jueves, 20 de julio de 2023

La negociación, la imposición y la mentira

  Es triste, pero es así. Los seres humanos hemos de aceptar que la mentira forma parte de nuestra vida. Solamente unos pocos valientes, o necios, o kamikazes, están dispuestos a ser completamente transparentes para las personas que les rodean. Y me explico. La sinceridad que expone el núcleo más íntimo de la persona frente a cualquier persona que se le acerque no es valentía ni coraje: es temeridad. En el ámbito de cualquiera de nosotros hay reductos en donde no debes dejar entrar a nadie, pero en donde que tampoco debe haber nadie que quiera entrar. Miedos, pequeñas incongruencias, vicios personales, pequeñas debilidades (o grandes) no tienen por qué ser expuestas.

Es cosa diferente en la vida pública. Algunas de nuestras decisiones pueden afectarnos a nosotros solos (en realidad esto sería una completa majadería, siempre afectan a alguien), pero otras muchas afectan y condicionan la vida de las personas que nos rodean. Si somos encargados de gestionar una empresa, o un servicio público, nuestras decisiones de carácter económico deberán ser juzgadas, sin lugar a dudas. Y no digo ya si somos elegidos como representantes de otros: nuestra esfera privada se va a ver reducida a la mínima expresión. ¿Por qué? Precisamente por esa representatividad que asumimos. Nadie nos obliga, es una decisión libérrima de nuestra voluntad y debemos asumir sus consecuencias. El escrutinio será feroz.

Por desgracia para los representados, debemos entender dos cosas. La primera de ellas es qué es lo que estamos delegando en estas personas. No estamos delegando, en principio, el poder de imponer nuestras voluntades y modelos sociales al resto de conciudadanos y vecinos; estamos delegando la capacidad para negociar y mediar con quienes opinan diferente. La democracia representativa se configura como un modelo alternativo a la democracia directa por dos motivos: uno de ellos viene de la imposibilidad de negociar todas las materias de gestión y organización del Estado entre 47 millones de personas que somos en España; el segundo motivo es que hay materias en las que se necesita ser experto, o se necesita consultar a los expertos, para poder alcanzar pactos satisfactorios y que no generen más problemas de los existentes.

¿Cuál es la segunda cuestión que, creo, debemos entender los representados? Que nuestros representantes a veces no hacen lo que nos han prometido. A veces mienten, por supuesto. Otras veces, no aplican los contenidos de sus programas electorales.  Es labor nuestra analizar por qué sucede esta anomalía. A mi modo de ver, puede ser porque desde el principio tuvieran decidido no cumplir, y aquí estaríamos hablando de intereses ocultos y mentiras. Otra posibilidad viene determinada porque los procesos de negociación exigen cesiones programáticas para encontrar acuerdos con los representantes de otros ciudadanos que, al igual que nosotros, tienen el mismo derecho de ser representados (o de montar un partido si cree que ninguno de los existentes representa sus ideas fundamentales). No podemos olvidar, y esto lo hacen de manera sistemática todos los políticos, que las personas que se reúnen en el hemiciclo no están ahí para sí mismos, ni representándose únicamente a sí mismos, ni hablando solamente de sus intereses: a través de ellos se está manifestando, tal y como indica la Constitución, la voluntad soberana del pueblo español.

El filtro que debemos aplicar a la hora de elegir quién va a llevar a cabo esa tarea de negociación en nuestro nombre es multivariable, debemos considerar varias cuestiones para poder llevar a cabo un voto adecuado. Pero una de las cuestiones que nadie debería pretender con su voto es lograr que se aplicasen el cien por cien de sus ideas. Eso no es una sociedad, eso es una distopía en la que quedas tú como última persona sobre La Tierra. Y en el caso de que algún partido político lo pretenda hacer de manera efectiva, es un enemigo de la democracia.


Alberto Martínez Urueña 20-07-2023

martes, 11 de julio de 2023

El camino de la democracia

 

            No engaño a nadie si digo que la política es uno de mis temas favoritos. Sí que es cierto que no tengo demasiado tiempo hoy en día para profundizar en los temas, y menos para poder dejarme caer por mi columna con una cierta frecuencia (de hecho casi un año), pero para lo que menos tiempo tengo hoy en día es para encabronarme. Por eso procuro ir con cuidado.

            Creo que la democracia es un buen sistema de gobierno, pero no es perfecto. Lo sería si los ciudadanos que participan en ella lo fueran, pero por desgracia no hay un solo espécimen de nuestra raza que pueda jactarse de ello. Hace tiempo que llevo profundizando en el análisis del ser humano, leyendo, tratando de encontrar realidades más allá de lo aparente y intentando vislumbrar cuál puede ser la mejor manera para vivir una vida plena. Una de las conclusiones más interesantes a las que llegué, discurriendo por este camino, es que las personas podemos tener tres posibles trayectorias existenciales. Puede parecer una simpleza plantearlo, pero tiene consecuencias de una rotundidad y un peso tan estructural que todo parte de ellas. Son trayectorias de crecimiento, de estancamiento o de decrecimiento. De construcción, de paralización o de decrepitud. Sencillo, ¿verdad? Pero saquemos alguna conclusión de ellas. La primera de todas ellas es que el estancamiento mantenido a lo largo del tiempo desemboca inevitablemente en el de la degeneración. Son dos esquemas teóricos, pero que se basan en una realidad tan inapelable como lo es la gravedad: un cuerpo al que no se le aplica ninguna fuerza externa tiende a caer hacia el centro de gravedad más próximo. Llevado a nuestro terreno, si no hacemos ningún esfuerzo por nada, no nos quedaremos estáticos en un punto de equilibrio más o menos satisfactorio, sino que nos despeñaremos hacia los infiernos más profundos de nuestro ser.

            El camino de crecimiento, por lo tanto, requiere de un esfuerzo constructivo. No hay un refugio que te ponga al amparo de la tormenta si no aportas recursos en su construcción inicial y básica; y no hay refugio que pueda convertirse en hogar si no le prestas la adecuada atención día tras día, embelleciéndolo y reparando sus desperfectos con la correcta diligencia. El ser humano que conformamos es nuestro propio hogar, somos nosotros mismos en nosotros mismos, es el único lugar donde se encuentra la paz y la armonía, y somos nosotros mismos desde donde puede partir para poder aportarla a nuestro entorno. No hay verdad más inmutable que ésta: únicamente el que puede descansar en la realidad, que es una e indivisible, puede alcanzar la paz que buscamos todos. Desde allí, si tiene fuerza y sabiduría, encontrar la manera de introducir alguna mejora.

            Por desgracia, la política de hoy en día no busca, en ninguno de sus aspectos, favorecer este tránsito de la persona. No quiere que hagamos ese esfuerzo de construcción y embellecimiento. Nos necesita en otro lugar. Quiere nuestra atención en otras localizaciones. Pretende que pongamos nuestro esfuerzo vital en otros puntos. De esta manera, las personas caen en un embrutecimiento que, por desgracia, incluso se enaltece en ciertos ámbitos en donde sacan verdadero rédito de nuestra decrepitud existencial.

            Ojo, la culpa no es de la política. Ésta no es más que un reflejo de la sociedad en que vivimos. Los políticos sólo ofrecen aquello que la gente pide. Sólo venden el producto que mejor compramos. Ellos persiguen sus objetivos, y para ello necesitan de nuestro voto, y nos ofrecen la mejor composición de fuegos de artificio con que deslumbrarnos.

            La democracia es el mejor sistema, desde mi punto de vista, pero la construcción de la democracia (en realidad, de cualquier sistema social en que pensemos) parte de la construcción de cada una de las personas que conforman esa sociedad y, por desgracia, hay demasiadas personas, quizá una masa crítica, que siguen el camino contrario. De superarla, no sé hasta dónde llegaría la pendiente por donde nos vamos despeñando poco a poco, pero espero que, por una vez en la historia del hombre, no implique más víctimas de las que ya estamos acumulando.

 

Alberto Martínez Urueña 11-07-2023