martes, 1 de marzo de 2016

Síntomas y escisiones


            Pues entre noticias de una cosa y de otra, no sabe uno qué comentaros en estos textos. Sí que es cierto que el tema político aburre, y además parece que se perpetúa de una manera peligrosa en la idiosincrasia de los medios de comunicación. Todo comenzó por la sustitución de los típicos programas basura del tomate por supuestas tertulias sesudas en las que aparecen periodistas del saber hacer político entremezclados con verduleras de barrio –con todo mi respeto a las verduras– haciéndonos creer que la respetabilidad de un programa depende de la materia que trate. Todo comenzó con esto, y mirad donde hemos acabado, con un totum revolutum de izquierdas, derechas, nacionalismos y centralismos a los que se han unido confluencias, viejas y nuevas formas de hacer política, partidos asamblearios, consultas ciudadanas… Iberia, el Mediterráneo, su idiosincrasia particular, y una de las culturas más viejas del planeta que, como siempre, se instala en los extremos de una cuerda que nunca se rompe.

            Pero esto no se circunscribe únicamente ni a España ni a la política. Cualquier escenario es bueno para buscar enemigos con quien romperse la cara en esa constante igual de vieja que el hombre como es la lucha de la tesis, antítesis y síntesis por la que discurre la dialéctica. Uno de estos enfrentamientos se desarrolla dentro de la ciencia médica, y dentro de ésta, específicamente, en las fronteras de la psiquiatría y su vecina aparentemente pobre, la psicología. Dos orientaciones científicas diferentes que pretenden dar solución a los problemas mentales de la sociedad actual. Estos problemas, por cierto, que se han convertido por derecho propio en la verdadera peste del apocalipsis en que habitamos.

            El tema está en la palestra debido a los intensos debates sobre la manera idónea para tratar las enfermedades de la psique. Sobre todo, me interesan dos ideas fundamentales, como son por un lado el tratamiento de los síntomas pero no de las enfermedades, y por otro, la pretendida separación entre cuerpo y mente.

            No creo necesario hacer una larga exposición sobre las diferencias entre enfermedad, que puede manifestarse o no, y la propia manifestación de tal enfermedad, que serían los síntomas. Entrando en la controversia, determinados casos, pacientes que sufren determinados trastornos de ansiedad o depresión, conductas fóbicas y otro tipo de síntomas, son tratados con psicofármacos, terapias que se están empezando a poner en tela de juicio tanto desde un punto de vista de eficacia a la hora de curar realmente, como desde un punto de vista de los posibles efectos adversos de esas medicaciones. Asimismo, se plantea de manera directa, el problema de la sobremedicación para ir tapando las vías de agua que se van abriendo en el barco. Quizá se maten moscas a cañonazos, y además se generen otros problemas que el paciente antes no tenía, como adicción a unos medicamentos muy potentes que pueden causar problemas en órganos internos como el hígado. Ojo, no estoy argumentando que un esquizofrénico deje las pastillas, igual que no diré que un enfermo de diabetes deje la insulina o un enfermo de cáncer no siga los tratamientos de quimioterapia. Me muevo en esa delgada línea roja en donde los propios científicos no tienen claras las conclusiones. Y yo, lego en la materia, menos.

            Esto se imbrica directamente con el segundo de los temas fundamentales. El método científico es, probablemente, uno de los grandes inventos que el hombre antiguo estructuró y que nos permite desentrañar el funcionamiento de la realidad que nos rodea. Propone un hecho, hace un planteamiento, realiza pruebas que demuestren el planteamiento y llega a conclusiones extrapolables y comprobables. Demuestra la verdad de un proceso como puede ser la forma en que el cloruro sódico se disuelve en agua o por qué los planetas giran alrededor del sol. Sin embargo, esta perspectiva no puede hacer olvidar a una persona sensata dos cuestiones: circunstancias posteriores pueden hacer replantear la teoría, completarla o incluso refutarla por otra mejor; y por otro lado, que los planetas y el sol forman parte de un todo más completo que es un sistema solar. La mente y el cuerpo no son dos nociones separadas susceptibles de funcionar de manera autónoma, del mismo modo que si quitas el sol de la ecuación, los planetas no seguirían girando en torno a un centro inexistente. La unión de mente y cuerpo, como suele decirse, es algo que más que la suma de sus partes y ambos están interrelacionados. Puedes curarte una ulcera de estómago, o pueden cerrarse las cicatrices que tengan tus muñecas. Puedes tomar ansiolíticos, o antidepresivos, y que así desaparezcan temporalmente los síntomas. Sin embargo, mediante una toma de conciencia real y cierta, y una construcción sólida de la persona como una unidad indivisible, con o sin ayuda, puedes liberarte del estrés y encontrar un verdadero sentido a eso que surge de la unión de mente y cuerpo y que está aquí, sobre este planeta que viaja a una velocidad endiablada por el espacio, para intentar descifrar el misterio de la vida, pero sobre todo para ser feliz en ella.

 

Alberto Martínez Urueña 01-03-2016

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