Una cuestión
nada baladí que siempre me está rondando la cabeza hace referencia a qué fue
antes, si el huevo o la gallina. Me explico: ¿los medios de comunicación se
hacen eco de las principales preocupaciones ciudadanas, yendo allí donde se
encuentra la noticia que a nosotros nos importa; o, por el contrario, la
preocupación de los ciudadanos viene determinada por las noticias que los
medios de comunicación deciden llevar a sus portadas?
Hay que
aceptar una realidad y es que los medios de comunicación son empresas
destinadas a obtener cuantos más lectores o espectadores mejor, y que
utilizarán todos los medios a su alcance para lograrlo. No hablo de falsear
información, porque eso es un delito, pero tengo claro que las líneas
editoriales vienen determinadas por cuál es el producto que sus consumidores
esperan. Que no fuera de esta manera sería admitir, por ejemplo, que un
restaurante mexicano en Madrid condimentara sus alimentos con la misma cantidad
de picante que toleraría un mexicano de pura cepa. Todos sabemos que los medios
de comunicación no son completamente asépticos, y la prueba la tenemos en que
todos nos creemos que los nuestros sí que lo son, pero no los contrarios.
De la misma
manera, cuando en unas rotativas, o en el consejo de informativos de una cadena
o de una radio, se decide cuánto tiempo se va a dedicar a una noticia
determinada en relación con otra, esa decisión tampoco es aséptica. De no ser
así, a ninguno de los referenciados en las noticias les importaría salir antes
o después que otro, o con una u otra cantidad de tiempo: la percepción del
espectador es importante en todos sus detalles, y las negociaciones en caso de
debates políticos cuando llegan las elecciones y nuestros representantes tienen
a bien someterse a uno de ellos televisado o radiado es más que paradigmático y
escenifica perfectamente el poder de los medios.
Ojo: los
medios de comunicación son, en parte, rehenes de los generadores de noticias;
es decir, de alguna manera, están a expensas de que tal o cual político quiera
hacer tal o cual comunicado. Y, desde luego, está bien que nos hagan llegar el comunicado
que sea porque vivimos en un Estado de Derecho en donde, entre otros, el
derecho a la información ha de ser efectivo y ellos, como representantes del
llamado Cuarto Poder, son los responsables de llevarlo a cabo. O al menos, eso
parece.
Otra cosa
bien distinta, y aquí entro en la disquisición concreta, es que, sobre un
determinado tema, se quemen los horarios enteros y tengamos tertulianos hasta
en la sopa analizando el contexto y explicándonos los pormenores y las
variables que, de acuerdo a su criterio, explican los hechos. Horas y horas en
los que unos y otros tratar de aproximarnos a las múltiples perspectivas que
ofrece la actualidad. Y tampoco estoy en contra de ello. Sin embargo, cuanto
más tiempo ocupan en una noticia determinada, menos tiempo dedican a otras, y
nuevamente entramos en esa posible distorsión de la realidad en la que la
balanza de qué es más importante se ve condicionada por los medios. Aquello de
lo que más se hable será lo que más importa. Y ésta es la auténtica tragedia,
porque los criterios que utilicen para determinar qué cosa va a ser de la que
más hablen no tiene por qué obedecer a la auténtica relevancia para el
ciudadano medio, sino a lo que más venda. Y estas dos variables no tienen por
qué coincidir.
El tema
catalán, después de tanto tiempo, ha dejado de hacerme gracia. No es que yo sea
un experto, pero desde un punto de vista constitucional y de Derecho el tema se
agota leyéndote la propia Constitución. Y si no quieres hacerlo, preguntándole a
un catedrático de Derecho Constitucional. Si quieres independizarte, sólo hay
dos vías, y las dos pasan por un referéndum a nivel nacional. Y además, por la
reforma de la Constitución del artículo ciento sesenta y ocho. Así que hasta
que los independentistas catalanes no cuenten con las mayorías ahí
referenciadas, el debate es estéril, porque fuera de la Constitución no hay
nada posible.
Así,
solventado de un plumazo cualquier debate, machacada al instante la urgencia de
esta historia, podríamos empezar a hablar de lo importante. Por ejemplo, que la
pobreza infantil afecta en España a uno de cada tres niños, que ocho millones
seiscientas mil personas se encuentran en situación de exclusión social, que se
nos mueren al año dos mil trescientas personas por suicidio y otras ocho mil lo
intentan pero no lo consiguen, que los desahucios siguen existiendo con su
realidad colateral de sufrimiento, que las políticas de higiene y salud pública
para evitar que nuestros adolescentes se envenenen todos los fines de semana
son absolutamente ineficaces, que la ludopatía está aumentando a marchas
forzadas o que las mujeres siguen siendo asesinadas sin que las medidas que se
reclaman por los expertos obtengan ninguna fuente de financiación relevante.
Dicho esto, perdonadme si no entro al tema del process de los cojones, pero tengo otras cosas más interesantes en
las que pensar. Y todo este texto está escrito sin creer en la mala intención
de nadie, porque si se estuviese utilizando un debate que no existe para que la
gente no se centrase en lo que verdaderamente está ocurriendo ahí fuera, me
pondría mucho más triste de lo que ya me pongo cada vez que se me ocurre
salirme del discurso oficial de las portadas.
Alberto Martínez Urueña
3-10-2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario