Ahondando en
la cuestión de mi último texto, quería dejaros un par de reflexiones concretas.
Sobre todo, porque la pataleta está fetén, pero no aportar nada es poco sano. Y
las aportaciones a dos sectores como el sanitario y el educativo son tan
sencillos que dejan a nuestros gestores públicos en bolas, dialécticamente hablando.
Todos sabemos
que la Sanidad Pública ha sufrido un proceso de desmantelamiento progresivo en
los últimos veinte o treinta años. Ha sido paulatino, poco a poco, argumentando
aquello de la eficiencia y el ahorro de costes superfluos. Argumentos que están
muy bien cuando se hacen con delicadeza y admitiendo la posible marcha atrás
cuando ves que la cosa no funciona. Pero, sobre todo, no restando recursos e
inversión para liberar dinero con el que poder acometer otras obras públicas
innecesarias –y tenemos suficientes auditorios en lugares dejados de la mano de
dios como ejemplo– o para contratar más asesores que nos digan cómo funciona el
respaldo de la silla de la oficina. Ya no sólo restando inversión en
infraestructuras que hemos visto que se caen a cachos, si no en materia de
contratación de personal, tanto médicos, como enfermeros como personal de todo
tipo como técnicos de laboratorio, celadores, limpiadoras… ¿Quién no conoce los
casos de médicos contratados un lunes para ser despedidos el viernes, a los que
se vuelve a contratar en las mismas condiciones el lunes siguiente? Todo en
aras de la flexibilidad y también, como no, con la subrepticia finalidad de
liberar recursos para el sector privado, que se frota las manos al poder
contratar a gente por la mitad de precio y con la dignidad laboral previamente
pisoteada en los hospitales públicos. Hasta eso se lo ahorran…
Es muy
sencillo: hacen falta más médicos y más enfermeros; no puede ser que ya, antes
de la pandemia, la cita con el médico de cabecera pudiera demorarse cuatro o
cinco días, que una operación se alargarse a los tres o cuatro meses en el
mejor de los casos –según el servicio médico, a veces son más– y que, en época
de gripe, los pacientes estuvieran por los pasillos. Y no puede ser que haya
comunidades autónomas de distintos signos –Madrid, Aragón, Cataluña– que no
hayan sido capaces de habilitar las contrataciones necesarias para afrontar la
segunda ola pandémica con las mínimas dotaciones asistenciales que todos los
expertos recomendaban. Cualquier excusa para no hacerlo es, castizamente dicho,
cagao de lorito para no sacar los recursos de donde se encuentran. Aquí está la
solución que llevan evitando tomar seis meses. Y que solucionaría las carencias
previas. Si no se hace, es porque no quieren.
Con respecto
a la Educación, el tema está candente. Llevamos una semana de clase y ya
estamos viendo la cascada de casos que obligan, de momento, a cerrar aulas por
todo el territorio. No ha llegado ni el frío, y vemos como las toses, los
dolores de garganta, las fiebres incipientes, nos llevan a tener que dejar a
los niños en casa y a dejar el confinamiento de toda una clase a la espera de
la confirmación o no de un positivo por Covid en niños de temprana edad. Todo
lo que cualquier persona con dos dedos de frente ya sabía que iba a suceder a
las primeras de cambio. ¿Qué han hecho los gestores de nuestro dinero? Estar a
la expectativa desde abril para ver si, por esos azares de la vida, no era su
comunidad autónoma la más afectada. Ya en aquellos tiempos se les reclamó algo
tan sencillo como rebajar la ratio de alumnos por clase, a lo que acudieron prontitud…
para negarse. Eso exigía contratar a más profesores y encontrar más espacios
donde poder habilitar las aulas. Y claro, para eso hace falta dinero. Dinero
que no quieren encontrar. Os voy a contar un secreto: sí que hay dinero, pero
no tienen los cojones de ir a cogerlo. Y no estoy hablando de políticas
públicas expropiatorias. Son cosas más sencillas. Más mundanas.
Estas
medidas, tanto las sanitarias como las educativas, son las medidas que se
reclamaban antes de la crisis del 2008. Son las que se reclamaron después de la
crisis del 2008 cuando veíamos que la situación empeoraba. Y son las que hemos
de reclamar ahora. ¿Cuál es el problema? Que los diferentes Gobiernos que han
sido desde hace años en España no han solucionado los problemas de fondo de
nuestra economía y, además, nos han traído nuevos problemas que antes no
teníamos. Además, nos han traído una situación política que no es capaz de
salir del enrocamiento y de los bloqueos cruzados entre bandos
irreconciliables, motivo por el que no hay nada que se pueda negociar ni consensos
que se puedan alcanzar.
¿Por qué
nuestros políticos no escuchan? Esta pregunta no tiene respuesta, lo siento.
No, al menos por mi parte. Hace tiempo que comprendo que sus incentivos no
pasan por solucionarnos los problemas, ellos están en otra cosa. Su principal
ambición es aplastar al enemigo al más puro estilo de El señor de los Anillos,
como si el enemigo fuera Sauron personificado. Por desgracia, las soluciones pasan
por asumir que nuestros políticos, estos actuales, han demostrado que son unos
incompetentes y que nos sobran. Les miro y veo que creen tener la razón absoluta,
y se dedican a urdir intrigas palaciegas al más puro estilo Juego de Tronos. Y
eso a nosotros no nos sirve.
Alberto Martínez Urueña
18-09-2020
PD: Pero ojo, mientras los españoles no demostremos
nuestra competencia a la hora de exigir verdadero liderazgo a quien ha de materializar
nuestra idea de sociedad, seguiremos dirigidos por incompetentes.
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