Pues entre
noticias de una cosa y de otra, no sabe uno qué comentaros en estos textos. Sí
que es cierto que el tema político aburre, y además parece que se perpetúa de
una manera peligrosa en la idiosincrasia de los medios de comunicación. Todo
comenzó por la sustitución de los típicos programas basura del tomate por
supuestas tertulias sesudas en las que aparecen periodistas del saber hacer
político entremezclados con verduleras de barrio –con todo mi respeto a las
verduras– haciéndonos creer que la respetabilidad de un programa depende de la
materia que trate. Todo comenzó con esto, y mirad donde hemos acabado, con un
totum revolutum de izquierdas, derechas, nacionalismos y centralismos a los que
se han unido confluencias, viejas y nuevas formas de hacer política, partidos
asamblearios, consultas ciudadanas… Iberia, el Mediterráneo, su idiosincrasia
particular, y una de las culturas más viejas del planeta que, como siempre, se instala
en los extremos de una cuerda que nunca se rompe.
Pero esto no
se circunscribe únicamente ni a España ni a la política. Cualquier escenario es
bueno para buscar enemigos con quien romperse la cara en esa constante igual de
vieja que el hombre como es la lucha de la tesis, antítesis y síntesis por la
que discurre la dialéctica. Uno de estos enfrentamientos se desarrolla dentro
de la ciencia médica, y dentro de ésta, específicamente, en las fronteras de la
psiquiatría y su vecina aparentemente pobre, la psicología. Dos orientaciones
científicas diferentes que pretenden dar solución a los problemas mentales de
la sociedad actual. Estos problemas, por cierto, que se han convertido por
derecho propio en la verdadera peste del apocalipsis en que habitamos.
El tema está en
la palestra debido a los intensos debates sobre la manera idónea para tratar
las enfermedades de la psique. Sobre todo, me interesan dos ideas
fundamentales, como son por un lado el tratamiento de los síntomas pero no de
las enfermedades, y por otro, la pretendida separación entre cuerpo y mente.
No creo
necesario hacer una larga exposición sobre las diferencias entre enfermedad,
que puede manifestarse o no, y la propia manifestación de tal enfermedad, que
serían los síntomas. Entrando en la controversia, determinados casos, pacientes
que sufren determinados trastornos de ansiedad o depresión, conductas fóbicas y
otro tipo de síntomas, son tratados con psicofármacos, terapias que se están
empezando a poner en tela de juicio tanto desde un punto de vista de eficacia a
la hora de curar realmente, como desde un punto de vista de los posibles
efectos adversos de esas medicaciones. Asimismo, se plantea de manera directa,
el problema de la sobremedicación para ir tapando las vías de agua que se van
abriendo en el barco. Quizá se maten moscas a cañonazos, y además se generen
otros problemas que el paciente antes no tenía, como adicción a unos
medicamentos muy potentes que pueden causar problemas en órganos internos como
el hígado. Ojo, no estoy argumentando que un esquizofrénico deje las pastillas,
igual que no diré que un enfermo de diabetes deje la insulina o un enfermo de
cáncer no siga los tratamientos de quimioterapia. Me muevo en esa delgada línea
roja en donde los propios científicos no tienen claras las conclusiones. Y yo,
lego en la materia, menos.
Esto se
imbrica directamente con el segundo de los temas fundamentales. El método
científico es, probablemente, uno de los grandes inventos que el hombre antiguo
estructuró y que nos permite desentrañar el funcionamiento de la realidad que
nos rodea. Propone un hecho, hace un planteamiento, realiza pruebas que
demuestren el planteamiento y llega a conclusiones extrapolables y
comprobables. Demuestra la verdad de un proceso como puede ser la forma en que
el cloruro sódico se disuelve en agua o por qué los planetas giran alrededor
del sol. Sin embargo, esta perspectiva no puede hacer olvidar a una persona
sensata dos cuestiones: circunstancias posteriores pueden hacer replantear la
teoría, completarla o incluso refutarla por otra mejor; y por otro lado, que
los planetas y el sol forman parte de un todo más completo que es un sistema
solar. La mente y el cuerpo no son dos nociones separadas susceptibles de
funcionar de manera autónoma, del mismo modo que si quitas el sol de la
ecuación, los planetas no seguirían girando en torno a un centro inexistente.
La unión de mente y cuerpo, como suele decirse, es algo que más que la suma de
sus partes y ambos están interrelacionados. Puedes curarte una ulcera de
estómago, o pueden cerrarse las cicatrices que tengan tus muñecas. Puedes tomar
ansiolíticos, o antidepresivos, y que así desaparezcan temporalmente los
síntomas. Sin embargo, mediante una toma de conciencia real y cierta, y una
construcción sólida de la persona como una unidad indivisible, con o sin ayuda,
puedes liberarte del estrés y encontrar un verdadero sentido a eso que surge de
la unión de mente y cuerpo y que está aquí, sobre este planeta que viaja a una
velocidad endiablada por el espacio, para intentar descifrar el misterio de la
vida, pero sobre todo para ser feliz en ella.
Alberto Martínez Urueña
01-03-2016
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