miércoles, 8 de junio de 2016

Populismos


            Hoy quiero hablar de, de eso, de populismos, para que veáis que no me dedico única y exclusivamente a los fascismos encubiertos tras listas electorales azules. Cuando hablamos de populismos, hablamos de actitudes políticas, básicamente, de trileros. Charlatanes de feria. Personajes expertos en la venta, sin que importe demasiado el producto que te pongan delante de la cara. Claro, si es un producto fraudulento, tendrá que utilizar todas las aviesas herramientas que tenga a su alcance para que compres.

            No tengo ningún problema en admitir que las propuestas económicas del coletas y del Garzón pequeño –en adelante, Garzoncillo– no me convencen desde un punto de vista puramente teórico desde la perspectiva económica. Que pueden entrar, sin miedo a equivocarme, dentro de la definición de populismo. Hagamos el esfuerzo y planteemos la posibilidad de que el modelo propuesto por Marianico o por Pedro el Hermoso son mejores. Admitamos que no queda más remedio que seguir puteados en el plano económico durante otra legislatura, u otro par de ellas, que después de ocho años de miserias, los ciudadanos que queden en pie, vivirán en una nueva Babilonia donde todo será maravilloso. Sería idílico, pero me gustaría que alguien me respondiese a unas preguntas fundamentales, no muchas, y que determinan de manera decisiva la capacidad de votar o no a unos u otros.

            ¿Cuánto vale la palabra de un partido como el PP, empapado hasta los huesos por la corrupción? ¿Cuánto vale la palabra de un partido como el PP en donde sus líderes dicen haberse equivocado al elegir a sus personas de confianza en tantas ocasiones? ¿Realmente podemos fiarnos de que serán capaces de lo más cuando, de manera sistemática y tenaz, se empecinan en tomar decisiones equivocadas en lo menos? ¿Hemos de fiarnos de que no sabían nada de lo que sucedía en su partido? ¿Por qué van a saber lo que ocurre en un Gobierno? Todo esto podría verse modificado en caso de que todas las personas que han sido afectadas directamente por todos esos escándalos de corrupción se marchasen. Pero más allá de eso, más allá de cuestiones que al parecer son superfluas, relativas al pasado de unos individuos que se aprovecharon de la confianza depositada en ellos. Más allá de la responsabilidad de unos dirigentes a la hora de seleccionar a sus adláteres. El Partido Popular mintió durante la campaña electoral durante el año dos mil once, prometiendo cosas que no podían cumplir, como luego se demostró. Admitamos que ellos no sabían cómo estaban las cuentas públicas –es imposible, pero admitámoslo– y que al verlas, no les quedó más que hacer un ejercicio de responsabilidad y tomar las dolorosas decisiones que hemos estado sufriendo. ¿Qué sentido tiene que nos bajasen los impuestos en dos mil quince, cuando era evidente que no podríamos cumplir, una vez más, con los compromisos del déficit, elevados a sacramento vía modificación de la constitución? ¿Dónde se ha quedado la seriedad y la fiabilidad de la que presumían los miembros del ejecutivo? No lo digo yo, lo dicen sus colegas neoliberales de la Comisión Europea. No eran precisamente saltos de alegría lo que daban cuando veían la desviación de las cuentas públicas españolas. Nos han perdonado una multa de las de verdad hasta ver qué pasa con las elecciones del día veintiséis, quedando bajo sospecha de si lo han hecho por amiguismos con el PP o si lo habrían hecho igualmente de tener a Lenin en La Moncloa.

            Hasta aquí, los populismos del PP. ¿Y qué os parece lo del PSOE? ZP puso los clavos del ataúd de la socialdemocracia en España, así como el resto de líderes europeos lo hicieron en sus países. No hablo de no reconocer la crisis hasta que se nos llevó por delante, que también. Hablo de las bajadas de impuestos a las rentas del capital durante su mandato, hablo de la desregulación financiera en nuestro país. Hablo de la dejadez, cuando no negligencia, de los órganos controladores de la economía, que no fueron capaces de adoptar decisiones para rentabilizar aquel superávit público que era la envidia europea. Hablo de la ineptitud –igual que la del PP– a la hora de adoptar las reformas verdaderamente estructurales de la economía del país, esas reformas de las que se beneficiarán otros. Ninguno de ellos ha sido capaz de tomar decisiones de ese calado, salvo la construcción de líneas de tren de alta velocidad que ahora nadie es capaz de hacer rentables. Únicamente han mirado a cuatro años. Muchas gracias.

            Así que alguien me responda, por favor. Que alguien me diga de una puta vez por qué he de fiarme una vez más de toda esa gentuza que no han sido capaces de ganarse mi confianza, con todas las ocasiones que han tenido. Ah, por cierto, el que se la quiera dar, está en su derecho, faltaría más. Pero ha de saber que al hacerlo, al darse razones para defenderles, está obviando lo anterior, y está actuando de la manera menos patriótica posible. Está volviendo a dejar la dirección del país a personajes más próximos a Mortadelo y Filemón, pero sin gracia. O lo que es más preocupante, a personajes que cada vez se parecen más a don Vito, que a cambio de su protección contra las terribles consecuencias de dejar la llevanza de las cuentas públicas a unos supuestos incompetentes, te obligan a mirar para otro lado mientras ellos roban, manipulan y utilizan con la legitimidad de ciudadanos a los que ponen entre la espada y la pared con sus argumentos. Por favor, que alguien me responda a las preguntas que planteo, que me lo expliquen como si tuviera cuatro años, porque si no, me creeré que todo el mundo se ha vuelto loco, y que los populismos son la tónica habitual en nuestra sociedad y en nuestro Parlamento.

 

Alberto Martínez Urueña 08-06-2016

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