verdes, o anteponer determinadas premisas que son pan para hoy y hambre para mañana. Y esto por poneros un ejemplo, que cada uno podríamos aportar el nuestro y llenaríamos páginas enteras. Claro, habrá quien diga que esto no lo sé, y es totalmente cierto: lo único que sé es que tal y como veo el mundo hay cosas que están empezando a oler a podrido, de viejas que se están quedando. Y que si no cambian, es por miedo.

Hubo hace miles de años sociedades que eran matriarcales, en las que el núcleo principal era lo femenino y después se lo arrebataron, y no me voy a poner a buscar culpables. No hablo de volver a aquello y caer en los contrarios pendulares, pero pienso que lo que tenemos está muerto. Creo que es momento de que las mentes adormecidas por la parálisis y el inmovilismo de los cimientos que nos impiden un nuevo amanecer humano rompan con los arbotantes de un templo masculino que adora a un dios que no es tal. No hace falta que llegue una persona famosa y nos lo diga, que sean dirigentes desde púlpitos extraños, o que sean revolucionarios desde estrados a los que la vista nunca alcanza. Sólo hace falta que cada uno tenga el convencimiento dentro de sí mismo, que actúe con naturalidad y que esté dispuesto a descubrir qué hay más allá de tanta columna de piedra fría, y de esta forma, encontrar al otro lado como los contrarios, hombre y mujer, aprenden a vivir auténticamente complementados.

Alberto Martínez Urueña 6-03-2009

2 comentarios:

Chewif dijo...

No le llamaré traidor, eso es otra cosa, pero sí le diré que a veces flirtea usted demasiado con lo "políticamente correcto" aunque el vocabulario quiera parecer lo contrario. Es cuestión de idea, no de forma.

Reciba otro cordial saludo.

Alberto dijo...

No me importa su comentario, pero lo tendré en cuenta. En todo caso, no me importaría saber quien es usted, y si acaso, departir de cuestiones de manera más profunda.