jueves, 26 de marzo de 2009

Desde Madrid con amor

Pues sí, resulta que al final, y después de todo, lo único que hice fue postergar mi llegada a la capital de España. No sé si será una de esas cosas que dices, “no quedaba más remedio”, o algo parecido, la cuestión es que aquí estoy, en la zona norte, viendo la sierra cubierta de nieve por la ventana. Podría parecer bucólico, desde luego; el problema es que si quiero llegar tengo que coger el coche y chuparme media hora de carretera, si no más. Y no tengo coche, ni ganas de cogerlo para eso.

Pero bueno, no todo es malo. Estoy empezando mi vida de funcionario por aquí, en el Instituto de Estudios Fiscales, una especie de agencia en la que un grupo de funcionarios te enseñan a ser funcionarios. No tiene nada que ver con lo del tema del café que estará pensando la mayoría (creo que eso es cuando tomas posesión del cargo), aunque si bien es cierto que entre clase y clase tenemos media hora de descanso. Nos dan clases de varias cosas, nos explican, nos tratan como a gente adulta… Esas cosas para las que hemos currando durante unos años y que ahora hay que pasar para que nos puedan mandar a donde ellos quieran. O donde puedas elegir, claro.

Pero bueno, la cuestión es que aquí estoy, ya os digo. Aquí ves cosas que seguramente en Valladolid quizá no haya nunca, o si las hay, quede tiempo para que podamos verlas. Me explico, son las zonas sin construir en mitad de pisos de varias alturas, son las chabolas al lado de los chalets, son los inmigrantes sin papeles paseando por las calles de los ejecutivos ricos. No me malinterpretéis, ya sabéis que no estoy en contra de los inmigrantes honrados, al igual que no estoy en contra de los españoles honrados. Es una ciudad donde no se ven las estrellas; al contrario, lo han cambiado por un resplandor naranja muy bonito. Como en todas las ciudades, diréis alguno, y es cierto, lo único que este resplandor será un poco más grande.

Eso sí, en esta ciudad tienes de todo, y todo al alcance de la mano, como dice el anuncio del metro. Claro, para ir a alguna zona no te queda más remedio que tragarte una hora de metro, pero ¿qué es eso para el que iba en la línea siete a la Universidad? Aparte de un coñazo, vamos.

Que sí, que a todo se acostumbra uno. Muchos de los que vinimos lo hicimos porque no nos quedaba más remedio si querías tener algo más seguro que en tu tierra, y luego hubo quien le acabo cogiendo el gusto. No todos, por cierto. Pero bueno, veremos a ver qué pasa. Aunque para aquel que me conozca, sabrá que soy como un poco más de ciudad pequeña, o de no tener que moverme mucho, a no ser que sea para correr; aunque por otro lado, soy persona humana, sujeta a la mutabilidad propia de nuestra especie… Ya sabéis a lo que me refiero.

En fin, que no voy a empezar a quejarme antes de tiempo, vamos a dejar que pasen unos meses, y como en Julio acabo el curso, en lo que tomo posesión del cargo, y esas historias, veremos a ver qué es lo que nos depara el tiempo, si me acostumbré a Madrid o no. De momento, la habitación no está mal.

Además de esto, había pensado escribir sobre la ciudad, hablar de ella, la mayor parte mal, pero he descubierto que hay gente a la que le gusta, así que les concederé el beneficio de la duda y miraré a ver qué es lo que ofrece. Y trataré de hacerlo sin prejuicios, aunque no sé si seré capaz de hacerlo. Aparte de que esta ciudad es tan grande y tiene tantos lugares donde poder sentarte que imagino que habrá alguno que lleve almohadón de pluma de pato; todo sea que encuentre el sitio.

Pero al final creo que será una cuestión de preferencias y de gustos. Sin ánimo de ponerme trascendental, cada uno tenemos nuestras prioridades con estas cosas, las aficiones, por decirlo de algún modo, y la forma en la que concibes la existencia humana. Hay quien se encuentra como en casa rodeado de montes por cada lado, oliendo a estiércol de vaca y rodeado de pastizales en verano y nieve en invierno; otros prefieren otras montañas, las de cemento y cristal, no les importa la contaminación y les gusta lo de pasar las tardes o las noches en los bares. Cada uno lo suyo, es así; por mi parte veremos a ver cómo nos vamos adaptando yo a la ciudad y la ciudad a mí. Sí, ya sé que es demasiado pretencioso pensar que la ciudad se adapte a mí, sólo es una forma de hablar, ¿no?

Pues eso, dejaré que el tiempo pase, esperaré y observaré como me han aconsejado que haga, y veré a ver qué ocurre. Lo que seguro que pasa es que algo nuevo aprenderé, como ya lo estoy haciendo (no me refiero al curso de Técnicos de Auditoria y Contabilidad), y aprenderé algo sobre mí mismo, que al final es uno de mis principales objetivos. Eso seguro que me lo brindará la ciudad, y veremos a ver qué ocurre con todo. De momento, una de las cosas que sí que he aprendido es a echar de menos a mi ciudad y a mi gente más de lo que pensaba que pasaría. Supongo que eso es bueno, y cambia la valoración que haces de determinadas cosas.

Lo dicho, nos veremos dentro de unos días, o unos meses, y os contaré qué tal va todo por aquí, qué conclusiones saco y cuáles no. De momento, os escribo desde Madrid y así lo haré durante unas cuantas semanas más. Espero que no se me agrie el estilo.

Alberto Martínez Urueña 19-03-2009

No hay comentarios: